domingo, 6 de octubre de 2019


"Las sinagogas siguen siendo santas aún cuando estén abandonadas" (M Megillah 3,3)

"La vida de todo musulmán debe estar repleta de fórmulas coránicas que se extraen del Libro sagrado, con innumerables inscripciones que dan testimonio de que actúa como un vibración espiritual. EL Corán da y, al mismo tiempo, arrebata; expande el alma y luego la deja desnuda. Para el creyente es, a la vez, consuelo y purificación. El vínculo entre el arte islámico y el Corán descansa en su haqîqah, esensia desprovista de forma en la noción del tawhîd (unidad o unión) con su repercusión contemplativa. La escritura arábiga es la más árabe de las artes islámicas. La caligrafía no duda, llegado el caso, en reunir inscripciones de estilos opuestos. La escritura china se basa en la pictografía, siendo cada signo como la imagen de una idea distinta; la árabe es fonética, completamente abstracto, sin raíz figurativa alguna. Además, las técnicas son totalmente distintas. El árabe utiliza el cálamo (caña cortada con una punta doble) con el que traza lineas, con frecuencia entrelazadas. El encanto de la caligrafía arábiga reside en el modo de combinar cada letra con la fluidez del conjunto. Los caracteres chinos se despliegan verticalmente, cual teogonia que desciende del cielo; la escritura arábiga sigue la horizontal, comenzando por la derecha, que es el campo de la acción, y hacia la izquierda, la región del corazón; por tanto, una progresión de lo exterior a lo interior. Es preciso imaginar un telar primitivo, en el que los hilos de la urdimbre cuelgan verticalmente y la trama los va uniendo horizontalmente. El movimiento horizontal de la escritura, ondulante, corresponde con el devenir, mientras que el vertical representa el plano de la Esencia inmutable. De este modo, el movimiento horizontal tiende a confundir con las diversas letras; mas los trazos verticales interrumpen el flujo de la escritura. Y, de esta manera, lo vertical se concibe como unión con la Esencia única, mientras lo horizontal, como división, en la multiplicidad. La escritura árabe se deriva del alfabeto siríaco o nabateo, anterior al Islam, bastante rudimentario, donde muchas letras parecían no tener indicadas las vocales. Después coexistirían dos tipos de escritura: el cúfico y el nasjî -más cursivo-. Habría que señalar que el árabe puede reunir grupos de letras y darles apariencia de un solo signo. Los trazos verticales surgen fundamentalmente de los rasgos de las letras "alif" y "lâm" en el fluir horizontal, como contrapunto de curvas amplias y variadas.
El arabesco consiste en una escritura cúfica cuyos trazos verticales se entrelazan con zarcillos de viña en un flujo incesante donde, a veces, fluyen directamente de las letras. La conjunción de la escritura con las plantas estilizadas evoca la analogía entre el "libro del mundo " y el "árbol del mundo". El primero sería el Corán y sus letras serían como las hojas de un árbol. Por último, la Pluma (cálamo) no es otra cosa que el Espíritu divino o Espíritu universal. El arabesco comprende la ornamentación con plantas de entrelazado geométrico, que aúnan el sentido del ritmo y el espíritu geométrico.
El Islam es la religión del retorno al origen, retorno que se nos muestra como la vuelta de todas las cosas a la unidad. El arabesco vegetal representa la transcripción perfecta de las leyes del ritmo (aunque el diseñoo no deba ser, por fuerza, geométrico). El entrelazado árabe tiene líneas que siempre acaban volviendo sobre sí mismas, para que la atención jamás se detenga en un elemento específico. Dicho entrelazado invita a la vista a seguirlo, con lo que la visión se transforma en una experiencia rítmica que proporciona la regularidad geométrica del conjunto; y donde las formas suelen derivarse de una o varias figuras regulares inscritas en un círculo, según los principios del polígono estrellado (que se basan en la división del círculo en cinco, seis, ocho o doce partes). El desarrollo geométrico más desarrollado es el del octógono, en el que dos cuadrados se inscriben en un círculo. El conjunto refleja así la armonía propia de la unidad en la multiplicidad (y viceversa)".
Resumen de los apartados 1, 2 y 3 del capítulo IV (el lenguaje común del arte islámico) del Arte del Islam, de Titus Burckhardt.

Platón dijo que está en la naturaleza del Bien el querer comunicarse. En el Islám, la caligrafía viene a ser la expresión visual del discurso divino, reflejado claramente en sus Iconos abstractos; se trata de una caligrafía bella, pues la Verdad requiere la belleza. Así pues, el discernimiento metafísico implica dos exigencias: el conocimiento de sí mismo y la consciencia de una Realidad absoluta. "Cuando el hombre se interioriza, Dios se exterioriza", dijo Frithjof Schuon; la belleza percibida en el exterior, debe ser realizada en el interior, cual mensajera de un arquetipo celestial o proyección exterior de una cualidad universal que es inmanente en nosotros mismos.
La fotografía corresponde a la Mezquita de Santa Sofía "Ayasofya", donde podemos admirar estos dos enormes medallones que, con inscripciones de la caligrafía islámica, fueron suspendidos de la cúpula de la mezquita en pleno siglo XIX; y donde pueden leerse los nombres de Allah y Muhammad (así como seis medallones más, encuadrando a los dos nietos del Profeta y a los cuatro primeros califas de la otrora Constantinopla). Y es que la Unidad, a pesar de ser aquello en lo que está centrado el Islam, no puede ser representada con ninguna imagen. La ausencia de imágenes en las mezquitas tiene como finalidad no "amenazar" a la única e invisible presencia de Dios, a causa de la imperfección de todo símbolo... 

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...