viernes, 26 de diciembre de 2014



"La pols de l'antiga creació
anuncia la Nova.
Aspireu les estrelles
i sembreu-ne de noves en el cel"

(Converses amb àngels, Gitta Mallasz).

 
 

miércoles, 3 de diciembre de 2014


Creémos ser meros espectadores, siendo nosotros los contemplados. Juzgamos y somos juzgados. Nuestro cuerpo no hace otra cosa que tirar del "carro" de los sentidos, relegando al alma su papel de asistente impávida ante la imposibilidad de hacer frente a nuestras faltas. El Hinduismo, por ejemplo, busca disociar purusa de prakrti (el tratado más antiguo es el Sâmkhya Kârîkâ). Obliguémonos entonces; el Vedânta considera ilusorio el mundo, mientras el Yoga no; pero con una puntualización: que es real en tanto lo considera nuestra ignorancia. Por eso, a partir de los Upanishad, el Hinduismo rechazó el mundo como tal, revelándosenos dolorosa, efímera e ilusoria la vida; pero recordando que si se rechaza a este mundo, no es por simple nihilismo, sino porque sabemos que existe algo más allá de esta falsa existencia. ¡Neti neti!

sábado, 29 de noviembre de 2014



“Según uno de los temas más corrientes de las novelas de caballería, el caballero andante cabalga armado en busca de aventuras. Penetra en un bosque en el que se enfrenta a leones, dragones, gigantes o a culpables caballeros. Si resulta herido, encuentra cobijo en el refugio de un ermitaño. El ermitaño vivía alejado de las grandes poblaciones, en una cabaña que él mismo se había construido, dedicándose a interpretar las voces del bosque de manera adivinatoria. Es el sucesor del Ovate céltico, un meditabundo solitario cuya autoridad espiritual amansa a las fieras e infunde respeto a los hombres.…Así, en el bosque en el que se introduce, el caballero errante es atacado por leones y dragones. El león, animal solar, simboliza aquí la pasión interior: para los alquimistas representa el símbolo del ‘fuego secreto’. En cuanto al dragón, ¿acaso no es símbolo doble del Guardián del Umbral, es decir, del primer obstáculo que debe vencer aquel cuyo espíritu quiere evadirse del mundo familiar?” (V.E.Michelet, el secreto de la caballería).

“El ser humano cree que el ‘purusa’ es esclavo y piensa que puede ser liberado. Son ilusiones de nuestra vida psicomental..Si el drama de su liberación se nos presta así, es que lo estamos viendo desde una perspectiva humana; el espíritu sólo es el espectador (‘sâksin’), del mismo modo que la liberación (‘mukti’) no es más que una toma de conciencia de su libertad eterna” (Mircea Eliade).

jueves, 27 de noviembre de 2014


"Mi maestro me enseñó una meditación que puede utilizarse con la oración.Y que consiste en meditar en el Tetragramaton IHWH y en la unión del nombre IH que està separado de WH" (Jaim Vital). Proclamar al Eterno IHWH en los Cielos y la Tierra, al juntar simbólicamente las manos al rezar, es operar en la reunión del Nombre.

"Edifiqueu-Li una nova casa. Un nou recipient per a la Beguda. Car la beguda vessa i no hi ha res per recollir-la. El nou Temple no té parets perquè no para de créixer. Capgirament, capgirament de tot. L'antic temple era bastió; el nou Temple no, que no ho és! Car no té parets" (Converses amb àngels, Gitta Mallasz).

viernes, 31 de octubre de 2014


"Todo ha nacido de un Principio, Únicamente existe una fuente de vida y la vida humana fluye desde ella, afectando a cada individuo según la forma en que lo reciba. Quienes lo aceptan en su fe y en su vida, encuentran el cielo en ello" (Emanuel Swedenborg).

"El ego, como todo lo que se ha formado, tiene un instinto de supervivencia...de crecimiento y de expansión (de dominio del exterior)" Shiva Shambho.

martes, 28 de octubre de 2014



"Yo soy el Señor que os saqué de Egipto para ser vuestro Dios: Sed santos, porque yo soy santo" (Levítico 11, 45).

"Si conocieras que el agua adopta el color del vaso de cristal que la contiene, no ofenderías las creencias ajenas y percibirías a Dios en todas las formas y en todas las religiones" (Ibn al-ʿArabī).

lunes, 27 de octubre de 2014


El penitente es un enamorado de Dios que se sume en la contemplación de su amado. No está bien el pecado, porque su recuerdo es un velo que se corre entre Dios y el contemplativo.

