Desde la perspectiva de Z’ev Ben
Shimon Halevi, Moisés nació como centro de conciencia con una madurez por
encima del común y sintomático cuál principio de confianza en relación a los
asuntos del Espíritu. Moisés, “sacado de las aguas” en relación a los Mundos de la Cábala, representaría la fluidez
de la psique “Yetsirah” hacia el mundo natural o “Asiyah”; más su clara
percepción del mundo superior “Beriyah”, le hizo no dejar de ignorar su vida
interior esclavizada a medida que alcanzaba la madurez. De hecho, el episodio
de su vida en que golpea de muerte a un egipcio, ante una injusticia elemental
contra un israelita (dice un cuento popular que pronunciando el nombre de
Dios), hace valer su voluntad sobre la psique, dominando su propio ego como
príncipe egipcio.
La vida de Moisés estuvo dividida
en tres partes claramente diferenciadas. Sus 120 años de vida (y, curiosamente,
permaneció también 120 días sobre el Monte Sinaí), pues según el Deuteronomio
34, 7 “Moisés tenía 120 años cuando murió”, quedaron repartidos en sus primeros
40 años en Egipto (Hechos de los Apóstoles 7, 22-23 “Y fue instruido Moisés en
toda la sabiduría de los egípcios y era poderoso en sus palabras y hechos. Y
cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el deseo de
visitar a sus hermanos, los hijos de Israel”), los siguientes 40 en el país de
Madián (Éxodo 7,7 “Era Moisés de edad de ochenta años”) para transcurrir sus
últimos 40 durante el Éxodo. Y aquí también podría hacerse la analogía
correspondiente entre los mundos cabalísticos de Beriyah, Yetsirah y Asiyah,
en relación a los tres períodos.
Pero si adoptáramos otras
perspectivas al respecto, como por ejemplo la alquímica, tendríamos un reporte igual de válido. Así pues, recordaríamos que el Mercurio
Rectificado, en vez de ser lunar, lleva unos cuernos de un carnero
(y Moisés, reza la tradición y recuerdan numerosas representaciones suyas,
llevaba 'cuernos' al bajar del Sinaí). En realidad, el número cuarenta no
deja de ser un “ciclo” que debe transitarse. Así, las tres obras alquímicas
podrían entenderse como tres ciclos, mediante un continuado “solve i coagula”.
Y entonces aquí, el primer ciclo de Moisés se correspondería con la Obra al
negro, la salida de Egipto. La segunda lo haría con la Obra al blanco, la progresiva
iluminación gracias a su suegro Jetro (reflejo de lo trascendente; del Dios más
allá de lo ininteligible –AYIN-). Y el tercer ciclo correspondería con la Obra al rojo, donde se
debe consolidar una iluminación, más allá de la angelical, mostrándose cuál
divinidad de la tierra (aunque de Moisés, al especificarse haber muerto antes de
llegar a la Tierra prometida, se insinúa que no habría llegado a completar esta última etapa).