sábado, 30 de agosto de 2014

 
"Y vi, como en el medio del aire austral, una imagen hermosa y prodigiosa en el misterio de Dios, similar a una forma de hombre, cuyo rostro era de tan gran belleza y resplandor, que yo podía más fácilmente fijar mis ojos en el sol que en esa imagen; y un círculo amplio y de color áureo rodeaba la cabeza de este rostro. Y en este mismo círculo, sobre esta misma cabeza, aparecía otro rostro como de hombre viejo, cuyo mentón y barba tocaban la coronilla de esta cabeza. Y de cada lado del cuello de esta figura salía un ala que, ascendiendo por sobre el ya mencionado círculo, allí se unían. Pero, en la parte más alta de la curvatura arqueada interior del ala derecha, yo veía como una cabeza de águila, que tenía ojos ígneos, en los cuales aparecía un fulgor de ángeles como en un espejo; y en la parte más alta de la curvatura arqueada exterior del ala izquierda había un rostro como de hombre, que brillaba como el fulgor de las estrellas. Y estos rostros estaban vueltos hacia el oriente. Pero también de ambos hombros de esta imagen se extendía un ala hasta sus rodillas. Vestía también una túnica semejante al fulgor del sol; y en sus manos tenía un cordero, espléndido como la luz del día. Sin embargo, sus pies hollaban a un cierto monstruo de forma horrible y de color venenoso y negro y a una cierta serpiente, que hundía sus boca en la oreja derecha de este mismo monstruo, y curvando el resto de su cuerpo por encima de su cabeza, extendía su cola en el lado izquierdo hasta sus pies" (Hildegarda de Bingen).

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