El sufí se hace llamar "salik" (el viajero), al avanzar por lentas "taricat" (etapas) hacia una meta que no es otra que la "fana fi 'l-Haqq" (la Realidad). Mas su trazado no es horizontal o material, sino vertical a modo de ascensión interior o cual escalera celeste.

El sufismo es no poseer nada y no ser poseído por nada.

viernes, 24 de octubre de 2014


Desde el mismo momento en que el hombre se alejó de la presencia de Dios, sufrió de manera inenarrable su ausencia. Mas, dicha nostalgia sería proporcional a ese preciso instante, puesto que el hombre ha necesitado cada vez menos a Dios; y, hoy día, apenas tiene ya recuerdo de aquel centro, que correspondía con aquel “Árbol de la Vida”, donde reside la Unidad primera. Y así, el hombre pasó a ser la persona que debía morir a esta vida para renacer en la siguiente, puesto que ese centro deviene actualmente casi inaccesible para el hombre caído (y de ahí su, cada vez menor, nostalgia por restaurar dicho estado primordial). 

domingo, 19 de octubre de 2014


"El Sol y las estrellas ya eran símbolos de la gloria de los dioses...Y lo mismo ocurrió con ceremonias o ritos antiguos, que entraron en la liturgia de la Iglesia" (L.Charboneeau -Lassay).

Los primeros cristianos, según estudiosos como L.Charbonneu-Lassay que así lo han indicado, fueron adaptando los emblemas locales, de allí donde llegaban, a su culto consagrado al Salvador.

"Brahman es la realidad; el mundo es apariencia" (Sri Shankarâchârya).

"Descárgate del preocuparte por la subsistencia, del que Otro se ocupa por ti" (Ibn Àta` Illâh).

viernes, 17 de octubre de 2014


En la India, más que la personalidad, lo que importa es la libertad absoluta. La personalidad siempre acarreará sufrimiento y, por ende, se hace preciso sacrificarla. Tanto el Sâmkhya como el Yoga, nos advierten que mientras no hayamos trascendido el nivel de la vida psicomental, no podremos contemplar los "estados" trascendentes que auspician la elevación de nuestra alma, ya que toda experiencia psicológica está producida por la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza: Purusha (la naturaleza del Sí-mismo).

jueves, 16 de octubre de 2014


Sentado a la orilla del mar, medito en la ola que no se repite; y, en cambio, si estuviese ante un desierto ajado de matojo y piedras, la vida se me presentaría como detenida. Y así es como se me antoja la nostalgia; no pienso que la nostalgia sea una buena compañera en la vida. De entrada, es engañosa, presentándosenos tristemente agradable, al recordarnos un pasado regido por una selectiva memoria (igualmente engañosa). En un flujo constante, como es la vida misma, calificaría a la nostalgia como nuestra propia resistencia al cambio. Y es que, ella nos involucra directamente con el organigrama horizontal del espacio/tiempo y, por extensión, con nuestra pasividad ante el eterno presente. La nostalgia no abre horizontes, sino que los cierra; intentar experimentar emociones pretéritas, anhelando o deseando actualizar éstas, únicamente conformará rémoras psicológicas que nos impedirán progresar en nuestra vía espiritual (debiendo ser conscientes, de entrada, que se precisa de la muerte de nuestro ego con dicho fin; o que, sin cambio no hay crecimiento, sea del tipo que sea -como recuerda el Tao-). En cierta ocasión, una persona muy sabia me dijo: “Aquello que atormente a tu memoria, escríbelo, quémalo y tíralo al mar”.

"Dios no tiene misterios para sus hijos. El misterio está sólo en la debilidad de nuestro ser, que no es capaz de soportar la luz...esta debilidad es la nube que cubre el santuario" (Karl von Eckartshausen).

"Y Dios dijo que sea la luz, y fue la luz.Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas" (Génesis 1, 3-4). La luz me recuerda instintivamente al sol -Sol lucet omnibus- que brilla para todos (pecadores e idiotas, incluidos). Pero, igualmente, que la Creación surgida antes de la separación de las aguas (pues hasta entonces la tierra habría estado vacía, con el Espíritu de Dios moviéndose entre las tinieblas del abismo), procedería de ella; de lo que se sobreentiende que precede a este mundo y que igualmente, tras abandonarlo, tornaremos a ella.

