miércoles, 3 de junio de 2020


“No hay mayor peligro que tomarnos en serio, viendo las cosas trágicamente. La idea de coacción hacia nosotros mismos –y los demás- encierra el germen de la violencia y de la muerte.
Todo nacimiento, toda realización se hace desde el interior. La Cristiandad yerra porque no cree en la sorprendente enseñanza del Cristo Rey. Debemos transmutar y no constreñir; he aquí el secreto.
No se trata de luchar para volver a nacer; es una lucha de amor por morir. Los cristianos predican la muerte de Cristo, pero ninguno es realmente consciente del misterio de la resurrección. El Cristo muerto en la Cruz es el mismo que resucita gloriosamente. El error es buscar la resurrección antes de haber pasado por la muerte del mundo; de ahí, el orgullo de los buscadores de Satán, quienes quieren recibirlo todo sin dar nada, como Gilles de Retz o M. Jolliot-Curie.
Vale más buscar a Dios sin ocuparse de lo demás, aunque lo demás se ocupe de nosotros. Es sencillo, se nos pide que no nos agitemos y que dejemos a Dios hacer. El espíritu sopla donde quiere y hace falta una fe lo suficientemente fuerte como para tener únicamente esperanza en la Providencia divina, a pesar de todas las apariencias contrarias. Todos quieren hacer algo, pero ninguno quiere dejar hacer a Dios. Ese es todo el drama de la humanidad desviada que insiste en agitarse inútilmente en este mundo transitorio. Copiar el discurso de Jesús sobre las preocupaciones, en Mateo VI, 24-34; es simple, eficaz y verdadero (En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que ni Salomón, en todo su lujo, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.").
El verdadero hermetismo es tan cristiano como musulmán o taoísta, etc; está unido a Dios por nuestra propia religión de nacimiento o elección. Cada profeta mantiene viva la revelación, pero siempre es el mismo secreto, aunque los ritos puedan cambiar. El rito de Osiris, por ejemplo, recuerda al rito cristiano de la encarnación divina, misterio de la muerte y resurrección. Jesús mismo fue instruido en su estancia en Egipto. Isis, Osiris y Horus forman una trinidad. Osiris es el Cristo eterno que enseña el camino del retorno al Padre, cuando los hombres se extravían demasiado en el exterior del mundo.
No hemos caído en este mundo para instalarnos confortablemente…” 
(Louis Cattiaux).

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