martes, 17 de enero de 2012

En el primer siglo de la era cristiana, el Docetismo afirmó que Cristo no había sufrido la cruxifición, ya que su cuerpo sólo era aparente y no real. Esta idea, Timoteo en su "Primera Carta" y San Juan en su "Primera Epístola", quisieron desestimarla. Dicha herejía tuvo su raíz en la influencia platónica, la cual afirmaba que las ideas son las únicas realidades y el mundo tan sólo un reflejo; así pues, la materia devenía como "carcel del espíritu", enraizadándose la perspectiva del dualismo gnóstico. Incluso el Islam también pudo entronizar en dicho punto de vista, cuando sostiene que el cuerpo del Profeta Isa (Jesucristo) sólo fue crucificado como una ilusión (Corán, 4:157: y por haber dicho, "hemos dado muerte al Ungido, Jesús, hijo de María, el enviado de Alá", siendo así que no le mataron ni le crucificaron, sino que les pareció así. Los que discrepan acerca de él, dudan. No tienen conocimiento de él, no siguen más que conjeturas. Pero, ciertamente no le mataron). Para rebatirlo, San Ignacio de Antioquía escribió que Jesucristo sufrió y resucitó verdaderamente (como San  Ireneo de Lyón o Tertuliano; de hecho, el cristianismo promovió la idea de que el cuerpo es el templo del espíritu). Pudo Jesucristo morir en la cruz...o no. Mas, la idea pervive más allá del hecho como tal. Como reza la 2ª Carta de los Corintios, en su tercer capítulo y versículo sexto: "Dios nos capacitó para administrar una alianza nueva, no de puras letras, sino de Espíritu; porque la letra mata y el Espíritu da vida".

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