Las múltiples leyendas o referencias religiosas en que se es devorado por un monstruo "acuático" (ballena, cocodrilo o serpiente), me recuerda al simbolismo del vientre que mata la vida profana y la regenera sacra, cual útero que otorga una nueva existencia, al servirse de intermediario precósmico (simbolizado por la oscuridad) para la nueva existencia. Dicha muerte ritual también puede recordarnos a los antepasados que deberían ayudar a todo novicio, por el hecho de ser poseedores del conocimiento arcano. Lo importante, de todas formas, es que el neófito acaba siendo expulsado o vomitado, con el propósito asociativo de la muerte y la resurrección (básica en toda iniciación, así como el concepto de que la muerte no es realmente el final).

miércoles, 15 de octubre de 2014


Antiguamente, los sabios griegos no deseaban nada (ni siquiera descendencia), habiendo incluso quien dejaba de lado el deseo por el mundo y llevaba una vida casi de mendicidad. Pero en este punto, la sapiencia hindú ya habría captado la dualidad igualmente todavía manifiesta, intentando ir más allá de la simple renuncia al mundo, trascendiendo los opuestos al reconciliar toda dualidad. Y, por ello, sabiendo que el juego del bien contra el mal formaba parte intrínseca de Maya, meditaron la compasión hacia todo ser sensible. En este sentido, al igual que Brahma, el sabio tenía dos caras: “saguna”, con atributos, implicándose con este mundo y su multiplicidad y “nirguna”, sin atributos, de espaldas a la mundanidad y orientando su mirada hacia el Centro indiferenciado. De hecho, está dicho que "Brahma es uno sin doble". En la misma línea, poco después advertiría Jesucristo "Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto... y cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre".

En su viaje a la India, Apolonio de Tiana (contemporáneo de Jesucristo) se encontró con brahamanes que "se mantenían elevados a tres pies de la tierra y ello no por vanidad, cosa que les es extraña, sino porque tienen que practicar sus ritos al Sol despegados de la tierra, como el Sol mismo" (recordando aquí que Jámblico -S.III dC- aumentó la posibilidad de levitación hasta los diez codos). No es de extrañar que este viajero incansable, tuviese a los magos egipcios como inferiores a los hindúes, ya que "no flotaban, aunque pueden hacer que un árbol hable".

"¡Vosotros, los que buscáis en la magia el medio de satisfacer vuestras pasiones, deteneos en esta vía funesta! No encontrareis en ella más que la locura o la muerte. El magista debe ser impasible, sobrio, casto, desinteresado, impenetrable e inaccesible a toda especie de prejuicio o de terror, debiendo estar a prueba de todas las contradicciones y aflicciones / El hombre puede ser modificado por la costumbre, que se convierte, según el proverbio, en una segunda naturaleza en él. Por una gimnástica perseverante y graduada, las fuerzas y la agilidad del cuerpo se desarrollan; lo propio sucede con los poderes del alma. ¿Queréis reinar sobre vosotros mismos y los demás? Pues aprended a querer. ¿Cómo? Este es el primer arcano de la iniciación mágica y es para dar a comprender el mismo fondo del arcano como los antiguos depositarios del arte sacerdotal rodeaban los accesos del santuario de tantos terrores y tan estupendos prodigios. No creía en una voluntad, sino cuando había producido las pruebas de su existencia / Así, la fuerza de las religiones está encerrada en la inflexibilidad de los que la practican. Mientras halla un fiel creyente en el santo sacrificio de la Misa, habrá un sacerdote para celebrarla" (Éliphas Lévi).

“Yo era un Tesoro oculto; aspiraba a ser conocido; entonces, creé la creación a fin de conocerme en ella”, es un Hadîth que Henry Corbin relacionó con el umbral inicial de la Creación, anunciándose nostálgico en su divina aspiración a salir de la soledad. Y la primera figura recurrente, con tal intención así instaurada, devendría el Espíritu Santo, a partir del cual existirían el resto de individuales espirituales (Pues Dios busca un Testigo que le contemple, un Testigo que Él ha exteriorizado; “Entonces ella se contempló a sí misma, fue ocultada, se ausentó (ghâbat) de la contemplación del Ser original, de su Ser original”).

"Es un misterio que Dios escogiera al pueblo judío, porque lo escogió. Pero no elige para excluir a los demás, sino para llegar a unos por medio de otros" (Benedicto XVI).

