sábado, 21 de junio de 2014

 
Julius Evola en su obra evoca a la Dama o “mujer espiritual” que describe como la que vive o reside “esencialmente sobre un plano sutil y donde el caballero hacía actuar su amor, su deseo y su exaltación”. Por ello, el caballero o guerrero ...feudatario que en la Edad Media rememoraba así a la mujer amada, le consagraba su vida y empresas más peligrosas; a cambio, mantenía su inaccesibilidad, evitando su posesión física a toda costa. No obstante, dicha dama alimentaba su deseo hasta la misma muerte. Todo ello, en pos de la evocación de lo femenino en uno mismo, su absorción e integración sobre un plano más allá del físico. En definitiva, un afán de autosuperación, gracias a impulso evocador del Eros. De entrada, dicha "inaccesibilidad" tendría el objetivo básico de generar un romanticismo superior, similar al platónico, del que derivaría el culto de lo femenino en sí encarnado, por específicas necesidades heroicas; y, en potencia, se trataría de una "reintegración" del Eros que otorga culto lejano del eterno femenino. En ciertos casos extremos, llegan a darse situaciones en que la dama nunca llegaba a ser vista -"la princesa lejana"-. Así pues, no se trata que nadie se imponga a nadie; más bien, como dijo San Pablo ("No sabéis que en el origen, Aquel que creó todas las cosas, creó al hombre macho y hembra? Y que Él dijo: a causa de esto, el hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y ambos se convertirán en una sola carne. Por ello, que el hombre no separa lo que Dios une"), entendiendo que la "separación de los sexos" es un hecho humano, como ser originario caído y debemos tomar conciencia de dicha condición.

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