martes, 29 de agosto de 2017


"Antonio el Grande se sometía de buen grado a los hombres fervorosos a quienes iba a ver y se instruía con ellos en la virtud y ascética que les eran propias. En uno contemplaba la amabilidad, en otro la asiduidad a la oración; en éste veía la paciencia, en aquél la caridad con el prójimo; de uno se fijaba en las vigilias, de otro en su afán de aprender; a uno lo admiraba por su constancia, a otro por sus ayunos y por dormir sobre el duro suelo; en uno observaba la mansedumbre, en otro la grandeza del alma; en todos advertía la devoción a Cristo y el amor que se profesaban mutuamente. Colmado por cuanto había visto, regresaba a su propia ermita y allí lo compendiaba en su espíritu, tratando de concretar en sí mismo las virtudes de todos" (Vida de San Antonio, Atanasio). 

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