"La Iluminación podría alcanzarla cada uno de nosotros si se librase de la ignorancia, abandonando el concepto dualista de la vida y del mundo...La verdad última debe comprenderla cada cual mediante su propio esfuerzo, no siendo la comprensión discursiva más que la superficie de las cosas...Los budistas llegaron a advertir que, dentro de nosotros, tenemos todo lo que necesitamos. Este es el poder intuitivo capaz de comprender la verdad espiritual...Y mientras no se subyuguen las pasiones (klesa) y mientras la mente permanezca envuelta en la ignorancia, ni tan sólo un budista podrá obtener un Moksha (liberación) que es el Nirvána" (D.T.Suzuki).
Homero mencionó a la Siria primitiva (cual "tierra solar" donde se hablaría la lengua siríaca o adámica), situándola allende Ogigia (lo que nos permitiría asociarla con la Thulê hiperbórea), isla en la que pasó prisionero Odiseo/Ulises siete años de su vida, en manos de la ninfa Calipso. Plutarco escribiría también sobre la isla de Ogigia, indicando que allí el sol era visible veinticuatro horas, pues disfrutaba de días más largos...
miércoles, 16 de julio de 2014
"La Iluminación podría alcanzarla cada uno de nosotros si se librase de la ignorancia, abandonando el concepto dualista de la vida y del mundo...La verdad última debe comprenderla cada cual mediante su propio esfuerzo, no siendo la comprensión discursiva más que la superficie de las cosas...Los budistas llegaron a advertir que, dentro de nosotros, tenemos todo lo que necesitamos. Este es el poder intuitivo capaz de comprender la verdad espiritual...Y mientras no se subyuguen las pasiones (klesa) y mientras la mente permanezca envuelta en la ignorancia, ni tan sólo un budista podrá obtener un Moksha (liberación) que es el Nirvána" (D.T.Suzuki).
lunes, 14 de julio de 2014
Debemos encomendarnos a la transmutación espiritual, con el fin de
desentendernos del hombre exterior carnal influenciado por su contingencia
intrínseca. El hombre de luz, tal como nos recuerda constantemente Henry Corbin
en su magnífica obra, se halla actualmente “cautivo en la sombra”. Hace más de
800 años, Sohravardî ya relacionó la Naturaleza Perfecta del místico con la del
Ángel arquetípico de la humanidad, de donde la primera no podría manifestarse
“en persona” más que a aquel cuya naturaleza fuese perfecta; y donde, cada uno
de los dos, asume simultáneamente la posición de yo y tú, cual imagen y espejo
contrastada. Cuando acaece tal suceso, con fe asevero que es mi imagen perfecta
la que entonces me mira –a través de mi propia mirada-. “Lo primero que tienes
que hacer por ti mismo es meditar atentamente tu entidad espiritual que te
gobierna y que está asociada a tu astro, a saber, tu Naturaleza Perfecta”.
¿Cual es pues la Naturaleza Perfecta? Aquella unida al astro que nos
gobierna; y “reencontrarnos” con nuestra Naturaleza Perfecta, entonces devendrá
cual revelación iniciadora, ya sea en sueño o vigilia.
sábado, 12 de julio de 2014
Como fracasos y dificultades del psicodrama de esta vida, transitamos entre meandros y senderos sin salida, peregrinando hacia el centro de este “Laberinto”; no obstante, al orientarnos por un plano discursivo lógico-racional, resulta tan difícil acceder a dicho “Centro”, como luego salir del mismo -tal como le sucedió al propio Ícaro-. Ese centro mitológico del Laberinto, cual “revelación”, expresa la más elevada estructura del Espíritu. Jamás hemos de perder de vista la noción del Centro, punto central entre lo manifestado y lo no-manifestado, eje o Principio que reúne el Cielo y la Tierra. La muerte y la resurrección se hallan así en relación con el Laberinto, cual trama en que se teje la hilatura de toda enseñanza mítica, reveladora de nuestra auténtica condición existencial. Bajo la faz de un hipotético sincretismo, Thot, Hermes, Mitra u Osiris nos han ido mostrando tradiciones ancestrales. Quien aspire a permeabilizarse debidamente de esta “Ciencia Sagrada”, ha de “morir” míticamente y luego “renacer” palingenésicamente. Debemos concebir la muerte como condición sine qua non a la vida eterna (de hecho, no hay vida sin muerte).
