Debemos diferenciar entre aquel hilo de Ariadna que nos permitiría -como a Teseo salir victorioso del Laberinto- ser debidamente iniciados en el mundo sutil, donde hallar la Revelación; y el de Penélope, destejiendo la urdimbre asediada por falsos pretendientes -ante la ausencia de Ulises-, e igualmente útil, pues con él se confunde al imprudente curioso.
Homero mencionó a la Siria primitiva (cual "tierra solar" donde se hablaría la lengua siríaca o adámica), situándola allende Ogigia (lo que nos permitiría asociarla con la Thulê hiperbórea), isla en la que pasó prisionero Odiseo/Ulises siete años de su vida, en manos de la ninfa Calipso. Plutarco escribiría también sobre la isla de Ogigia, indicando que allí el sol era visible veinticuatro horas, pues disfrutaba de días más largos...
jueves, 30 de enero de 2014
Debemos diferenciar entre aquel hilo de Ariadna que nos permitiría -como a Teseo salir victorioso del Laberinto- ser debidamente iniciados en el mundo sutil, donde hallar la Revelación; y el de Penélope, destejiendo la urdimbre asediada por falsos pretendientes -ante la ausencia de Ulises-, e igualmente útil, pues con él se confunde al imprudente curioso.
miércoles, 29 de enero de 2014
Entre las meditaciones de Periandro de Corinto (S.VII aC.), recogidas en los Apotegmas de los ocho sabios de la Antigua Grecia, subrayo que “la ganancia deshonrosa es una mancha contra nuestra naturaleza”o “los placeres son mortales, las virtudes inmortales”, pues la dicha, la dulzura o la alegría serán quienes reemplazarán al dinero, el placer o las pasiones, cuando vaciemos nuestro corazón. Nadie nos obliga a ello, más allá de la nobleza. La virtud de la pobreza, por ejemplo, de entrada puede producir una amarga sensación, cual camino angosto que es, más libera de su pena a quienes han adquirido preocupaciones superficiales, pasando a deleitarnos con su belleza natural. "Considerad los lirios del campo, cómo crecen " S. Mateo 6: 28.
miércoles, 22 de enero de 2014
Los antiguos betilos, en relación con el Principio Universal que manifestaron las piedras sagradas, cual Polo, Pilar o Eje del mundo –y, por ende, morada divina-, fueron rememorados en la piedra negra o "del rayo" de posteriores monoteísmos (y no sólo simbólicamente), sirviendo de soporte de ciertos influjos espirituales. Asimilables igualmente al lingam hindú o el Ómphalos griego (recordando que Apolo se desplaza a Delfos para matar a la serpiente Pitón que custodiaba la sabiduría del oráculo), las piedras sagradas nos recuerdan el sintomático aspecto oculto de la religión, más allá de la moral intrínseca de cada una de ellas, en las diferentes culturas de todo el ámbito indoeuropeo desde la prehistoria.
martes, 21 de enero de 2014
La búsqueda espiritual es un camino nada fácil que debe transitarse en solitario. Liberarnos de las ataduras de la ignorancia y asumir el Conocimiento verdadero sin intermediarios es tarea “Hercúlea”. ¿Quién soy? Nos podemos esforzar –o no- en responder, pero la respuesta sólo la obtendremos sumergiéndonos profundamente en nuestro interior. Los sentidos, que nos acosan con sus continuas percepciones, creándonos un mundo exclusivamente material y mental, generalmente nos impide sopesar adecuadamente quiénes somos. Básicamente, no nos preguntamos esto, sino que escrutamos subterfugios con los que no buscar, ya no respuestas, ni siquiera preguntas. Esos mismos sentidos nos inducen a buscar, básicamente, la felicidad por encima de otras cosas, nos orientan hacia objetos externos, dando por sentado que obtener un estatus o un recurso u objeto afín a nuestras predilecciones, bastará para satisfacer toda expectativa. Y es que la mente está sujeta a una serie de “impresiones”, por así decirlo, que nos someten a una especie de patrón preestablecido, el cual básicamente pasa por imponernos una serie de pensamientos que acaban determinando todo aquello que hacemos o pensamos. Por ejemplo, si un día paseando encuentro una elegante prenda de ropa en el escaparate de un establecimiento y me digo – a pesar que seguramente no me sea muy necesaria-“la quiero”, a raíz de ello puedo contemplar tres posibilidades: la compro, no la compro aunque me martiriza el simple hecho de tener que seguir pensando en ella o la ignoro, cambiando simplemente el objeto de mi atención-y no permitiendo, de ese modo, que quede grabada más de la cuenta dicha “impresión”-.
