El adepto busca vivir en armonía con la naturaleza, serenamente indiferente a cuanto le sucede. Entretanto, va purificándose del engaño nacido con él, hasta no quedar sino el más puro espíritu -cuando acontece la muerte-; con anterioridad, el yo ilusorio se ha marchitado y, entonces, el espíritu libre vuela hacia el Espíritu. Los taoístas nos advierten que, cuando desaparece nuestro yo aparente y engañoso, ya no nos vemos a nosotros mismos como individuos, sino como el "Tao inmutable". Un taoísta, entre todas las palabras, nos resaltará "quietud", aconsejándonos cerrar los ojos a los sentidos y volviendo la mente sobre sí misma (como ahora recuerdo a un amigo FB, que a "cerrar los ojos durante unos instantes" ha instado en alguna ocasión: que no va nada mal).Añadamos a ello, vivir frugalmente, sin ansiedades o anhelos de riquezas; que cuando aparece el deseo o la pasión, abandonemos callada y serenamente ambas; no lamentarnos del ayer o del que puede ocurrir mañana, constatando así que la pesadumbre viene de fuera (insistiendo que no consiste en reprimir, sino en trascender; pues, apartarse de las pasiones conduce a la quietud: "Wu wei", actuar de acuerdo con la necesidad del momento, pero huyendo de la artificialidad calculada).
Homero mencionó a la Siria primitiva (cual "tierra solar" donde se hablaría la lengua siríaca o adámica), situándola allende Ogigia (lo que nos permitiría asociarla con la Thulê hiperbórea), isla en la que pasó prisionero Odiseo/Ulises siete años de su vida, en manos de la ninfa Calipso. Plutarco escribiría también sobre la isla de Ogigia, indicando que allí el sol era visible veinticuatro horas, pues disfrutaba de días más largos...
martes, 10 de junio de 2014
El adepto busca vivir en armonía con la naturaleza, serenamente indiferente a cuanto le sucede. Entretanto, va purificándose del engaño nacido con él, hasta no quedar sino el más puro espíritu -cuando acontece la muerte-; con anterioridad, el yo ilusorio se ha marchitado y, entonces, el espíritu libre vuela hacia el Espíritu. Los taoístas nos advierten que, cuando desaparece nuestro yo aparente y engañoso, ya no nos vemos a nosotros mismos como individuos, sino como el "Tao inmutable". Un taoísta, entre todas las palabras, nos resaltará "quietud", aconsejándonos cerrar los ojos a los sentidos y volviendo la mente sobre sí misma (como ahora recuerdo a un amigo FB, que a "cerrar los ojos durante unos instantes" ha instado en alguna ocasión: que no va nada mal).Añadamos a ello, vivir frugalmente, sin ansiedades o anhelos de riquezas; que cuando aparece el deseo o la pasión, abandonemos callada y serenamente ambas; no lamentarnos del ayer o del que puede ocurrir mañana, constatando así que la pesadumbre viene de fuera (insistiendo que no consiste en reprimir, sino en trascender; pues, apartarse de las pasiones conduce a la quietud: "Wu wei", actuar de acuerdo con la necesidad del momento, pero huyendo de la artificialidad calculada).
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