jueves, 10 de julio de 2014
La relación entre simbolismo de la noche y del Cosmos y su expresión terrenal, han tenido numerosas referencias como, por ejemplo, el “Campus estela” reflejado en el Camino de Mercurio…de Hermes (donde el propio peregrino que recorre el Camino acaba conformando una transformación propia -en Alquimia, el “peregrino” es la Materia prima-) o el nacimiento del Hijo del Dios Sol, coincidiendo con el Solsticio de Invierno y donde Sirius es la estrella que siguen los tres Reyes Magos (en su conjunto de las Tres Marias –que conforman el Tajalí o Cinturón de Orión-); de hecho, desde dicha perspectiva, Sirius sería Jesús y la Virgen María, la Constelación de Virgo. Por último, recordaría también que en aquel establo, el Niño mediaría entre el buey y la mula, donde la testa del primero simbolizaría la Luna celeste y la mula, por ende, la Tierra.
Kundalani o el Árbol del Bien y del Mal…-y de la
Vida-, que sostenía en el Génesis a la Serpiente en su tronco. El Caduceo de Hermes, que con tan
simbólica forma, conecta dos serpientes (en Alquimia se diría que una de fija y
otra de volátil, una el Mercurio y otra el Azufre), siendo Hermes quien ayudó a
Isis a buscar a Osiris (cuyo hermano Set, cabe recordar, representaría el Logos
enterrado en la materia), simbolizando Isis el Cielo y Osiris la Tierra.
Conectando la disciplina alquímica con la mitología griega, Hermes conecta las dos serpientes, el Sol y
la Luna; de hecho, Ulises (el Oro volátil) pidió la ayuda de Hermes para
alcanzar Ítaca (o Tierra fija), donde poder “transmutar” finalmente en “Piedra
Filosofal”.
San Jorge (el Maestro interior) ha de matar al dragón, al igual que
Apolo en Delfos a Pitón.
En la Alquimia, la Piedra es llamada “serpiente venenosa” o “Hija de
Saturno”, siendo la piedra o betilo, la antesala de la escalera por la que
ascienden y descienden los ángeles del sueño de Jacob (de hecho, tanto Osiris
como Jacob ansían su condición primordial).
Y en
el Camino de Santiago, nos encontramos con el bordón, que no es otro que el
mismo Caduceo –así como el Camino es llamado también “Jacobeo”-.
El sexo
masculino y la pérdida del mismo (Osiris), deviene análogo a la pérdida de la
Palabra, del “Axis Mundi” o unión entre el Cielo y la Tierra. El miembro
masculino erecto, es entonces relacionado simbólicamente con la escalera, el
betilo o piedra enderezada, el Axis Mundi; Axis Mundi que nacería del hueso sacro, sobre el que nuestra
columna vertebral contendría, potencial y sutilmente, dicha Kundalini.
miércoles, 9 de julio de 2014
Creo que fue Platón quien aseveró que el mundo sensible no es más que un reflejo del inteligible. Desde dicha perspectiva, deberíamos mantener una cierta distancia con lo que ocurre a nuestro alrededor, evitando oponer contingencias entre sí, más allá de lo ilusorio o impermanente; más allá de un saber discursivo. Y es que podemos vislumbrar otro saber, éste supraindividual, testimonio del "logos". La razón discursiva alcanza un nivel relativo, siempre en confrontación con otros puntos de vista; mientras que, en el conocimiento intelectual puro, toda discusión deja de tener sentido. Fue Aristóteles quien dijo que en virtud de nuestra inteligencia, podemos alcanzar la verdad -en el camino acertando o errando gracias a la razón-, más siempre conforme a la verdad de mano del intelecto.
sábado, 5 de julio de 2014
La
reencarnación, según diferentes doctrinas, devendría un inciso terrenal del
alma inmortal en pos de su purificación, en tanto que aquella, como tal, no se encontrara
liberada del deseo; deseo que, por ejemplo, desde la perspectiva hindú crearía un
karma.
