lunes, 9 de mayo de 2016


En el pensamiento mitológico, los animales son seres liminales (relacionados con el “inicio” de algo) que median entre dos mundos, guardianes de los hombres frente a sus enemigos visibles e invisibles y compañeros de las almas en el mundo celestial y subterráneo o apareciendo, en varios contextos míticos de creación, como intercesores o cazadores ante espíritus indignos.
Las prácticas euroasiáticas y amerindias, por ejemplo, enterraban perros en las tumbas de cadáveres, pudiéndose considerar una extensión de aquellos en la otra vida ( los funerales aztecas incluían el sacrificio de un perro para guiar al espíritu humano en su viaje al inframundo, en el que podía conducirle en una canoa a través de un río o pudiéndose comer los corazones de aquellos que no merecían acabar dicha travesía -recordándonos aquí la figura de Anubis, dios egipcio con cabeza de chacal que, asociado al Señor del Inframundo, también acompañaba las almas a la otra vida, sirviéndose del “peso del Corazón” en la balanza que determinaba si el alma tendría permitido su paso en el reino de los muertos-).
La Vía Láctea es conocida de hecho, como la “Senda de las almas”; y 44 constelaciones de estrellas tienen una relación directa con nombres de animales. 

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