viernes, 27 de junio de 2014


Sufí es una palara que deriva bien del griego “sof” –sabiduría- o del árabe “suf” –lana- (en base a la prenda que vestía inicialmente un grupo de musulmanes que practicaban una vida ascética; “Vestid con lana áspera para que saboreéis la dulzura de la fe en vuestros corazones”). La túnica de lana era para recordar a los viajeros de esta senda que deben escoger una vida parca en adornos del mundo material.
Aun con todo, personalmente me decanto por la primera opción, al pensar que se precisa una gran sabiduría para entender que se hace preciso purificarnos, para ser merecedores  de la virtud que imanta la Gracia divina. El verdadero sufí se desapega de este mundo, no por una recompensa futura, sino por "revestirse" de amor a su Creador.
“Sufí es aquel a quien Dios le ha elegido para Su amistad” (Abu ‘Abdollâh Jafif).

Y es que la verdadera pobreza se encuentra en el desapego interior, en la negación del propio yo. Y cuando la pobreza alcanza su mayor expresión, sólo queda Dios. “Bajo mi manto no hay nada sino Dios” (Abu Sa’id Aboljeir). 

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