Por un
lado, tenemos la creencia cristiana de un tiempo lineal que acaba en un Juicio
del que saldrán unos “salvados” y otros “condenados”; los primeros retomarían –desde
la época del Paraíso- un Cuerpo de Gloria o de Resurrección, mientras que los
segundos se hallarían reprobados eternamente en el inframundo. En cambio, las
doctrinas hinduista y budista inciden mayormente en el tiempo cíclico,
considerando la posibilidad de que el alma del fallecido pueda reencarnarse en
un nuevo cuerpo; y así sucesivamente, una y otra vez, hasta alcanzar la
extinción kármica y la Liberación.
Esto sería
lo que entendemos por reencarnación, pero en realidad no es así; la experiencia
de la rueda, como símbolo de la sempiterna singladura del alma humana, ha de
ser desechada y tenida, en cambio, en cuenta la cíclica -en espiral-; incluso,
lo emplazado como “reencarnación”, pasa a ser realmente una transmigración del
Alma espiritual, en todo caso. Es decir, el ente humano pasa a un estado
no-humano; o lo que sería lo mismo, a un estado superior del ser.
Escatológicamente
hablando ésta es una de las maneras de transmigración.
Aunque algunos
deberán purificarse en un “purgatorio” o bien invocando a “Amitabha”, y así
pasando a un estado paradisíaco del “Limbo Loto” (Paraíso del Amidismo). Entonces,
los que han obtenido la Liberación pueden ayudar a los demás, a su vez, a
obtenerla; pues, estando en el centro –es decir, en el Nirvana- consideran que
Samsara -o la Rueda de la Vida- no deja de ser Nirvana.
En apoyo
de la teoría de la reencarnación, tal como fue predicada otrora por teósofos u
ocultistas, se puede decir que en sesiones espiritistas se llegaron a materializar
ectoplasmáticamente residuos psíquicos que, en ningún caso, constituyeron la personalidad
total del difunto; restos psíquicos invocados por los asistentes a las sesiones
de tal índole.
Es digno
de mencionar igualmente que la idea de reencarnación consiste en los múltiples “yoes” que cada ego
posee, y que son renovados a cada instante por medio del karma, durante toda
nuestra vida. La Liberación se encuentra en cada instante presente, pero no
somos capaces de detener el incesante flujo samsárico que hace “girar la rueda”
existencial.
Una
imagen ilustrativa de la reencarnación sería el encendido simbólico de una vela.
El ego es representado en la figura de la vela, mientras que la llama deviene
el karma; justo antes de agotarse la primera vela, se enciende una segunda con
la primera mortecina que, a punto de extinguirse, permite que sucesivamente
vayan encendiéndose otras, y así hasta llegar a una última en la que ya no
prendería el fuego, pues se habría extinguido el karma (y, con ello, las trasmigraciones).
“Entonces
sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que
es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la
verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que
Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que
quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los
discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista” (Mateo 17,
10-13).
La verdadera
perspectiva que debe conferir dicho versículo, aunque parezca sustentar la
teoría de la reencarnación, no lo es a causa del objeto de la misma más allá de
la representación humana o egótica del término, pues es el Espíritu divino e
iniciático aquel que conforma dicha perspectiva (por ejemplo, así ocurre en el
caso del Tülku del Budismo tibetano, en el que se reencarna el Espíritu y no el
ego, con objeto de auspiciar la iluminación en aquellos que siguen sus pasos).
Una idea
distinta es la de metempsicosis, que consiste en la creencia de la posibilidad
de reencarnación de un ego en un estado infrahumano, o sea, animal, vegetal o
mineral; en este caso, restos psíquicos
de un difunto pasarían a formar parte del mismo, teniendo en cuenta que la
personalidad de que el ego humano es un conglomerado, acaba por disgregarse.
“Nunca
en la India, ni siquiera en el contexto budista, se enseñó una doctrina de la
reencarnación que afirmase que el mismo ser humano haya vivido alguna vez en la
tierra y haya muerto renacerá de otra madre terrena. Y lo mismo puede decirse
de la tradición neoplatónica o de cualquier tradición ortodoxa. Se afirma en
los Brâhmana, de forma tan categórica como en el Antiguo Testamento, que
quienes una vez se fueron de este mundo se han ido para siempre y no serán vistos
de nuevo entre los vivos” (Ananda K.Coomaraswamy).
