jueves, 21 de abril de 2022

 




Diferentes culturas prerrománicas de Europa occidental, especialmente la celta, tuvieron en la oca y su pata una primera representación simbólica que rememoraba el tridente de Neptuno o Poseidón o, incluso antes que la cultura grecorromana, la herencia atlante; de aquí su presencia en tantos santuarios desde Santiago de Compostela pasando por Saint-Michel hasta Noruega. Posteriormente, serán las órdenes monásticas -como el Cister, Cluny y el Temple- las que cristianizarán dichos enclaves y símbolos, no dándole la espalda a la sabiduría pelasga, sino aprovechándose de ella para la construcción de las grandes catedrales. 

Devino así pues, reflejando la Vía Láctea, el Camino de Santiago o de las Estrellas o de la Oca y la Concha, revelándole al peregrino que lo transita, un sendero que debería transformarle interiormente; siendo así, el camino recorrido se trataría entonces más bien de un laberinto.

La oca, no obstante, ya había sido venerada por los egipcios, según Herodoto, y el jeroglífico “ka” o “hijo de Ra”, como representación del alma. También Isis y su madre Geb, fueron identificadas simbólicamente con la oca , el huevo de la oca o el Huevo del Mundo.

Posteriormente, el símbolo de la “pata de oca” devino una “runa de la vida” o seña de Melusina, consorte del dios Lug.

El Camino de Santiago es, por definición, la ruta Jacobea. Debemos recordar que ya la Escalera de Jacob unía Cielo y Tierra (cuyo símbolo también fuera el León alado). Como recuerda Hermes Trimegisto “lo que hay arriba es como lo que hay abajo”. La piedra sobre la que Jacob contempló aquella escalera era un betino (numerosos en el Camino) representación de la Luz, del Verbo, la Palabra perdida o la Tradición arcana. Ello también nos recuerdará al Grial; pues, de hecho, todo está relacionado.

Ya asumido en la Edad Media indiscutiblemente como destino de las diferentes vías de peregrinación por Europa occidental, Santiago de Compostela se convirtió en aquel lugar donde se unían el Cielo y la Tierra al coincidir con su final (Finisterre) Finis Terrae (a unos 80 km), el final de la Vía Láctea. También es Civitas Veneras, ciudad de conchas, ya que en la Edad Media la Ruta Jacobea no terminaba en Santiago, sino que se prolongaba hasta Finisterre, donde el peregrino recogía del mar y se colgaba sus conchas.

Santiago de Compostela es Campus estela, sepultura de Santiago (en alquímia, estaría relacionado con el camino que precisa hacer el mercurio peregrino para que devenga “filosofal”). También el bordón o cayado del Camino, nos recuerda al Caduceo de Hermes, siendo éste preciso recordarlo nuevamente, ya que dicho bordón recogería la tradición del pastor Hermes, tres veces sabio, que se encontraría en las encrucijadas del camino para socorrer al peregrino.

Igualmente necesaria resulta la ayuda de la astronomía como referencia donde, como reflejo de la Vía Láctea, tenemos el Tahalí o Cinturón (cabe recordar que dicho cinturón contiene la espada, siendo ésta símbolo del Verbo o el Grial -Excalibur-) de Orión, las Tres Marías o estrellas que siguen a Sirius -y que se llaman Alnitak, Alnilam y Mintaka, sirviendo a los egípcios para alinear sus pirámides de Gizeh-, o los Tres Reyes Magos y la Espada de Orión. Por algo es la constelación más importante de nuestra galaxia.

La Palabra perdida es, así pues, aquella que religa Cielo y Tierra, el “Axis Mundi”, el lenguaje de los Pájaros hablado en Pentecostés, no habiendo sido mentado con anterioridad desde la Torre de Babel, la Siria primitiva o Heliolopolis (cabría la comparativa simbólica con el falo perdido de Osiris -a su vez, identificado con Dioniso, el Hilo de Ariadna o Jacob-). Para recuperarla se hace preciso bajar a los Infiernos, siendo la búsqueda del Grial otro símil. Y es que la humanidad, en una pequeñísima proporción a lo largo de la historia, ha sido realmente consciente de que los ritos sirven para encontrar la Palabra Perdida. Como recordatorio de los templos donde aún podemos encontrar esos ritos, todavía podemos encontrar algún recinto religioso que albergue a las ocas como sus custodias -como en la Catedral de Barcelona-.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...