sábado, 21 de junio de 2014


El camino hindú del Conocimiento.

Los escritos sagrados del hinduismo se dividen en dos

categorías: “Sruti” o “lo oído” y “Smiriti” o “lo recordado”. La primera
categoría comprende el mismo Veda (conocimiento). Los Vedas están divididos en
tres grupos: las Samhitas (colecciones) de himnos y fórmulas (los cuatro
Vedas), los Brahmanas (textos sacrificiales) y los Aranyakas (tratados sobre el
bosque), que culminan en las Upanisads (tratados esotéricos). La segunda
categoría (Smriti) comprende los Slltras (aforismos filosóficos),
Dharma-Sastras (los libros de leyes), los Puranas (historias sobre los grandes
dioses) y las dos epopeyas nacionales el Mahábhárata y el Rámáyana. El
Bhagavadgitá, aunque no forma parte de los Vedas, es tenido en alta estima por
los hindúes.
 

Las creencias en el hinduismo postvédico son dharma, karma,
samsára, Brahmán y moksa.
 

La religión externa se la conoce como Sanathama dharma.
Dharma es la forma de las cosas tal como existen, en concordancia con la ley
eterna. Este dharma está consignado en los textos sagrados, que tratan de las
leyes consuetudinarias hindúes (Dhauna-Sastras). Brahmán es el sustrato eterno
del universo, del que procede el eterno dharma. Fundamenta también la
prerrogativa espiritual de la casta de los brahmanes. Brahmán significa “lo
sagrado”; cualquier cosa sagrada, lo mismo una fórmula que una acción
sacrificial, se entiende por Brahmán. El ritual sacrificial se consideraba cual
lazo que unía al hombre temporal con el Eterno; Brahmán llegó a significar lo
eterno tal como es en sí mismo más allá del espacio y del tiempo.
 

Brahmán se aplicó también al estado del alma liberada
(moksa); el mundo del samsára se encuentra condicionado por el espacio y el
tiempo, causa y efecto; y el moksa transciende a éstos. Al eterno ser, que es
la fuente permanente de todo cambio; y dharma, la ley que gobierna el mundo de
samsára.
 

Karma es toda acción, causa de un efecto. Samsara, el ciclo
de nacimiento y muerte al que toda existencia fenoménica está sujeta. El deseo
de hacer y vivir enreda la rueda de Samsára. Escapar de este ciclo se denomina
emancipación de la liberación (moksa).
 

El tiempo es concebido como una rueda giratoria. La
mitología védica contiene 33 dioses, divididos en dioses terrestres (Agni,
Prithivi, Sarasvati), dioses atmosféricos (Indra, Rudra, Maruts, etc.) y dioses
celestiales (Kyaus, Varuna, Mitra, Surya, etc.). Los mitos de la naturaleza,
por deidades funcionales o por la estructura social de una sociedad tribal,
componen la base o combinación de un todo ordenado. Hay correspondencia entre
el mundo de los hombres, los oficiantes del sacrificio y el mundo de los
dioses, los que reciben el sacrificio. El fiel védico ha de cuidar de que se
salvaguarde un perfecto equilibrio entre estos dos órdenes por medio de la
correcta realización del sacrificio, verdadero encuentro entre hombres y
dioses.
 

El sacrificio védico consiste en las ofrendas hechas al
fuego sagrado (Agni). Su finalidad es comunicarse con los dioses. La oración en
forma de mantra con ocasión de la iniciación, expiación, etc…y la práctica del
japa (recitación mental) llegaron a cobrar arraigo universal. La adoración
(puja) es la práctica religiosa hindú. La imagen de una deidad es ungida,
vestida, adornada; se le ofrece comida, flores y se le encienden lámparas.
Luego es sacada del templo en procesión y sumergida en algún río sagrado.
 

Preciso se hace advertir que hay mucho en la religión védica puramente
sacrificial, hierático y ritualista; relación entre el adorador y el dios en
muchos de los himnos del Rigveda. La oración por el perdón de la culpa es
característica de los himnos Varuna, los más elevados de todos los Vedas.
 

“Lo que sólo es uno, el sabio lo llama con múltiples
nombres” (Rig Veda 1.164.46).
 