Sobreentendiendo que la verdadera felicidad no depende de los objetos en sí mismos, sino de nuestra actitud hacia el mundo que nos rodea, esta actitud deberá ser templada y serena, basada sobre un control no exterior, sino interior (y aquí rememoro siempre la gran “Yihad” islámica). Y es que debemos ser conscientes, cuando menos, que al identificarnos con el pensamiento, le damos vida y pasamos a formar parte intrínseca del mismo. El ego crea un mundo dual, donde lo bueno y lo malo condiciona la visión global de las cosas, creando un mundo –tan relativo- de placer y dolor, vicio y virtud. Aquella “cabeza del pecado” que el cristianismo acabó denominando “pecados capitales” y a los que, en boca de Santo Tomás de Aquino, la naturaleza humana se halla tan inclinada, nos separa de la Unidad, con nuestro propio Ser y con quien nos rodea.
Pero, a pesar de exhortarnos firmemente a disciplinar nuestra mente, el ego es tan poderoso que el hecho de intentar liberar de su esclavitud (y que forma parte de la búsqueda espiritual –pues, de hecho, es la base-) es, como ya hemos dicho, harto complejo. Hemos de recordarnos continuamente que seremos más felices afrontando los obstáculos con una mente tranquila, más allá de recuerdos pasados o planes futuros. Cuando la mente se nos antoje tener vida propia, inconscientemente considerando pros y contras y esclavizada por deseos y emociones, se hace más necesario que nunca combatir las “impresiones” negativas que puedan inspirarnos dolor o depresión, buscando crear de nuevas y positivas, cual particular meta espiritual. Una meta basada en la amabilidad, el altruismo, la simpatía hará “vibrar” ese mundo interior –más que una imagen exterior de nosotros mismos, que también-; y ese mundo que no es nuestro cuerpo ni mente, es una existencia independiente que, en numerosas creencias, se sobreentiende como Dios. Esa energía vibrará a su vez proyectada a quien se encuentre a nuestro lado, cual energía positiva o “prana”. Por todo ello, deberíamos dar más importancia a la fuerza del pensamiento -y las palabras que del mismo devienen-, cuales poderosas energías sutiles que son y creamos constantemente.
Ya que los caminos para alcanzar nuestra Esencia verdadera son múltiples, recordemos en todo momento que es inviable comprenderla con nuestros sentidos, pues la mente humana no puede captar lo Eterno.
Cuando leemos “un hombre que consagra a Dios Todopoderoso todo lo que tiene, toda su vida, todo su conocimiento, es un holocausto” (San Gregorio) o “nuestro bien más grande pasa por ser consumidos por el fuego de Dios” (Maestre Eckhart) lo que Dios nos reclama, por boca de tan santa inspiración, no es sólo que seamos conscientes en todo momento de su presencia, sino que sea nuestra propia identidad dada a Él sin ambages. Si tenemos en cuenta los numerosos textos no sólo cristianos, sino más antiguos como hindúes o hebreos, en todos ellos se pone de relieve que el hombre ha nacido de mujer, debiendo posteriormente renacer gracias al fuego sacrificial.
Por poner un ejemplo, y siguiendo un texto hindú llamado ‘Satapatha brahmana’, fue así como “Prajâpati, en su propio sacrificio, se entregó a los dioses”. Entonces, el sacrificio es un acto sagrado reflejado por el mito, aunque debiendo ser entendido en sentido inverso.
Sacrificar y ser sacrificado, aquí esencialmente es lo mismo pues, en última instancia, es Dios quien se ofrece a sí mismo.
Pero no debemos olvidar que esta concepción intrínseca del Sacrificio, debe autoimponerse continua e inacabablemente en todas y cada una de las funciones de nuestra vida. Así, respirar, comer, hacer el amor, etc., deberíamos interpretarlo sacramentalmente, cual camino de perfección hindú (siddhi). En el Bhagavad- Gitâ, fue Krishna quien impone a Arjuna la renuncia del resultado de sus acciones, supeditándole al ideal de sacrificio; o sea, cumpliendo el plan divino de manera desinteresada y renunciando a nuestras propias obras (lo que entenderíamos como ‘auto-sacrificio’).
De hecho, toda iniciación es, propiamente dicho, un acto que asume una muerte y un posterior renacimiento; pues, sacrificar (del latín ‘sacra facere’) deviene “actuar correctamente”. Y, ya que todo sacrificio comporta un acto de devoción y amor (puesto que el amor debe ser la razón primordial de toda ofrenda), de ahí que se recibirá en retorno igual o mayor medida. En definitiva, el ofrecimiento divino depende en la medida en que nosotros mismos nos hayamos “abandonado”.
