
"El individuo sin conocer su verdadera
ubicación general, encontrará que se halla agobiado e insatisfecho. Cuando uno
conoce su contexto global, puede ir analizando su éxito. Para estudiar un
objeto es necesario prestar atención al lugar que ocupa en la estructura
general. Al tomar en cuenta la existencia como un conjunto que incluye lo
detectado mediante nuestros sentidos o concebido con nuestras mentes, se
distingue que no todas las cosas pertenecen al mismo nivel. Para comprender la
verdadera naturaleza de cada cosa, uno debe reconocer estas diferencias. Cuando
se examina algo, se debe determinar primeramente si es un todo o una parte. Si
es una parte, se debe emprender la búsqueda general; si es una causa,
identificarse su efecto; si es un efecto, su causa. Si el concepto es limitado,
se deben ubicar sus límites. Los elementos que pueden parecer superfluos no
deben ser ignorados, sino cuidadosamente considerados, tal como enseñan los
sabios. Este libro es una base de los conceptos teológicos generales que se
encuentran en el Talmud.
“El Camino de Dios” (Derej HaShem) es
el camino revelado a sus profetas y su Torah por parte de Dios.
Dios creó y continúa creando todo lo
existente. Lo único que conocemos de Él es su perfección. Por la tradición
legada por patriarcas y profetas, Israel lo aprendió de la revelación del
Sinaí, hasta el día de hoy. Dios es imposible que deje de existir.
El alma humana tiene muchos poderes
como la voluntad, la imaginación, la memoria, teniendo cada uno sus dominios.
Mas en Dios estas funciones no están diferenciadas. Él tiene voluntad, es sabio
y es capaz. No obstante, su verdadera existencia es una unidad; es decir, todo
perfección. En virtud de su naturaleza, es imposible que su esencia no incluya
toda perfección. Sin embargo, aceptando que la verdadera naturaleza de Dios no
puede ser aprehendida, la existencia y su esencia no pueden ser compatibles y,
por lo tanto, no se puede establecer paralelismo entre ellas. Sólo un Ser debe
existir con esta esencia perfecta y, por lo tanto, todas las demás cosas Él
tiene la voluntad de que existan, dependiendo de Él y no teniendo una
existencia intrínseca.
Aun cuando las cosas creadas no
pueden emular la perfección de Dios en sí mismas, el hecho de que puedan
apegarse a Él, les permite tomar contacto con dicha perfección. Para asemejarse
parcialmente a Dios, es al menos necesario que esa criatura gane la perfección
que su esencia no le ofrece y evite los defectos de su naturaleza.
Dios decretó en la creación
perfección y defecto. Creó a la criatura para ganar perfección y evitar el
defecto. Esta criatura se encuentra entre la perfección y la deficiencia,
producto de la iluminación y la ocultación.
La criatura destinada a apegarse a
Él, está llamada a ser lo principal de toda la creación. Todo lo demás es
simplemente un apoyo para lograr dicha meta. Los elementos de perfección son
sus poderes intelectuales y características. Las cosas materiales y malas
características, los elementos de deficiencia.
El hombre es la criatura creada con
el propósito de apegarse a Dios. No obstante, el hombre debe ganar esta
perfección a través de sus elección y voluntad.
Por eso, que esto fuera librado a su
elección, sus inclinaciones entre el bien y el mal, y no esté obligado a
ninguna de ellas. Por esto, el hombre fue creado con ambos instintos: el bueno
(Ietzer Tov) y el malo (Ietzer Ra), teniendo el poder de inclinarse en
cualquier dirección.
El hombre estaría constituido por dos
opuestos. Su alma pura espiritual y su cuerpo oscuro material. Cada componente
tiene tendencia a su propia naturaleza, inclinándose el cuerpo hacia lo
material y el alma hacia lo espiritual. Y ambos están en constante lucha. Si
prevalece el alma se eleva el cuerpo también y, consecuentemente, alcanza el
destino de su perfección. Si, por el contrario, deja que lo material
prevalezca, humilla su alma, inmerecedor de la perfección, y Dios lo rechaza.
Dios decretó dos períodos distintos:
uno de trabajo y el otro para recibir nuestra recompensa. Nada debería existir
que otorgue una inapropiada ventaja a lo material ni tampoco a lo espiritual.
El verdadero propósito para el hombre adquiera la perfección a través de su
esfuerzo.
En el período de recompensa es conveniente
que impere sólo el alma y que lo material quede totalmente subordinado a ella.
Por esa razón fueron creados dos mundos: este mundo (Olam Hazé) y el Venidero
(Olam Habá).
El género humano ha sido radicalmente
modificado como resultado del pecado del primer hombre, transformando muchos
detalles y teniendo muchos efectos. El alma tiene la función esencial de
purificar el cuerpo y elevarlo paulatinamente. El primer hombre, cuando pecó,
motivó así las carencias actuales, de tal manera que se volvió más difícil obtener
la corrección de lo que era anteriormente. Al principio fue muy fácil para el
hombre conseguir perfección; pero, cuando pecó, provocó el mayor oscurecimiento
de la perfección. El hombre se convirtió en la causa del mal que existía en él,
resultándole cada vez más difícil obtener la perfección.
El hombre debe regresar a la
situación previa al primer pecado. A partir de entonces podrá elevarse de ese estado
al nivel de perfección. Actualmente, el hombre y el mundo, habiendo aumentado
el mal, deben atravesar una etapa de pérdida. El hombre debe morir y todo lo
corrupto ser destruido. El alma no puede purificar al cuerpo hasta que muera y
se deteriore, y vuelva a surgir una nueva estructura en la cual pueda entrar el
alma y purificarla. Ésta es la idea de la Resurrección de los Muertos.
