martes, 10 de junio de 2014


Ante esta sentencia podríamos decir que todas las doctrinas metafísicas, son válidas en la medida en que puedan liberarnos del dolor (teniendo en cuenta que el mismo placer puede acarrearnos dolor, ya que en ocasiones le sucede el sufrimiento); pero, para que al menos nos sirva de consuelo, dicho dolor debería revelársenos como un toque de atención; como una especie de revelación (necesaria para que se suponga que tiene un valor positivo). El sabio entonces debe tomar consciencia de la circunstancia dolorosa, percatándose que tiene relación con un principio relativo o efímero –al que, seguramente, le dábamos antes total valía-; a más a más, conviene luego desapegarse de bienes y deseos. Esa “liberación” devendrá entonces paulatinamente efectiva en la medida en que nos desprendemos así de nuestra egótica personalidad -antagónica al espíritu- (aunque, repito, ello comporte un enorme sacrificio). No obstante, se halla en nuestra mano trascender dicho dolor, conociendo de antemano su falsa condición; no negándolo, sino mejor contemplándolo
como parte de un conjunto cósmico de falsedades y realidades (como indica el propio budismo). De paso, diría que, de hecho creemos sufrir y siendo conscientes, por así decirlo, ansiamos una posterior "liberación", con lo que “rebajamos" nuestra auténtica condición existencial; porque, ni por esas estaremos libres del sufrimiento - básicamente a causa de nuestro contexto humano-. De hecho, se basa en aceptar la realidad cual es; pues, de lo contrario, toda la humanidad se nos antojará sin sentido y catastrófica. Y es que el conocimiento, la verdadera sabiduría, radica en el descubrimiento del “Sí-mismo”, más allá del mundo que nos rodea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...