Rûzbehân dejó el relato de sus etapas místicas y sus experiencias visionarias. Distingue, con una lucidez perfecta, los acontecimientos vividos por él en el estado intermedio y los que entran en la trama de la normalidad cotidiana: “Tenía quince años cuando se produjo el comienzo de esas cosas misteriosas. Contaba con tres años de edad cuando surgió esta pregunta en mi corazón: ‘¿Dónde está tu Dios? Cierto día vi a unos jóvenes y les pregunté: ¿conocéis a vuestro Dios?’. Cumplí los siete años, mi corazón se prendó de la práctica del dhikr, la letanía reiterada de la fórmula de meditación. Emprendí la búsqueda de mi secreto (sirr); sirr, ‘secreto’ designa al órgano más sutil, el ‘amado interior’ (mashûq-e bâtin), la qibla, el centro de orientación de sus deseos más íntimos. Mi corazón se hundió en el recuerdo de mi preexistencia eterna. Más tarde, surgieron en mí las bruscas intuiciones de éxtasis fugitivos y, con cierta dulzura que invadía mi corazón, no percibía más que mi memoración de Dios en el presente. En aquella época veía a todos los seres como transfigurados en hermosos rostros y su belleza me inspiraba el gusto por los retiros meditativos, los salmos confidenciales (monâjât), las prácticas de devoción y las visitas a los santuarios”.
Extracto sobre la vida de Rûzbehân de Shîrâz, por Henry Corbin.

“El sentido oculto de la Forma humana, es la teofanía primordial: Dios revelándose a si mismo en la Forma adámica, el Ánthropos celeste evocado en la preeternidad y que es su propia imagen” (Rûzbehân de Shîrâz).

El Rostro, cual espejo del alma.