En dicho sentido de amor, devoción y abandono, el judío Filón de Alejandría interpretó el plano alegórico del sacrificio de Isaac, como el de aquella alma devota que se ofrece “interiormente” a Dios y, todo y que se inmola voluntariamente, por piedad divina le es permitido seguir manteniéndola en vida.
Así pues, quien ofrece un sacrificio, se ofrece a sí mismo desde la perspectiva de quien lo hace efectivo siendo parte inherente del mismo.
Por último, cabe recordar que el sacrificio, como la liturgia que lo envuelve, debe entonces ser comprendido, si queremos que sea totalmente efectivo, tanto exterior como interiormente; pues no se producirá de manera visible y hablada únicamente, sino también invisible y silenciosamente. En definitiva, ofreciéndonos en sacrificio, entendido como tal todo acto sacrificador, nos será restituida íntegramente la deidad desmembrada (será pues por la gnosis como podremos alcanzar dicha clarividencia). Debemos actuar altruista y desinteresadamente para con el prójimo -y para con nosotros mismos- sabiéndonos, en préstamo eterno, deudores de nuestra humilde existencia.
Por poner un ejemplo, y siguiendo un texto hindú llamado ‘Satapatha brahmana’, fue así como “Prajâpati, en su propio sacrificio, se entregó a los dioses”. Entonces, el sacrificio es un acto sagrado reflejado por el mito, aunque debiendo ser entendido en sentido inverso.
Sacrificar y ser sacrificado, aquí esencialmente es lo mismo pues, en última instancia, es Dios quien se ofrece a sí mismo.
Pero no debemos olvidar que esta concepción intrínseca del Sacrificio, debe autoimponerse continua e inacabablemente en todas y cada una de las funciones de nuestra vida. Así, respirar, comer, hacer el amor, etc., deberíamos interpretarlo sacramentalmente, cual camino de perfección hindú (siddhi). En el Bhagavad- Gitâ, fue Krishna quien impone a Arjuna la renuncia del resultado de sus acciones, supeditándole al ideal de sacrificio; o sea, cumpliendo el plan divino de manera desinteresada y renunciando a nuestras propias obras (lo que entenderíamos como ‘auto-sacrificio’).
De hecho, toda iniciación es, propiamente dicho, un acto que asume una muerte y un posterior renacimiento; pues, sacrificar (del latín ‘sacra facere’) deviene “actuar correctamente”. Y, ya que todo sacrificio comporta un acto de devoción y amor (puesto que el amor debe ser la razón primordial de toda ofrenda), de ahí que se recibirá en retorno igual o mayor medida. En definitiva, el ofrecimiento divino depende en la medida en que nosotros mismos nos hayamos “abandonado”.
En dicho sentido de amor, devoción y abandono, el judío Filón de Alejandría interpretó el plano alegórico del sacrificio de Isaac, como el de aquella alma devota que se ofrece “interiormente” a Dios y, todo y que se inmola voluntariamente, por piedad divina le es permitido seguir manteniéndola en vida.
Así pues, quien ofrece un sacrificio, se ofrece a sí mismo desde la perspectiva de quien lo hace efectivo siendo parte inherente del mismo.
Por último, cabe recordar que el sacrificio, como la liturgia que lo envuelve, debe entonces ser comprendido, si queremos que sea totalmente efectivo, tanto exterior como interiormente; pues no se producirá de manera visible y hablada únicamente, sino también invisible y silenciosamente. En definitiva, ofreciéndonos en sacrificio, entendido como tal todo acto sacrificador, nos será restituida íntegramente la deidad desmembrada (será pues por la gnosis como podremos alcanzar dicha clarividencia). Debemos actuar altruista y desinteresadamente para con el prójimo -y para con nosotros mismos- sabiéndonos, en préstamo eterno, deudores de nuestra humilde existencia.
jueves, 16 de enero de 2014
El alemán Jacob Boehme fue considerado, ya en vida,
profeta y visionario (a pesar de sintomáticas divergencias con la Iglesia
luterana –a la que pertenecía-). Admirador confeso de Paracelso, dijo estar en
posesión de la “lengua primordial” pudiendo, de esta manera, conjugar la Biblia
de Lutero, con la mística y el hermetismo; facultades con las que, según él, pudo
hacerse eco de la naturaleza dual del mundo en que vivimos, como base de dos
principios eternos que estarían cimentados en la luz y en su ausencia. Y es
que, según Boehme, el Génesis relataría un principio anterior a la nada
preexistente, cual cosmogonía de un tiempo primordial o pleroma inicial, con el
que pasaría a conformarse el Hombre universal (o Antrophos), primer mundo lleno
de luz basado en la naturaleza original (o arquetipo del alma humana). Ante semejante
perspectiva, Dios habría creado en primera instancia las tinieblas y a
continuación la luz como principios con los que darse “amorosamente” a conocer.
