Abdelkader nació en Orania –centro de Sudáfrica- en 1807, y fallece 1883 en Damasco. Hijo de jefe
espiritual de la cofradía sufí de la Qa-diriyya, acabó siendo jefe militar de
la resistencia argelina contra Francia, hasta su rendición en 1847. Tras pasar
por la prisión, acabó exiliado en Damasco, consagrando su vida a la metafísica.
Siendo considerado en vida cual heredero de Ibn ‘Arabî (de hecho, a su llegada a Damasco, se instaló en la
misma casa en la que viviera seis siglos antes Ibn ‘Arabî), se dedicó a enseñar
diferentes doctrinas y comentar ‘Las iluminaciones de la Meca’ de Ibn ‘Arabî,
así como el Corán y el Hadith. Una parte de dichas enseñanzas se encuentra
recogida en el Kitab al-mawaqif (el Libro de las paradas –o los estados-). Abdelkader fue iniciado al
menos en tres cofradías: la Qadiriyya en Argelia, la
Naqshbandiyya y la Shadhiliyya, logrando un gran conocimiento de la mística
musulmana. Llegó a sostener, en la línea de su antecesor, que las criaturas son
epifanías de Dios (lo que implicaría que Dios necesitaría de sus criaturas para
manifestarse).
“No
dejo de estar, a propósito de mí mismo, inmerso en la locura y la admiración.
En mí está toda la espera y la esperanza de los hombres. Para quien lo quiera
en el Corán. Para quien lo quiera en el Libro discriminador. Para quien lo
quiera en la Torah. Para otro en el Evangelio. Para quien lo quiera en la
mezquita en la que ora a su Señor. Para quien lo quiera en la sinagoga. Para quien
lo quiera en la campana y en el crucifijo. Para quien lo quiera en la Kaaba
cuya piedra besa piadosamente. Para quien lo quiera en las imágenes. Para quien
lo quiera en los ídolos. Para quien lo quiera en la vida retirada y en
solitario. Para quien lo quiera en el merendero en el que se bromea con las
queridas… ¡Ay! si me viniese a buscar aquel que quiere conocer el camino; y si
los cristianos y los musulmanes me escuchasen, haría cesar su antagonismo y se
convertirían en hermanos tanto en el exterior como en el interior”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario