Dios no puede ofrecerse a nuestra inteligencia más que bajo la apariencia de lo irreconocible. Pedirle, por ejemplo, al místico que nos demostrara lo que dice, implicaría una contradicción; sería como pedirle al sol que deje de brillar para que podamos verlo. La vida de los dualismos es noche, tinieblas del alma, como reza el Bhagavad Gita.
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