Explicar el origen del mundo y la evolución de la
multiplicidad a partir de la unidad, se sitúa ante el misterio de la
existencia, transición de un caos a un orden diversificado por obra de un
creador preexistente. En las Upanisads ¿qué es Brahmán?; no se puede comer si
no se toman otras vidas, sean animales o vegetales, pues el proceso de comer y
ser comido constituye la unidad y subyace a la diversidad de la existencia.
Otros decían que Brahmán era el aliento de la vida, puesto que se necesita más
que la comida para vivir. Brahmán, el verdadero ser de todas las cosas, la
urdimbre y trama de todas las cosas, distinto del mundo, pero que lo controla
desde dentro, el yo más íntimo dentro de la esencia del hombre. Eterna esencia
del hombre (atman) con el absoluto inmutable (Brahmán) que habita y dirige el
universo entero.
 

La primera formulación de la idea hindú de Dios se encuentra
en la llama Sandilya-Yidya, en que Brahmán es “este mundo entero” que también
trasciende el mundo, porque habita en el alma humana. En la Kathe Upanisad, la
figura de un Dios personal aparece como el señor del mundo ideal a la vez que
del mundo del devenir. Es el yo oculto en las profundidades de la criatura. A
él le contempla realmente aquel que deja a un lado su voluntad. En la
Svetasvatara Upanisad se propone un teísmo claro. Dios (Rudra-Shiva) es el
único que preside sobre todas las causas. Dios y su poder (Sakti) forman una
unidad indisoluble. Sakti es el poder creador de Dios por medio del cual todas
las cosas fueron hechas.
 

La Bhagavadgita. Brahmán es cosmogologicamente la materia
primera (prakriti o maya). Dios es creador, sustentador y destructor del
universo; trascendente a la vez que inmanente, habita en los corazones de los
hombres como su esencia. Krishna dice: “Sabed que estas cosas proceden de mí;
yo no estoy en ellas, sino que ellas están en mí” (10; 9,18) o “Todas las
criaturas subsisten en mí, pero no me fundo en ellas. Mi propio Yo sostiene a
las criaturas sin subsistir en ellas; hace que existan” (9,45). La Gita enseña
la doctrina del avatara (Encarnación) del supremo dio Vishnú. Dios es el amante
del alma del hombre, el amor mismo. Krishná dice “Yo soy ese amor que existe en
las cosas creadas” (7,10; 9,18). Piensa en mí, adórame, ofréceme sacrificios,
ríndeme homenaje; así vendrás a mí. Te lo prometo en verdad, pues te quiero
bien. Renuncia a todas las cosas de la ley, vuélvete sólo a mí como tu refugio.
Te libraré de todo mal, no temas” (8,64-66).
 

Nuestros deseos tienen como raíz nuestro egoísmo; los
hombres son juguetes de los deseos y el egoísmo, debido a su ignorancia del
verdadero yo. El remedio inmediato será hacer el bien y evitar el mal; la
observancia ética y religiosa, como etapa preparatoria: consiste en controlar y
someter las propias pasiones, tendiendo hacia una actividad desinteresada, con
un firme amor de Dios. El amor de Dios implicará o conducirá al verdadero
conocimiento del verdadero yo, destruyendo así el egoísmo de raíz. Requiere un
prologado ascetismo y una técnica de concentración mental (yoga).
 

El hinduismo busca el camino para que el hombre comprenda la
realidad última: la liberación (moksa), emancipación de la acción (karma),
sumergirse en Brahmán, el principio supremo.
 

El camino de salvación se compone de tres senderos o
“margas”: observancia ascética y religiosa (Karmamarga), conocimiento intuitivo
de la verdadera realidad (jñana-marga) y el amor de Dios y sometimiento a él
(bhatkti-marga).
 

El primitivo ascetismo brahmánico se compone de sacrificios
y rituales. La palabra yoga (unir, ligar) se usaba dentro del contexto
sacrificial. Así pues, la ofrenda, la fórmula y acciones espirituales sirven
para “unir”. Después de un baño ritual, el oficiante del sacrificio se somete a
un riguroso ayuno, en inmovilidad ascética de embrional postura, en la
oscuridad, entre fuegos sagrados, pudiéndose así comunicar con los dioses. El
ascetismo interior, la recitación sagrada y la meditación son ayudas para la
unión con Dios.
 

El Gita responde que no es la actividad estrictamente
hablando lo que ata, sino el apego a la actividad y sus frutos. Cuando la
actividad es realizada con desapego completo, deja de atarle a uno al mundo. La
actividad conduce a un estado de desapego de la mente, estado más alto de
espiritualidad en forma de liberación. El Gita dice en su último capítulo:
“Renunciando al yo, la fuerza, el orgullo, la lujuria, la ira y la codicia, sin
pensar en nada como ‘mío’, en paz, así se prepara el hombre para realizar su
eterna esencia”.

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