jueves, 14 de junio de 2018


La felicidad no es posible sin la santificación del alma, la cual deviene desde una perspectiva más allá de este mundo material -por la que se obra el milagro- pero, no por ello, exterior a nosotros. Se trata de una ardua labor de oratorio alquímico, donde el atanor compete proporcionalmente a nuestra humilde persona, buscándose avivar así la parte más íntima de nuestra alma.

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