martes, 10 de junio de 2014


El adepto busca vivir en armonía con la naturaleza, serenamente indiferente a cuanto le sucede. Entretanto, va purificándose del engaño nacido con él, hasta no quedar sino el más puro espíritu -cuando acontece la muerte-; con anterioridad, el yo ilusorio se ha marchitado y, entonces, el espíritu libre vuela hacia el Espíritu. Los taoístas nos advierten que, cuando desaparece nuestro yo aparente y engañoso, ya no nos vemos a nosotros mismos como individuos, sino como el "Tao inmutable". Un taoísta, entre todas las palabras, nos resaltará "quietud", aconsejándonos cerrar los ojos a los sentidos y volviendo la mente sobre sí misma (como ahora recuerdo a un amigo FB, que a "cerrar los ojos durante unos instantes" ha instado en alguna ocasión: que no va nada mal).Añadamos a ello, vivir frugalmente, sin ansiedades o anhelos de riquezas; que cuando aparece el deseo o la pasión, abandonemos callada y serenamente ambas; no lamentarnos del ayer o del que puede ocurrir mañana, constatando así que la pesadumbre viene de fuera (insistiendo que no consiste en reprimir, sino en trascender; pues, apartarse de las pasiones conduce a la quietud: "Wu wei", actuar de acuerdo con la necesidad del momento, pero huyendo de la artificialidad calculada).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...