martes, 31 de marzo de 2020


"Tus muertos vivirán, sus cadáveres se levantarán. ¡Moradores del polvo, despertad y dad gritos de júbilo!, porque tu rocío es como el rocío del alba, y la tierra dará a luz a los espíritus. 
Ven, pueblo mío, entra en tus aposentos y cierra tras ti tus puertas; escóndete por corto tiempo hasta que pase la indignación. 
Porque he aquí, el Señor va a salir de su lugar para castigar la iniquidad de los habitantes de la tierra, y la tierra pondrá de manifiesto su sangre derramada y no ocultará más a sus asesinados" (Isaías 19-21).

miércoles, 25 de marzo de 2020


Estamos viviendo, desde hace muchos años, una época de gran incertidumbre, especialmente desde el comienzo del siglo XX. El siglo que ahora transitamos quizás se nos esté representando falsamente menos convulso que aquel otro pero, en realidad, no está siendo así y huelga explicitar las múltiples guerras en medio mundo desde septiembre de 2001. 
La sinceridad espiritual es una gracia y este mundo caído es mentiroso e hipócrita. Y aunque esta época sea la última del ciclo del Kaliyuga, inmersos los presentes totalmente en su desenlace, el coronavirus que está haciendo estragos hoy día en todo el planeta, se nos antoja cuál simple antesala de lo que debe hacer acto de presencia. Esta humanidad neciamente pasional, donde sobretodo en occidente ha descuidado la práctica espiritual, detesta más que nunca la dimensión vertical que caracteriza su esencia. Y, por ello, son tantas las fuerzas que quieren perturbarnos en el momento de volvernos hacia Dios. 
Mientras, la ciencia moderna que censurara otrora a la religión, se ha mostrado hábil para escudarse tras proyectos armamentísticos, económicos de toda índole o farmacéuticos, siempre a remolque de oscuros intereses geopolíticos que ostentan el verdadero poder de este mundo. Y es que, los descubrimientos de la ciencia moderna, aunque parezca mentira, han servido para el más banal materialismo o para enriquecimiento de grandes corporaciones a nivel global, siéndolo en última instancia para bancas sin ética y gobiernos opacos, estableciéndose de mutuo acuerdo con el Príncipe de este mundo. 
Y dicho panorama que parecería injusto que Dios lo permitiera, es una prueba de la falta de justicia por parte de los hombres y no al contrario; en todo caso, podríamos entenderlo como una prueba divina, transcendiendo interiormente dicha injusticia, pues ante el estrépito del mundo es cuando más urgente se hace que nuestra alma reclame la ayuda divina. 




L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...