viernes, 14 de agosto de 2015


"En un sueño, separándose del cuerpo y sintiéndose transportado muy lejos, percibió un magnífico palacio o templo y, en su cima, una luz potente que salía de un gran ventanal. Al cabo de unos instantes, tuvo una comprensión de orden intelectual, y se sintió envuelto en una luz aún más viva. En otro sueño, a la edad de cuarenta y tres años, se vio abandonado el cuerpo y penetrando en un parque: 'el brillo de la luz era sorprendente'. En una visión, en un estado próximo al sueño, le pareció que atravesaba un túnel, y que salía al otro lado, donde le esperaba un paisaje soleado y lleno de luz. En el sueño que tuvo a los cuarenta y tres años, tuvo de pronto conciencia de resplandor luminoso de calidad espiritual. En otra ocasión, le pareció que podía distinguir la luz de otro mundo de la luz del mundo físico" (Mircea Eliade en 'Mefistófeles y el andrógino').

En mitad del siglo XII, la "Historia de Noruega" recoge diferentes episodios de éxtasis, como legado escrito de lo que se comúnmente ha venido a llamarse "brujería". Paso a detallaros un capítulo relacionado con un pueblo del norte de Noruega, en Laponia, titulado “los fineses”:
“Los lapones veneran un espíritu inmundo denominado ‘gandus’, gracias al cual hacen profecías y son capaces de ver cosas alejadas y descubrir tesoros ocultos. Un cristiano que comercia con ellos está comiendo en su casa cuando de pronto expira la anfitriona. Sin mostrar desconcierto ni aflicción, los compañeros de la muerta le explican que ésta ha sido víctima de un ‘gandus’ hostil y que van a devolverla a la vida. Uno de ellos es mago. Extiende una sábana en el suelo, se instala encima para pronunciar hechizos sacrílegos, levanta en sus manos un vaso en el que hay imágenes de ballena, de ciervo, una barquita con sus remos, pequeños esquíes con sus correas -vehículo que emplea el diabólico ‘gandus’ en la nieve alta, en las pendientes montañosas y en las ciénagas profundas-. Comienza entonces el mago sus hechizos cantando y dando brincos, se derrumba luego sobre el suelo, negro como un etíope, espumeando por la boca como un frenético y, con el vientre desgarrado, entrega el espíritu con un rugido. Las demás personas piden entonces consejo a otro experto en artes mágicas, que hace lo mismo que el anterior, pero con éxito. La dueña de la casa volvió a la vida, así como el mago difunto, que cuenta que habiendo su ‘gandus’ tomado forma de ballena, se encontró con un ‘gandus’ enemigo metamorfoseado en estacas aceradas, sujetas al fondo del mar, y que le habían abierto el vientre”.

Los pies son sinónimo del alma...porque sostienen al cuerpo.

"La capacidad del hombre normal, cuya mente inundada de pasión por el amado o el deseo al ver algún objeto codiciado, raramente ha podido vivir de acuerdo con el nivel de moralidad prescrito por aquel que devino profeta" (Gopi Krishna).

Una pluma de avestruz era colocada en un platillo de la Balanza del "Juicio de los Muertos" egipcio, mientras el alma del difunto lo era en el otro. Y dicha pluma estaba igualmente relacionada con la diosa Maat, hija de Ra y esposa de Thoeh (Hermes), a su vez relacionada con el orden -cósmico-, la justicia, el equilibrio, la armonía y la rectitud (el "Libro de los Muertos", hace alusión a la Doble Maat, siendo llamado Osiris "Señor de las Dos Maat").

Numerosos mitos y leyendas se han forjado alrededor de quien se contempla ante un espejo y lo que ello comporta. Para los neoplatónicos, podía suponerles perder la dicha de su propia alma. Entre los gnósticos corría la leyenda que Adán quedó prendado de su imagen tras verse reflejado -análogo a la historia de Narciso-; por no hablar de la literatura moderna: "Las aventuras de la noche de San Silvestre", "El estudiante de Praga", "El Horla" o "El Retrato de Dorian Gray". En todas ellas, el alma -toda o en parte- pasa a manos de quien posea su retrato o imagen.

La cifra de "cuarenta" tiene el sentido de la reconciliación y que deviene un "retorno al Principio".

"Dijo el sabio: la sabiduría del pobre es a menudo despreciada y la necedad del rico es encubierta" (Shlomó Ibn Gabirol).

Preciso se hace dividir las cosas en dos clases: aquellas que el hombre puede comprender con su inteligencia y aquellas que la exceden. ¿Y qué debe el hombre buscar en esta vida? Lo más necesario es "saberse" uno mismo y, por ende, conocer lo que se halla fuera de él; y, para ello, debe nuestra alma aspirar al mundo más elevado, por lo que se precisa huir de la ignorancia en la que nos hallamos instalados.

Cuarenta son los años que Set permaneció en el Paraíso, días que duró el Diluvio, días que pasó Moisés en la Montaña del Sinaí, años que vagaron por el Desierto los hebreos, días que ayunó el Cristo...De hecho, sólo en la Biblia se emplea este número cuarenta, 102 veces.

Toda religión enseña una serie de preceptos y reglas de conducta, con las que congratularse con su dios; y dichas reglas pueden ser orales o estar escritas, debiendo formar parte de la cotidianidad de sus adeptos. Por ello, la religión deviene útil, entronizando la perspectiva divina como una etapa más de la persona en la búsqueda del sí mismo.

“Tu amor se ha insinuado en mis miembros tan íntimamente como, en el alma, la palabra interior. No puedo suspirar sin que Tú estés en mi aliento, sin que circules por cada uno de mis sentimientos. Mis ojos no pueden cerrarse sin que Tú te encuentres entre las pupilas y los párpados” (Sunnun).

En la cosmología taoísta se dice que el Sol y la Luna giran en sentido contrario (en sentido "solar" el Sol y en sentido "polar" la Luna), simbolizándose así el Eje del mundo.

En la leyenda del Ganges, originalmente el río no podía modular sus intempestuosas aguas, que desde el Himalaya caían sobre el mar, por lo que todos los dioses se reunieron para buscar una solución hasta que shiva se ofreció para disponer su larga cabellera con la que absorber tan díscolas aguas. Y así, el Ganges acabó discurriendo sobre su frondosa cabellera, quedando enredado y serenado su curso hasta su desembocadura en el océano Índico.

"La respuesta a la cuestión fundamental sobre el sentido de la vida no puede tomar más que una forma religiosa" (André Malraux).

"¿Uno que no sepa gobernarse a sí mismo, cómo sabrá gobernar a los demás?" (Confuccio).

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...