En
realidad, la idea del Boddhisattva que renuncia al Nirvana para ayudar a los
demás, tiene su lógica en que “si todo es uno”, hasta que no se haya liberado
el último ser “samsárico”, seguirá optando por dicha manifestación.
“No vivo
yo, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20), porque en la Pasión y
Resurrección de Jesucristo, la muerte ha sido vencida finalmente, liberándonos
de ella y, por ende, del concepto de la reencarnación.
viernes, 4 de julio de 2014
La palabra Redención deviene del latín "redimo" que significa "recuperar lo que se hallaba perdido". Así, el Tiempo de Cuaresma transcurre desde el Miércoles de ceniza hasta el domingo de la Pasión. Antiguamente, con la finalización del Tiempo de Pasión, los primeros cristianos eran entonces bautizados (siendo la Cuaresma, tiempo de preparación). La Cuaresma era recordada como previo ejercicio de humildad antes de la Crucifixión -en Viernes Santo-. Estos días rememoran el Misterio de la Cruz, en la medida que éste compatibiliza un signo de muerte y Vida, Regeneración de un estado adámico o primordial, mediante la Resurrección.
“El lenguaje de Dios es silencioso; pero nos ofrece numerosas señales. Si lanzamos una ojeada retrospectiva, comprobaremos que nos ha dado un empujoncito mediante amigos, un libro, o un supuesto fracaso, incluso mediante accidentes. En realidad, la vida está llena de estas mudas indicaciones. Despacio, si permanezco alerta, a partir de todo esto se va conformando el conjunto y empiezo a percibir cómo Dios me guía” (Benedicto XVI).
El Emperador Constantino fue llamado "isapostolos" ("igual a los apóstoles) por su atribución dentro del Sínodo de la Iglesia de Bizancio, resumido en su propia cita: "Soy también un obispo, pero vosotros sois los obispos encargados de los asuntos interiores de la Iglesia; y yo he sido constituido obispo de Dios para los asuntos exteriores de la Iglesia".
La tradición mística imperial de César Augusto –rememorada también por la beata Anne-Catherinne Emmerich- sostiene que éste vio “en el cielo la aparición de una virgen, llevada sobre el arco iris y de la que parecía salir un niño”. El oráculo de la Sibila Tiburtina relacionó la visión con un niño ya nacido ante el que deberían ceder todos los oráculos romanos. En consecuencia a ello, Augusto edificó un altar en el Capitolio con el nombre de Ara Primogeniti Dei (“Altar del Primogénito de Dios”). Trescientos años después, el emperador Constantino el Grande construyó una iglesia en ese lugar, llamada Basílica Sanctae Mariae de Ara Coeli (“Basílica de Santa María del Altar del Cielo”).
"El gran rosetón de la Catedral de Notre-Dame de Paris tiene a la Virgen en el centro, con el zodiaco en el círculo exterior, siendo María el punto marcado por el "Axis mundi", cual "Regina mundi". La constelación zodiacal de la Virgen desempeña un importante papel para el culto mariano. Las grandes catedrales de los siglos XII y XIII se pusieron bajo su advocación. Como reza un himno de Adviento: "La Virgen encinta del Verbo, se vuelve puerta del Paraíso; trajo a Dios al mundo y nos abrió el cielo" (Jean Hani).
"El hombre superior huye de sí mismo para obtener la presencia de su Señor. Quien prefiere la soledad, a frecuentar a los demás, prefiere a su Señor; nadie conoce los bienes y secretos con que Dios le beneficia. La soledad se experimenta cuando el corazón se retira de las cosas creadas y permanece en intimidad con Él, que es la causa del deseo del aislamiento" (Ibn Arabî)
Hay dos tipos de silencio: de la lengua y del corazón. Quien acalla su lengua, alivia su carga; quien acalla ambos, purifica su alma. El silencio de la lengua deviene en las personas espirituales; y del corazón, en la gente contemplativa. El Corán, por ejemplo, dice de su profeta "que no habla movido por bajos deseos. Sólo la Revelación es revelada" (Corán 53, 3-4).
María era Virgen a causa de, por ello, representar las virtudes necesarias para recibir al Espíritu Santo, debiéndose "vaciar" -ser incluso "negra"- de todo vicio o defecto, "sacralizándose" para poder "quedar en estado", así realizar el estado adámico o primordial y, en virtud de su misericordia, reflejar lo Eterno y su Gracia.
