viernes, 27 de junio de 2014


“Dios instruyó a los hombres en sueños. Leemos en Job: ‘Por un sueño, en la visión de la noche, cuando el sueño rinde a los hombres y estos duermen en su lecho, entonces Dios les abre los oídos y, por su enseñanza, les instruye de su Ley’. Es pues legítimo utilizar la adivinación por los sueños. José interpretó los sueños del escanciador del Faraón, de su Batero mayor y del propio Faraón; Daniel, el sueño del rey de Babilonia…Ahora bien, los sueños tienen una significación relativa al porvenir. Sin embargo, el Deuteronomio prescribe: ‘Que nadie de entre vosotros observe los sueños’.

Conclusión: A veces, los sueños son la causa de lo que nos sucede a continuación de preocuparse el espíritu por lo que se ha visto en ellos, inclinándonos a hacer o a evitar tal cosa. Pero ocurre también que son su señal, que explica el sueño y el acontecimiento.

Debemos, pues, examinar de qué dependen los sueños y si esta causa puede producir los acontecimientos futuros o conocerlos. Los sueños pueden depender de causas internas o externas; las primeras pueden ser psíquicas o fisiológicas, correspondiendo a la primera clase, la imaginación de aquello que retiene nuestro pensamiento en estado de vigilia y cuya causa no puede tener influencia en acontecimientos posteriores. Y en relación a las fisiológicas, las disposiciones del cuerpo pueden igualmente producir movimientos de la imaginación –por lo que los médicos prestan atención a los sueños para diagnosticar el estado interior del paciente-.
En cuanto a las causas externas, encontramos las corporales y espirituales; las primeras se hallan relacionadas con la imaginación del hombre dormido, pudiendo ser impresionado por la influencia de los cuerpos celestes. Mientras que las causas espirituales, Dios las otorga a través del ministerio de los ángeles, haciendo a los hombres ciertas revelaciones…’Si hay entre vosotros un profeta del Señor, me apareceré a él en visión, o le hablaré por medio de un sueño (Números). Pero otras veces, son demonios quienes actúan, a causa de pactos prohibidos” (Santo Tomás de Aquino).

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