San Bernardo de Claraval presentará a la Virgen María como
“Esposa del Cristo, gloriosa con su propia gloria, sin mancha ni arruga”
“¿Quién es ella que se alza tan hermosa como la aurora?” (Cantar de los
Cantares 6, 10). En la Iglesia de Santa María de Trastevere de Roma podemos
encontrar a la Virgen en su condición de Esposa del Cristo, sentada con el Hijo
en un único y mismo trono. Y Cristo sostiene el texto “Veni, electa mea, et
ponam te in thronum meum” (Ven, mi elegida, y siéntate en mi trono); y la Virgen
sostiene el texto “Leva ejus sub capite meo, et dextera ilius amplesabitur me”
(Su mano izquierda está bajo mi cabeza y su derecha me abraza).
Pero María no es una “persona divina” a diferencia de Cristo,
sino que encarna la “Materia prima”.
En el lenguaje hindú, la Virgen María es la Shakti, forma
ambivalente cuyo aspecto “femenino” le permite no obstante manifestarse
creando. La Shakti es diosa que puede aparecer en forma visible en una persona
humana. ¿Son estos o no seres reales? La respuesta será siempre si y no, ya que
existen como modos de ser pero, en cambio, no son realmente personas. Y, por
ello, podría decirse que la Virgen es la Shakti o la Maya de Dios. La
Sabiduría, que en la tradición cristiana, supuso que el culto mariano
sustituyera a la Gran Madre y sus respectivos cultos, desplegándose en tres
planos: el de la Creación, la Encarnación y la vida espiritual del individuo
humano. Las representaciones negras de la Virgen, por ejemplo, rememoran el
carácter ctónico de María, que no conviene olvidar, no relegándola
exclusivamente a los cielos, sino manteniéndola presente aquí en la tierra.
El hombre necesita reintegrarse en la realidad cósmica, de la
que la sociedad contemporánea está casi totalmente separada. Y dicha
reintegración comienza por el enlace de la tierra con su realidad sagrada. La
Virgen es la Naturaleza hecha mujer, la manifestación humana de la Naturaleza
principal, la Prakriti, arquetipo de la Materia prima en los distintos seres
(Materia prima fecundada por el Espíritu Santo). Podemos llamarla igualmente
“Perfecto Espejo” de la Creación en Dios, “Espejo de Justicia” de la pureza
original, la Naturaleza primordial, la Santa Sofía, etc... La “humildad de la
sierva” se aplica al carácter de la Materia prima, pues ser humilde es ser lo
que no es, totalmente sumisa a los efluvios del Espíritu.
Y “Esposa de Dios” nos remite a la pareja metafísica expresada
por Purusha y Prakriti en el Hinduismo, Principios activo y pasivo de Dios,
sobre el que se ejerce la actividad creadora, simbolizada en el matrimonio. La
Virgen se desposa con el Espíritu creador como Materia prima y engendra al
mundo, por lo que es llamada “Regina mundi”. Dicha figura podemos verla
representada en el tercer arcano del Tarot, la Emperatriz con un centro en la mano,
con su aureolada cabeza de doce estrellas y los pies sobre media luna. Dicho
arcano corresponde al Mercurio universal, Substancia universal de la Alquimia,
Virgen madre rectora de las energías primordiales.
En la tradición judía podemos encontrarla también en la Escalera
de Jacob, cuál despliegue de los estados múltiples del Ser, personificando a
los ángeles que transitan los estados intermedios. Relacionada con la Shekhina,
personificación divina de la Presencia o Inmanencia de Dios (cercana a la mentada
noción de la Shakti) es la síntesis de las sefiroth como gobernadora de las
mismas, en relación a su Pureza y Belleza del eterno y divino Femenino.
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