viernes, 15 de abril de 2016


En griego o en latín, abismo significa “sin fondo” (de lo que dan habida cuenta los textos apócrifos), designándose así a aquellos estados “subterráneos” de la existencia misma. Por ello, el caos inferior del ser, lo ctónico, vendría a ser el aspecto del alma caída preciso a redimir; e, igualmente, estaría relacionado con la muerte, cual estado eventual en el que se encontraría dicho estado espiritual. 
Ya en las diferentes tradiciones religiosas, el abismo era la morada del infierno o el refugio de monstruos (el Leviatán por Job como aquella bestia que no convenía ser despertada -e igualmente citada en el Apocalipsis-); pero también sería donde se alojaría potencialmente una virtualidad del alma, una capacidad reintegradora de nuestra condición suprema, en pos de la liberación de la muerte espiritual (Cristo descendió a los infiernos para poder resucitar). En diferentes mitos, como el de Orfeo y Eurídice, al igual que con Lot y Edith en Sodoma, al quererse encontrar atrás aquello con lo que identificarse plenamente, lo perdían irremediablemente. Y es que se hace preciso dejar atrás toda condición del pasado que, cual rémora, pueda impedirnos progresar en nuestra realización espiritual. 

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...