Aquel niño, durante los primeros años de su vida, tuvo la perspectiva de que se hallaba en un mundo al que realmente no pertenecía. En su colegio, por ejemplo, sus compañeros sí que sabían cómo comportarse en todo momento, qué hacer en el aula, cómo formar en el patio, cuándo posponer comerse el almuerzo -para el segundo recreo y no el primero-; y es que, seguramente, siempre fue un niño despistado y, quizás por ello, prefirió mantenerse apartado del resto de compañeros durante uno, dos, tres y hasta cuatro años, deambulando sólo por un patio de recreo (que se le antojaba otrora, y aún sigue siéndolo, gigantesco). De hecho, no tenía amistad alguna de su edad, hasta que literalmente se obligó a concederse una mínima oportunidad a integrarse en el grupo del que se sabía cada vez más aislado. Y es que, hasta entonces, la soledad no le parecía desagradable sino, más bien al contrario, gratamente acogedora.
Así, 
en mitad del recreo durante las Navidades de mediados los setenta en la vieja capital castellana donde residía, se dedicaba a contemplar sus cielos encapotados, creyendo oír cantar a coros celestiales justo antes de nevar copiosamente; y en las soleadas mañanas de primavera, antesala de las fiestas patronales del colegio, no perdía su afabilidad impersonal cotidiana, preludio –eso sí- de las ansiadas vacaciones estivales.
No obstante, sólo había un sitio por el que, sin comprenderlo, se sentía excepcionalmente atraído: la capilla del colegio que, en forma de cripta, acogía unas escaleras descendentes y bancadas a ambos lados, hacia el altar ;y que era visita obligada en la mañana de los viernes, cuando se reunían numerosos compañeros del colegio que, en mayor o menor medida, asistían con escaso fervor a un acto más bien protocolario. No obstante, cuando la visión y el aroma de los cirios encendidos bajo la tenue luz que asistía al templo, se conjuntaba con olor del incienso de Jerusalén, los sentidos del chico eran invadidos por una atmósfera que hacía que su alma pudiera "levitar” sin razón aparente -pues, de hecho, no entendía el sentido que podía haber más allá al recitar el Padrenuestro-.
Y así, fue pasando el tiempo hasta que, con once o doce años, una noche le ocurrió algo realmente extraño. De madrugada, y como era habitual en él, se despertó con ganas de ir al lavabo; pero vete aquí que, además de sus hermanos durmiendo a su lado, junto a la cabecera de su cama al abrir los ojos y en medio de la penumbra, no acabó de creerse lo que vio: una enorme figura angelical. El niño cerró los ojos y volvió a abrirlos, esta vez, lentamente; pero el resultado fue el mismo. Y es que no podía ser verdad que aquella majestuosa figura, dibujada perfectamente desde el suelo hasta el techo y plegando dos enormes alas a su espalda, estuviera sonriendo ante su velada indiscreción; sea como fuere, en un instante, aquel chico se encontró reconfortado ante semejante presencia, como si realmente no le fuese tan extraña (cuando, obviamente, no recordaba haber sido antes testigo de semejante “alucinación”); y, creyéndola como tal, se incorporó lentamente sobre el lecho y, tras retirar las sábanas, se levantó junto a aquella resplandeciente silueta que le estaba sonriendo. 
Así, extáticamente, pudo contemplarla mejor sin plantearse ninguna pregunta al respecto y marchando, al instante, hacia el lavabo. Ya en el excusado, sopesó la probabilidad de que hubiera sido una simple ofuscación y que, en el momento de volver al dormitorio, brillara por su ausencia; pero no fue así y, a su vuelta, allí estaba esperándole en la misma posición e imantándole firmemente, sin apenas ladear su cabeza, con su mirada. Con menor sorpresa, pero igual o mayor respeto, el chico avanzó entonces desde el umbral de la puerta nuevamente hasta la cama y, casi rozando la figura del ángel al pasar a su lado, se sentó sobre ella ante él. 
Así estupefacto, aunque sin rehuirle la mirada ni un instante, acabó por resignarse al no encontrar explicación lógica alguna y, humildemente, optó por descartar que aquella beatífica visión fuese real –al menos en este mundo-, introduciéndose finalmente entre las sábanas y quedando dormido mientras contemplaba plácidamente aquellos ojos.  
Por la mañana queriendo olvidar lo sucedido, no comentó nada con nadie.
Pero, por la noche, volvió a incurrir en la misma indiscreción, cuando abrió temerosamente sus ojos en mitad de la oscuridad; y allí estaba otra vez aquella figura, que con su cabeza tocaba el techo, mientras una luz irradiaba a su alrededor, fulgurante e incandescente en medio de la oscuridad, lo que le hacía extrañamente visible en su manifiesta transparencia.
El niño quiso ver sus pies, sin poder verlos; sus manos, en cambio, estaban juntas, ampliándose bajo unos brazos caídos a los lados, y bajo un sencillo ropaje de la blancura más impoluta. Y lo que más claramente pudo percibir fue su semblante, vislumbrándolo cual figura masculina, aunque bien pudiera ser tomada igualmente por femenina; pues, aunque imberbe, eran sus facciones marcadas bajo una amplia cabellera (que fluctuaba junto a la intensa aura que se incrementaba a su alrededor).
Sea como fuere, aquella bienaventurada aparición no pertenecía a este mundo, por lo que no podría causarle ningún daño; pero, independientemente de ello, sabía fidedignamente que tal hecho no ocurriría. Y es que siempre, cómplice de su hermetismo, lo encontró sonriéndole en cuanto abría sus ojos, tanto al levantarse, como cuando regresaba, como cuando volvía a dormirse. Y así cada noche, todas sin excepción, durante un año.
Pero una noche, sin más, desapareció; no volvió a producirse aquel contacto visual, en ninguna otra ocasión.  
Y el niño, simplemente, decidió olvidar; sin llegar nunca a comprender la verdadera razón de aquella visita, entendió que su presencia había estado colegiada a instancias ajenas a la suya; y, no siguiendo mínimamente unos parámetros de lógica alguna como paulatinamente fueron rigiendo su cotidianidad, con el paso de los años se excusó a recordarlo cuál espejismo o recuerdo que en otra vida se hubiese concertado, desde entonces limitándose a contemplar los misterios de la vida, no como algo increible -como hacía el resto de la gente-, sino como parte de la existencia misma.  
 
