martes, 10 de junio de 2014


En este grabado del siglo XII, llamado "la escala celeste" vemos treinta escalones que corresponderían con las treinta virtudes mentadas en su día por San Juan Clímaco -como prior del convento del Sinaí a finales del siglo VI (encontrándose él a la cabeza de dicha escala)- . Según la Cábala, tras desintegrarse nuestro cuerpo tras la muerte, nuestra alma quedaría "suspendida" durante un tiempo, transportada al mundo de Formación desde el cual rememorar nuestra vida terrenal y experimentar, posteriormente, el paraíso o el purgatorio -dependiendo del nivel de pureza de nuestra alma-,pudiendo entonces ascender o, en cambio, descender obligatoriamente -o por elección-. Toda auténtica Tradición comparte un eje o común denominador en cuanto a las enseñanzas vitales se refiere, todo y a pesar de aparentes diferencias que podamos ver, no dejando de subrayar la misma esencia y unidad primordial. Con todo lo dicho, y si no recuerdo mal, en la "Historia de las ideas y creencias religiosas" advierte Mircea Eliade, que hubo una corriente de la Cábala en la Edad Media, que mantuvo el punto de vista que defendía la reencarnación literal... Después están las interpretaciones que cada uno otorgue a unas u otras ; desde la antiguedad, muchas personas han asumido plenamente la doctrina de la reencarnación, desde la creencia que el ser humano nace impuro y debe purificarse terrenalmente –y mientras no lo consiga, deberá renacer nuevamente en otro cuerpo -, depuración expresada en diferentes religiones-. Y hay quien ansía liberar el alma de sus vínculos psicológicos o mentales -el deseo, básicamente-, sin otra premisa intrínseca. Y está claro que conviene no confundir reencarnación con metempsicosis (donde el alma puede reencarnarse en cualquier cosa, como creían los pitagóricos, por ejemplo).

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