"En el Génesis se nos habla de Melquisedec como 'rey de Salem' y sacerdote del Dios altísimo, que bendijo a Abraham y ofreció pan y vino -Gn 14,18-. Cita igualmente el Salmo 109,4 : "Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec".
La víspera de la muerte su muerte en la cruz, Cristo instituyó en el Cenáculo la Eucaristía. Pan y vino se convirtieron en su Cuerpo y su Sangre. Así se cumplía la profecía de la antigua Alianza de Melquisedec; se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote a semejanza de Melquisedec (Hb, 5, 7-10)". Homilía de Juan Pablo II del 22/6/2000.
El dolor es una promesa condicionante de la salvación prometida (tal como nos indica el propio cristianismo), donde el dolor y la muerte devienen expiatorias de las diversas culpas y, a la par, motivadora trascendencia ascética. En el ámbito del rito penitencial y doloroso, tanto en la mitología religiosa como en las distintas formas iniciáticas, el sacrificio se realiza con la previa y debida aprobación conjunta, así como con la tácita aceptación de la víctima escogida (cuando no se trata de un autosacrificio, donde la víctima misma se infringe su doloroso proceso).
El corazón puede sufrir, no siendo consciente de la aspiración primordial de su alma; o, en cambio, aspirar a ser aquello a lo que está llamado a ser. Por iniciativa ajena a mi voluntad, vine a parar a este mundo en unas coordenadas espacio-temporales muy concretas, que en parte han condicionado mi postulado cristiano (bautismo, comunión, confirmación...). Posteriormente, a pesar de dichas coordenadas, por otra parte vigentes, la perspectiva religiosa ha ido variando (más o menos) dependiendo de las circunstancias; y, en base a las mismas, la perspectiva del mundo que te rodea va cambiando con el paso de los años (y las compañías, muy importante -de hecho, más que los años-). Hará unos siete años, conocí a una persona que me hizo una sencilla pregunta: ¿sabes la diferencia entre exoterismo y esoterismo? A partir de ahí, a banda de seguir manteniendo una estrecha relación con dicha persona, e indagando la respuesta inmediata, fueron surgiendo otras más que han hecho que fuera recordando (volviendo al corazón) y -como he dicho-cambiando la perspectiva que de este mundo tan condicionando tenía desde que nací. Asumes la simplicidad y pureza de corazón como esenciales en todo momento para cambiar tu mundo (el único que puede cambiarse, pues "el mundo" no cambia más que por sí sólo -aunque pueda hacerlo en parte en nuestra inmediatez, gracias a nuestro ejemplo). La ruptura entre nuestro pasado y presente, deviene personal y pública a la vez: la "fuga mundi"; pero ésta fuga es, básicamente, una actitud espiritual, pues "el hábito no hace al monje". Debemos ser como un monje, mas "extra mundum"; abandonando, eso sí, todas las cosas que nos apegan, ejercer la práctica cotidiana de todas las virtudes...La vida monástica, así configurada, aporta serenidad, gozo y paz. Es, en definitiva, "nacer por segunda vez". Y es que el camino al Todo es renunciar a todo...
...En tu opinión, ¿qué es lo que te ha permitido alcanzar la verdad eterna?.
"Es el haber abandonado mi ser allí donde me encontrara. Los hombres no liberados tienen horror a lo que constituye la alegría profunda de los hombres liberados. Nadie que no haya muerto completamente a sí mismo es rico en Dios" (Maestro Eckhart).
El templo es una puerta que conjuga dos mundos, opuestos en apariencia y simbólicamente expresados como Cielo y Tierra, propiciando apaciguar así nuestra alma. De hecho, la palabra templo deviene de templar; y lo que se busca templar es nuestra condición espiritual, superando toda dualidad (la que, por otra parte, sólo contribuye a nuestra desazón existencial). Por ello, el templo deviene puerta por la que recibir la influencia espiritual en nuestro mundo, cual bálsamo divino (y que, generalmente, se adquiere, dicho sea de paso, tras un sacrificio). Por todo ello, el templo representa básicamente la presencia de Dios.
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