 

lunes, 13 de octubre de 2014


En toda época y lugar, en parte enlazando con el ámbito onírico, el hombre ha tenido experiencias más allá de toda lógica (que hoy han pasado a denominarse “estados alterados de la conciencia”), permitiéndosele entronizar con otra “realidad” más allá de nuestros sentidos. Y dicha experiencia, como su nombre indica, viene dada con un fin expreso que, generalmente, intentamos ignorar a causa de lo desagradable que ha podido llegar a ser, sin percatarnos que dicha realidad no asumida –a priori - por nuestros sentidos, debería ser comprendida no desde unas directrices básicamente racionales, sino vivenciales desde un orden más bien sutil (por así decirlo). 
Un apunte de mi amigo Joaquín en FB, me ha recordado una de estas experiencias a la que nunca he puesto nombre (aunque en diferentes culturas ha pasado a llamarse “nightmare”, “salto del muerto” o “Kanashibari”), pero que estaría relacionada con la de la aparición de una bruja, tipificada dicha aparición nocturna con tal paralelismo, personalmente desde temprana edad y con mayor intensidad durante la pubertad y adolescencia.
Dicha experiencia comenzaba con un intenso sonido agudo “in crescendo”, señal que así me indicaba el inicio de la misma (pudiendo aquí hacer mención a que “Al principio era el Verbo”, cual curiosa analogía con la que sopesar que dicho sonido recreaba la existencia –del latín “ex sistere”- o auspiciaba, desde el vacío, la posterior visión). Era también la señal para que yo abriera los ojos y, a continuación, se estableciera inmediatamente la relación de mi cuerpo inmovilizado con una sombra, cerniéndose “in so facto” el semblante de una anciana desfigurada a palmo escaso de mi cara, sin yo poder hacer otra cosa que oír sus histriónicos alaridos y debatirme infructuosamente en un intento de combate físico (el cual se mantenía durante dos o tres minutos, dos o tres veces por noche y todas sin excepción). 
Posterior y curiosamente, con el paso a la juventud, y dejando de lado un imperante mundo interior al que, hasta entonces, había dado mayor preeminencia -y, quizás con ello, cierta inmanente perspectiva teúrgica con la que “provocar” dicha experiencia-, ésta aparición fue reduciéndose hasta “casi” desaparecer. Y es que, con el paso de los años, he llegado a la conclusión que esta experiencia pasa por ser un aspecto más en el ámbito sutil de superación de nuestra condición "viajera" en mundos intermedios, superando el simple espacio psico-somático. No deja pues de ser una lucha con la que poder auspiciar un crecimiento interior directamente relacionado con nuestra esencia - en su condición inmaculada-, "vigilada" de maneras más o menos grotescas, como recogen múltiples leyendas y tradiciones religiosas a lo largo de los tiempos. 
Dejando de lado mi experiencia al respecto, más allá de otras apariciones más beatíficas y bienaventuradas –y de similares características-, desearía manifestar mi creencia de que nada es intrínsecamente “malo” en el ámbito de lo sutil (como si desde un organigrama exclusivamente mental pudiera así entenderse). Lo que sí es cierto, es que ciertas “experiencias” pueden causar una afectación mental inadecuada, a causa de la predisposición de nuestra actitud al respecto, así como una escasa preparación, tratándose de una manifestación, como he dicho, perteneciente al ámbito sutil, gracias a la cual poder superar la condición caída de nuestra alma.

sábado, 11 de octubre de 2014


"De ahí la disposición de cruzar los horizontes de lo conocido y lo familiar, a aceptar personas y ambientes nuevos como parte de nuestro destino, y a confiar en el sentido último de todo lo que sucede y está en harmonía con la hondura de nuestro ser y la universalidad de una vida más grande" (Anagarika Govinda).

Lectura recomendable: "Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada" de René Guénon. En una época como la actual tan desvirtualizada y carente de sentido, la lectura de este libro se hace, cuando menos, particularmente necesaria. En cambio, hubo otra época en que los símbolos servían inmediatamente para transmitir verdades metafísicas, más a causa de nuestro racionalismo se ha producido una ruptura, entre el Hombre y el Cielo, de difícil factura. Y René Guénon quiso dar testimonio de la perspectiva que, afortunadamente, heredó de la Tradición primordial, siendo el principal referente esotérico del S.XX. Así, con este libro resumió numerosas referencias simbólicas, con las que el lector poder asumir su naturaleza, cuando menos, doctrinal y tradicionalmente.
 
