Sufí es una palara que deriva bien del griego “sof” –sabiduría- o
del árabe “suf” –lana- (en base a la prenda que vestía inicialmente un grupo de
musulmanes que practicaban una vida ascética; “Vestid con lana áspera para que
saboreéis la dulzura de la fe en vuestros corazones”). La túnica de lana era
para recordar a los viajeros de esta senda que deben escoger una vida parca en
adornos del mundo material.
Aun con todo, personalmente me decanto por la primera opción, al
pensar que se precisa una gran sabiduría para entender que se hace preciso
purificarnos, para ser merecedores de la virtud que imanta la Gracia
divina. El verdadero sufí se desapega de este mundo, no por una recompensa
futura, sino por "revestirse" de amor a su Creador.
“Sufí es aquel a quien Dios le ha elegido para Su amistad” (Abu
‘Abdollâh Jafif).
Y es que la verdadera pobreza se encuentra en el desapego
interior, en la negación del propio yo. Y cuando la pobreza alcanza su mayor
expresión, sólo queda Dios. “Bajo mi manto no hay nada sino Dios” (Abu Sa’id
Aboljeir).
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