viernes, 13 de febrero de 2015


Todo sacrificio ritual debe considerarse una imagen del primer sacrificio cosmogónico. Dios se habría sacrificado a sí mismo, por amor a su creación divina. Por ello, la creación del universo implicaria un acto sacrificial con el que Dios habría proyectado su propia energia, configurándose una parte o representación suya. Y es que, en todo sacrificio ritual, la víctima pasa por ser una representación del sacrificador.
Desde dicha perspectiva, si tomásemos el fratricidio de Abel por Caín, quizás podríamos contemplarlo como aquel sacrificio de signo contrario al anterior, donde del alma pura (Abel) del propio Caín (la humanidad), acabaría conformando únicamente un alma impura. En tal caso, sería a cada uno de nosotros a quienes correspondería cambiar tal signo, sacrificando dicha alma impura con el simple objeto de revertir dicha condición.

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