“Y le echó el Señor Dios del paraíso de deleites, para que
labrase la tierra de que fue formado. Y desterrado del paraíso de las delicias,
un querubín con espada de fuego, que andaba alrededor para guardar el camino
que conducía al árbol de la vida” (Génesis 3, 23-24).
Quizás debamos transitar desde el Infierno, para poder regresar al Paraíso, pues se presta esta lectura a entender que el mismo se halla en su centro; morir para regresar a la Vida, nuestra gran paradoja existencial.