Y aunque Dios sea inaccesible e inefable para nosotros -en la línea cabalística
del En Sof- y del que sólo obtenemos un reflejo a través de los diferentes planos
de manifestación, su naturaleza original se hallaría oculta en todo lo que nos
rodea, aun cuando nuestros sentidos sólo puedan asumirlo como material y
perecedero. Por otra parte, la “caída del ángel” conformaría un tercer
principio, compuesto por los dos anteriores, cual arquetipo del mal y entronizando
con la aparición de Adán y su falta que nos habría condenado al ostracismo del purgatorio
en vida. Por tanto, la revelación habría comenzado con las tinieblas y, por
ende, con la “ausencia” de Dios o una voluntad que ya no fluiría directamente
de Dios, sino de un “doble” de Dios. ¿Y cúal sería nuestra labor? Recuperar la
unidad perdida, a pesar de la dualidad que representan la luz y las tinieblas
en la que nos hallamos sumidos. Aunque puédasenos antojar Boehme maniqueo, pues
ciertamente mantuvo un discurso dualista, éste no consideró el bien y el mal
como principios eternos, sino como el resultado de un verdadero principio
eterno (la naturaleza original de Dios, el Absoluto, sin principio ni fin,
eternamente perfecto). En definitiva, se trata de combatir a las tinieblas en
las que nos hallamos sumidos mediante la beatitud –según Boehme-, pues somos
puestos continuamente a prueba por Dios con la condición de que podamos recuperar
nuestra auténtica condición de luz, encarnando debidamente un alma que Dios engendró
“in illo tempore”…
martes, 14 de enero de 2014
Shiva, al final de cada ciclo, es destructor de los cielos y la tierra. Su fuego se encarga de destruir todo ego creado por las ilusiones más efímeras o las mayores hazañas. Es sobre todo en Bengala, donde se adora el aspecto más bien maternal de la manifestación de su shakti: Kali. Y, ante su baile, sólo cabe acercarse a ella mediante la renuncia total y previa purificación de nuestros corazones.
Y todo ello, mediante el fuego, como le reza un himno hindú:
“Como tú cremas el crematorio,
He hecho un crematorio de mi corazón
Donde Tú, la Oscura, la que en el crematorio mora,
Puedas bailar Tu danza eterna.
Nada más guarda mi corazón, Oh madre:
Día y noche arde la pira funeraria,
Y he mantenido esparcidas alrededor las cenizas de los muertos,
Lo he preparado todo para Tu llegada.
Mahakala, con la muerte conquistada bajo Tus pies,
Penetra, bailando tu danza rítmica,
Que podría contemplar con los ojos cerrados”.
Así pues, tenemos dos danzas: la de la naturaleza o Kali y la de la Iluminación o Shiva; y será la danza de Kali sólo posible, siempre que Shiva la permita.
Kali, mediante la destrucción, fecunda y crea (siendo pues preciso que algo muera para que otra cosa pueda nacer). De piel negra bajo una máscara desencajada, ojos centelleantes inyectados en sangre, afilados colmillos sobre una lengua ávida de libación, revestida de collares con cráneos humanos y bailando sobre un esqueleto, así es Kali; fuerza vital sin la cual nada tendría existencia.
