sábado, 30 de agosto de 2014

 
Vivimos rodeados de tinieblas…aspirando, de vez en cuando, a dispersarlas; y, no obstante, acabamos regresando a ellas, pues nos condicionan directa o indirectamente desde que vinimos a este mundo (la circuncisión judía, por ejemplo, deviene simbólicamente dicha aspiración). Nuestra visión dual de las cosas (curiosamente, poseemos dos ojos) nos impide apreciar la unidad, la cual sólo puede ser contemplada por el ojo interior (en la cultura hindú relacionado con el Ajna Chakra u ojo de la Intuición –tercer ojo-). Por lo tanto, para entrar en contacto con lo sagrado, cabe ser primero conscientes de la superficialidad que nos subyuga, “despojarnos” de rémoras, prejuicios o ataduras físico-mentales que nos impiden ser realmente nosotros mismos. ¿Cómo conseguirlo? Básica es la simplicidad en nuestra cotidianidad, como punto de partida; y, en línea con el 37 versículo del Salmo 119, aconsejaría “apartar mis ojos de miradas vacías, en Tu camino dame vida” (“Aparta mis ojos de la contemplación de la vanidad y apresúrate en Tus caminos” – Tanaj).

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