lunes, 23 de diciembre de 2013



“Podemos afirmar que todos los seres existentes son amantes, pero no son conscientes de quién depende su amor y se encuentran ofuscados por el ser sobre el que se aplica el objeto del amor. En consecuencia, imaginan que aman a éste o aquel individuo cuando, de hecho, se trata de un efecto secundario de amor. En realidad, nadie ama al amado por el amado mismo, lo ama solamente por sí mismo… Has de saber que el amor natural en realidad exige que el amante ame solamente a un ser por la felicidad y el placer que siente cuando está con él. Le ama, pues, por sí mismo y no por el amado mismo. Ya te hemos expuesto que la realidad de este amor -que es la de amar al bienamado por uno mismo-, se halla igualmente en las dos clases de amor, divino y espiritual. Yo soy aquel a quien amo, y aquel a quien amo, ¡soy yo!” (Ibn ‘Arabî).

En su fin más elevado, entiendo ese amor natural como una de las cualidades del amor divino, donde la finalidad del amor espiritual sería la unión de los espíritus; y donde cada cual devine, sin saberlo, un espejo para el amado.

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