Mi encuentro de esta tarde con una afable mantis religiosa, me ha llevado a indagar un poco más sobre este hermoso insecto dotado de tan alargado cuerpo y del que cuelgan sus amplias “manos” con las que, cuando se detiene, simula un gesto de súplica; por ello, ha sido llamada “lou prego Dio” -“la que reza a Dios”- o “mante prie Dieu” –“la religiosa-devota-guía”-. Y es que la mantis, que se alimenta de presas vivas, llega a devorar la cabeza del macho durante el acto sexual (cual Kali destructora - ésta llevando un collar de cabezas cortadas, al tiempo que se alza sobre unos cuerpos, blandiendo su espada sacrificial-). Igualmente, fue en la antigüedad griega donde llegaron a atribuirle el poder de adivinación “manteia” y de ahí el nombre de mantis –“adivina-profetisa”-, pudiéndose otrora advertir con su gesto seguro, la dirección adecuada que debía tomar el viajero que deseaba evitar los peligros del camino. Mas volviendo a la faceta voraz de la mantis, ciertamente es su beso mortal de necesidad, al devorar así a su amante (y es que, de entrada, ya fonéticamente amor y muerte -mors, en latín, aún más- se nos antoja harto semejantes). Por otro lado, cuando el macho es devorado por la hembra –a semejanza del niño por la bruja en mitad de la noche- se rememora aquel caos primordial del que nada sabemos, algo advertimos y todos tememos, afín al otrora desmembramiento ritual habido en numerosos cultos mistéricos, con el que disociar los elementos “viejos” antes de absorber mística y plenamente al dios ancestral, tras la posterior recomposición. Mircea Eliade, en referencia a las iniciaciones chamánicas, se refirió a la obligada observancia por parte del futuro chamán de su propia desmembración, donde “los espíritus le cortaban la cabeza, que dejaban a un lado”; tras ser totalmente descuartizado, un nuevo cuerpo sobrenatural permitiría al nuevo chamán moverse entre mundos, hallando así curas a las enfermedades o encontrando las almas perdidas. De hecho, en numerosos ritos de diferentes épocas, dicha “muerte” provocaba la posterior fertilidad. Recordemos, por ejemplo, el mito griego de Urano, donde fue su cercenado falo el que creara a Afrodita o Dioniso, personificando el frenesí desmembrador del propio éxtasis. Por no hablar de las múltiples referencias bíblicas sacrificiales. Por todo ello, el proceso arquetípico del sacrificio o la desmembración, como una descomposición inicial con el necesario fin posterior de transformación regeneradora, parte de la obligada muerte iniciática con la que dejar de pertenecer a este mundo y poder así nacer a otro… Por último, hay un versículo del Cantar de los Cantares que cita: “Que me bese con los besos de su boca”; la muerte del beso o “Mors Osculi” (muerte iniciática a diferencia de la física) que buscaría la “preciosa presencia del Señor que es la muerte de los santos” (Sal 116,15).
“En una muerte viva vi una vida muerta- Me mató Amor y, con tal muerte, ¡Ay!- que me encuentro a la vez privado de vida y de muerte” (Giordano Bruno).
“En una muerte viva vi una vida muerta- Me mató Amor y, con tal muerte, ¡Ay!- que me encuentro a la vez privado de vida y de muerte” (Giordano Bruno).
viernes, 10 de enero de 2014
Las riendas que dejé
eran como la arena de la playa,
conduje en pleno día un devastador
contra la madre y el joven,
les metí de repente
pánico y turbación, ...
la madre de siete hijos
desfallecía exhalando el alma,
se le ponía el sol de día
y quedaba desconcertada,
el resto lo entregaré
a la espada enemiga…
Oráculo del Señor (Jeremías 15, 8-9).
eran como la arena de la playa,
conduje en pleno día un devastador
contra la madre y el joven,
les metí de repente
pánico y turbación, ...
la madre de siete hijos
desfallecía exhalando el alma,
se le ponía el sol de día
y quedaba desconcertada,
el resto lo entregaré
a la espada enemiga…
Oráculo del Señor (Jeremías 15, 8-9).
jueves, 2 de enero de 2014
"Ahora, los temas que comentan los jóvenes son el dinero, lo que uno gana o pierde, las prendas de vestir, el sexo. Da pena...Estos nuevos valores, ¿no serán debidos a que la sociedad moderna se ha vuelto amante de la ostentación y aprecia el dinero sobre todas las cosas?" (Yamamoto Tsunetomo en Hagakure, 1716).
“Adán y Eva tenían manera y forma angélicas. El Creador les
prohibió comer del fruto, mas la mala cualidad que hay en la Naturaleza riñó
con la buena y llevó a estos al deseo; por eso, al instante recibieron una
forma y manera como la de las bestias, comieron del mal y del bien, tuvieron que
multiplicarse...perdiéndose mucho el gajo noble de ellos...Mas cuando Dios vio
que el hombre había muerto también en su conocimiento...y no quisieron
adoctrinarse del Espíritu de Dios, le dio leyes y doctrinas acerca de cómo se
tenía que comportar, con milagros y signos para que no se extinguiera el
conocimiento divino; pero ni así quiso revelarse la luz” (Aurora de Jacob
Böhme).
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"Cuando un hombre se siente atraído por una mujer y la desea, más que descubrir en ella las cualidades para criar la especie, bus...