El escritor, explorador y botánico Everard F. Im Thurn vivió un tiempo en 1883 en la Guayana francesa, describiendo las actividades de los “peaiman”, los médicos indígenas, en sus luchas contra los espíritus malignos: “cuando se apagaron las lámparas, nos encontramos en completa oscuridad. Entonces, se me previno de no pisar el suelo (desde la silla o el camastro), porque allí se podían encontrar los “kenaimas” y si te atrapan, pueden hacerte cosas terribles…De repente, el silencio inundo la pieza, haciendo temblar muros y techo…parecían proyectarse en un zumbido…De vez en cuando aparecía un sonido, primero leve e indefinido y luego aumentando en volumen, como si algún gran objeto con alas viniese de lejos hacia la casa, atravesara el techo y se posara pesadamente y, de nuevo, tras un intervalo de tiempo, parecía como si la misma cosa alada se elevara; notaba el aire en mi cara…Se trataba de los “kenaimas” yendo y viniendo. Sus alaridos primero se oían indefinidos desde lo lejos, pero se hacían más y más fuertes hasta que alcanzaban la máxima intensidad…Incapaz de moverme por mí mismo, me sentía como suspendido en algún lugar; y mis únicos pensamientos consistían en preguntarme por el origen de aquel ruido. De vez en cuando, el ruido cesaba…y me despertaba a medias; pero cuando éste regresaba y el ruido crecía de nuevo, caía otra vez en un estado de estupor”.
Homero mencionó a la Siria primitiva (cual "tierra solar" donde se hablaría la lengua siríaca o adámica), situándola allende Ogigia (lo que nos permitiría asociarla con la Thulê hiperbórea), isla en la que pasó prisionero Odiseo/Ulises siete años de su vida, en manos de la ninfa Calipso. Plutarco escribiría también sobre la isla de Ogigia, indicando que allí el sol era visible veinticuatro horas, pues disfrutaba de días más largos...
miércoles, 9 de abril de 2014
El escritor, explorador y botánico Everard F. Im Thurn vivió un tiempo en 1883 en la Guayana francesa, describiendo las actividades de los “peaiman”, los médicos indígenas, en sus luchas contra los espíritus malignos: “cuando se apagaron las lámparas, nos encontramos en completa oscuridad. Entonces, se me previno de no pisar el suelo (desde la silla o el camastro), porque allí se podían encontrar los “kenaimas” y si te atrapan, pueden hacerte cosas terribles…De repente, el silencio inundo la pieza, haciendo temblar muros y techo…parecían proyectarse en un zumbido…De vez en cuando aparecía un sonido, primero leve e indefinido y luego aumentando en volumen, como si algún gran objeto con alas viniese de lejos hacia la casa, atravesara el techo y se posara pesadamente y, de nuevo, tras un intervalo de tiempo, parecía como si la misma cosa alada se elevara; notaba el aire en mi cara…Se trataba de los “kenaimas” yendo y viniendo. Sus alaridos primero se oían indefinidos desde lo lejos, pero se hacían más y más fuertes hasta que alcanzaban la máxima intensidad…Incapaz de moverme por mí mismo, me sentía como suspendido en algún lugar; y mis únicos pensamientos consistían en preguntarme por el origen de aquel ruido. De vez en cuando, el ruido cesaba…y me despertaba a medias; pero cuando éste regresaba y el ruido crecía de nuevo, caía otra vez en un estado de estupor”.
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