 
 


Entre perros y gatos, he llegado a la conclusión de que los animales son, cuando menos, más conscientes de “presencias invisibles" que los humanos e, intrínsecamente, de las catástrofes naturales (de lo que nadie puede dudar). Más allá de los mecanismos perceptivos pertinentes, con un límite manifiesto, la presencia de unas fuerzas –por así decirlo- más sutiles, difícilmente pueden hacerse compatible con nuestros sentidos. Estos últimos días me vienen a la mente imágenes de un ex rey de España o un ex presidente de CajaMadrid -donde posan con sus trofeos de elefantes e hipopótamos, correspondientemente- o, por ejemplo, la Justa de Tordesillas. En el orden natural del mundo, el cual hemos perdido de vista referencialmente, existe una conciencia del aspecto divino que lo engloba. Dios está presente en todas las cosas y, aunque la sociedad humana ha ido perdiendo paulatina y progresivamente dicha percepción de las cosas (todo y que, actualmente, en unas sociedades esto sea más patente que en otras –por ejemplo, la oriental lo ha hecho en menor medida), pienso que los animales son directa o indirectamente conscientes de dichas “presencias”. Cuando observo los documentales sobre la fauna animal –que tanto me apasionan- siempre he observado que nunca matan por placer, evitando trastocar el orden de la naturaleza misma e incluso evitando prolongar el dolor de la víctima, como si tales “sacrificios” formaran parte intrínseca de un perpetuo ritual. Y el respeto por dicho orden comporta una vinculación con las fuerzas sagradas que lo componen, motrices del orden cósmico; vinculación que nunca alcanzará a sospechar, ni remotamente, un espíritu lógico de su existencia.

"El gnóstico no desea nada, puesto que nada le falta para ser asimilado a Aquel que es bueno y bello. No ama a nadie de amor corriente, pero ama al creador a través de las criaturas. No cae en ningún deseo ni ningún apetito, pues no le falta ningún bien del alma, estando unido como está por el amor al amigo a quien pertenece por libre elección...Si el gnóstico no posee deseo alguno (dirán los oponentes), ¿Cómo puede amar?. Pero no conocen estos tales, el carácter divino del amor. Pues el amor no es un apetito, una tendencia de quien ama; es una intimidad amorosa que establece al gnóstico en la unidad de la fe, sin que tenga ya necesidad del tiempo ni del espacio" (Clemente de Alejandría).

"El Logos de Dios se ha hecho hombre a fin de que tú puedas comprender cómo el hombre puede llegar a ser Dios" (Clemente de Alejandría). "Yo he dicho: Dioses sois" (Juan 10, 34). "El Verbo se hizo hombre para que nosotros fuéramos divinizados" (San Atanasio). "Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios" ( San Agustín).

miércoles, 8 de octubre de 2014


"En el principio", comienza San Juan diciendo en su Evangelio, "era el Verbo y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios". Al principio, en la Edad conocida como de Oro, existió tal grado de espiritualidad que hoy día sería incomprensible; y, en cambio, el desorden y banalidad actuales, son reflejo sintomático de lo contrario: de la materialidad. Así pues, la única finalidad digna que tenemos, dependerá del grado en que nos unamos con el Verbo, cual antesala del misterio de la Encarnación; y, en dicha linea, deberíamos recordar, en todo momento, la intersección de la figura mediadora del Verbo: "nuestro" ángel, guardián y servidor de nuestra alma.

"No somos nosotros, sino la naturaleza, quien transmuta los metales; nosotros le preparamos, mediante nuestro artificio, la materia y le disponemos los caminos para que ella misma actúe de forma infalible; nosotros sólo somos sus ministros" (Geber).

Transmutar es mudar o convertir algo en otra cosa; pero, más allá de un cambio de lugar o físico, como indica cualquier diccionario, deviene así el proceso de metamorfosis o transformación, en relación a una búsqueda de la pureza original. La verdadera transmutación ha de operar entonces sobre los elementos sutiles de la individualidad, lo que necesariamente acontecerá mediante una influencia de tipo espiritual (en el laboratorio alquimista, por ejemplo, no se buscaría exclusivamente la única "redención" de la materia prima, sino también la del propio artesano). Desde esta perspectiva, se trataría de una regeneración o recuperación de dicho estado primordial, cual misterio cristiano de la Encarnación o transmutación espiritual afín a un "segundo nacimiento" -en palabras de Mircea Eliade-.