Análogamente, el mundo entero deberá
ser destruido y luego volverá a ser renovado.
El cuerpo y el alma deberán
permanecer separados hasta que llegue el momento en que vuelvan a reunirse. El cuerpo
retornará, descomponiéndose (“Tierra eres y a la tierra volverás” –Génesis 3:19).
Un alma meritoria sólo deberá esperar
lo que habrá de ocurrir con el cuerpo. El cuerpo finalmente será restituido de
manera que el alma pueda regresar a él. Por eso, Dios preparó el Mundo de las
Almas, donde las almas puras permanecen en estado de sosiego mientras el cuerpo
padece. Durante este período, el alma experimenta un sublime deleite. Pero la
verdadera perfección será obtenida al reunirse después de la resurrección.
El mundo de las almas influirá a favor
del cuerpo posteriormente, durante la resurrección.
El hombre podría alcanzar la
perfección después de la muerte, dependiendo de las acciones que hubiera
realizado cuando estaba vivo. En este mundo, el único tiempo para adquirir la
perfección es antes de la muerte. El cuerpo, durante su vida física, no puede ser
debidamente purificado por el alma. El alma fue creada con el propósito de
purificar el cuerpo, todo y que cada entidad pierda perfección incumpliendo su
cometido. El alma, al entrar en un cuerpo pasajero, podría purificar dicho
cuerpo hasta el punto que éste ya no podría ser considerado dentro del género
humano; sin embargo, Dios lo impide por decreto, limitando su poder al quedar
prisionera hasta el grado requerido por el plan superior.
Según el alma continúe realizando
buenas acciones, debería resplandecer, purificando así su cuerpo. Pero, el
mismo decreto la mantiene atrás, hasta que llegue al Mundo de las Almas. Cuando
el alma se una con el cuerpo tras la resurrección, ya no volverá a estar
restringida, experimentando el cuerpo una gran purificación.
Cuando nacemos, lo material domina en
el hombre, siendo muy grande su influencia. A medida que la persona va
creciendo, su mente se fortalecerá solamente si lo hace con sabiduría,
esforzándose en superar su naturaleza física y manteniendo sus deseos
refrenados, para obedecer al intelecto.
Lo material se ubica en el polo
opuesto de todo aquello que nos acercaría a la santidad divina. Aunque el alma
es intrínsecamente pura, tan pronto como entra en el cuerpo físico, se ve
divorciada de su verdadera naturaleza, siendo sometida por una fuerza que la
reprime.
Cuerpo y alma, aun cuando se
distancian con la muerte, se trata de una separación temporal hasta la
resurrección. El alma debe trabajar para debilitar el poder oscuro de lo
material; el cuerpo, entonces, podrá comenzar a elevarse junto con el alma. Exactamente
lo contrario a la condición humana actual, donde el alma es deprimida por el
cuerpo. El hombre debe hacer todos los esfuerzos para fortalecer su alma contra
lo material.
A causa de su composición, el hombre
se ve obligado a involucrarse con mundanas ocupaciones, siéndole imposible
vivir sin comer o beber o tener propiedades para sustraerse de sus necesidades.
Así obligado a atender lo material, necesitará desarrollar una inmensa lucha si
quiere elevarse.
Dios ordenó las cosas para que el
hombre pudiera obtener la elevación a través de sus actividades mundanas, pues
en virtud de su gran bajeza puede lograrse una mayor luminosidad. Cuando transforma
oscuridad en luminosidad, puede entonces obtener gloria sin par. Cuando el
hombre obedece a las limitaciones ordenadas por el Creador, sus actividades se
convierten en actos de perfección.
Si no fuera porque el hombre ha de
morir por decreto, el alma podría iluminarse completamente y purificar su
cuerpo en vida. A causa del decreto, esto no puede realizarse en una sola fase.
De todos modos, el alma es fortalecida con estas observancias y el cuerpo purificado,
aunque esa potencial purificación no pueda llevarse al acto más que a su debido
tiempo.
El hombre debe entender que no fue
creado sino para apegarse a su Creador, conquistar su mal instinto y oponerse a
su deseo físico y sus inclinaciones. El uso del mundo por el hombre no debe
incluir nada prohibido por Dios, no satisfaciendo sus inclinaciones materiales
o deseos superfluos meramente. El hombre puede obtener una verdadera
excelencia, cumpliendo todos los preceptos, cuyo verdadero objetivo es
ahuyentar el pecado, meditando la grandes de Dios y su profunda pequeñez,
debiendo sobrecogerse. El amor y el temor a Dios son poderosos medios para
purificar la oscuridad de la materia. Así como el estudio de la Torah, a través
de su comprensión. Y es que las palabras de la Torah tienen la propiedad
singular de causar perfección en aquellos lectores imbuidos por la santidad y
la pureza. Con su estudio pueden alcanzarse secretos y misterios contenidos en
ella, integrando un cierto grado de los más altos niveles de la perfección en
su alma.
La medida de la perfección es
relativa a la cantidad de luz que reciba. Ocurre lo contrario cuando Su Luz es
escondida. Y es que no es a Dios debida dicha privación, sino al propio
individuo, puesto que cada acto pecaminoso lo aleja de Dios" (Moshé Jaim Luzzato).