miércoles, 9 de abril de 2014


El escritor, explorador y botánico Everard F. Im Thurn vivió un tiempo en 1883 en la Guayana francesa, describiendo las actividades de los “peaiman”, los médicos indígenas, en sus luchas contra los espíritus malignos: “cuando se apagaron las lámparas, nos encontramos en completa oscuridad. Entonces, se me previno de no pisar el suelo (desde la silla o el camastro), porque allí se podían encontrar los “kenaimas” y si te atrapan, pueden hacerte cosas terribles…De repente, el silencio inundo la pieza, haciendo temblar muros y techo…parecían proyectarse en un zumbido…De vez en cuando aparecía un sonido, primero leve e indefinido y luego aumentando en volumen, como si algún gran objeto con alas viniese de lejos hacia la casa, atravesara el techo y se posara pesadamente y, de nuevo, tras un intervalo de tiempo, parecía como si la misma cosa alada se elevara; notaba el aire en mi cara…Se trataba de los “kenaimas” yendo y viniendo. Sus alaridos primero se oían indefinidos desde lo lejos, pero se hacían más y más fuertes hasta que alcanzaban la máxima intensidad…Incapaz de moverme por mí mismo, me sentía como suspendido en algún lugar; y mis únicos pensamientos consistían en preguntarme por el origen de aquel ruido. De vez en cuando, el ruido cesaba…y me despertaba a medias; pero cuando éste regresaba y el ruido crecía de nuevo, caía otra vez en un estado de estupor”.

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