"La 'transmutación' no es propiamente sino un cambio de estado, en el interior del dominio formal que comprende a todo el conjunto de los estados individuales, o incluso, aún más simplemente, un cambio de modalidad en el interior del dominio individual humano, lo que es, por otra parte, el único caso al que de hecho hay que considerar con esta “transmutación”, volvemos entonces a los “Pequeños Misterios”, a los cuales se refieren en efecto las posibilidades de orden extracorporal, cuya realización puede ser incluida en el término de “longevidad”, aunque en un sentido diferente al que hemos considerado en primer lugar y que no sobrepasaba el orden corporal. Aún aquí deben hacerse otras distinciones, según se trate de extensiones de la individualidad humana o de su perfección en el “estado primordial”; y, para comenzar por las posibilidades de orden menos elevado, diremos en principio que es concebible que, en ciertos casos y mediante ciertos procedimientos especiales que dependen propiamente. Este es el sentido superior de la “resurrección” y del “cuerpo glorioso”, aunque estos términos puedan también a veces ser empleados para designar algo que, de hecho, se sitúa únicamente en las prolongaciones del estado humano, pero que se corresponde en cierto modo con estas realidades de orden principal y es como su reflejo, lo que especialmente es el caso de ciertas posibilidades inherentes al “estado primordial”, como las que consideraremos un poco más adelante.No tiene en efecto ningún interés considerar el paso a otros estados individuales, puesto que la perfección del estado humano permite acceder directamente a los estados supra-individuales, tal como anteriormente hemos explicado.El hermetismo o de lo que a ello corresponde en otras tradiciones (pues esto de lo que se trata es conocido en particular en las tradiciones hindú y extremo-oriental), los elementos que constituyen el cuerpo puedan ser “transmutados” y “sutilizados”, de modo que puedan transferirse a una modalidad extracorporal, donde el ser podrá desde entonces existir en condiciones menos estrechamente limitadas en relación con las del dominio corporal, especialmente bajo el aspecto de la duración. En tal caso, el ser desaparecerá en un determinado momento sin dejar tras él ninguna huella de su cuerpo; podrá,por otra parte, en circunstancias particulares, reaparecer temporalmente en el mundo corporal, en razón de las “interferencias” existentes entre éste y las demás modalidades del estado humano; de este modo es como pueden explicarse muchos de los hechos a los que los modernos se apresuran naturalmente en calificar de “leyendas”, a pesar de que en las cuales siempre hay no obstante alguna realidad No es necesario por otra parte ver en ello nada “trascendente” en el verdadero sentido de esta palabra, puesto que no se trata todavía sino de posibilidades humanas, cuya realización, además, no puede tener interés más que para un ser al que ésta torne capaz de desempeñar alguna “misión” especial; aparte de este caso, ello no sería en suma sino una simple “digresión” en el curso del proceso iniciático, y una demora más o menos prolongada sobre la vía que debe normalmente conducir a la restauración del “estado primordial” (René Guénon).

lunes, 6 de octubre de 2014


"Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo" (Mateo 17, 2-8).

“Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo lo miraba y gritaba: ‘!Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel!’ Y ya no lo vio más. Entonces, agarró su túnica y la rasgó en dos; luego recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la orilla del Jordán, y agarrando el manto de Elías, golpeó el agua, diciendo: ‘¿Dónde está el Dios de Elías, dónde? Golpeó el agua, el agua se dividió por medio y Eliseo cruzó” (2 Reyes 11-14).

“No dejo de estar, a propósito de mí mismo, inmerso en la locura y la admiración. En mí está toda la espera y la esperanza de los hombres. Para quien lo quiera en el Corán. Para quien lo quiera en el Libro discriminador. Para quien lo quiera en la Torah. Para otro en el Evangelio. Para quien lo quiera en la mezquita en la que ora a su Señor. Para quien lo quiera en la sinagoga. Para quien lo quiera en la campana y en el crucifijo. Para quien lo quiera en la Kaaba cuya piedra besa piadosamente. Para quien lo quiera en las imágenes. Para quien lo quiera en los ídolos. Para quien lo quiera en la vida retirada y en solitario. Para quien lo quiera en el merendero en el que se bromea con las queridas…¡Ay! si me viniese a buscar aquel que quiere conocer el camino; y si los cristianos y los musulmanes me escuchasen, haría cesar su antagonismo y se convertirían en hermanos tanto en el exterior como en el interior” (Abdelkader).

viernes, 3 de octubre de 2014




"Escuchadme, los que vais tras la justicia, los que buscáis al Señor: Mirad la roca de donde os tallaron, la cantera de donde os extrajeron" (Isaías 51,1).

"Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna y ellas son las que dan testimonio de mí...Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?" (San Juan 5:39, 46-47).

"Se lo llevó a la hija del faraón, que lo adoptó como hijo y lo llamó Moisés, diciendo: Lo he sacado del agua" (Éxodo 2,10).

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...