jueves, 30 de junio de 2022

 


El maestro Zen Taisen Deshimaru, nos dejó poco antes de fallecer en 1982, su obra "la otra orilla", que paso a exponer brevemente.

El Budismo tuvo su origen en la India de Buda. Una visión le reveló que el sufrimiento determina la vida de todos los seres: que el origen del dolor es el deseo. Sólo cuando el hombre consigue desarraigar sus pasiones y sus apegos, pone fin a sus sufrimientos. Y la Vía es el Sendero octuple (visión, pensamiento, palabra, conducta, vida, esfuerzo, atención y concentración justas).

Un mes tras la muerte de Buda, quinientos monjes tuvieron la tarea de transcribir sus palabras, fijándose los textos canónicos, no obstante, para continuar transmitiendo la doctrina oralmente, tras convocarse numerosos concilios. La expansión del Budismo prosiguió, en lo sucesivo, bajo el Pequeño Vehículo o Hinayana (el Budismo tradicional) y el Gran Vehículo o Mahayana (el Budismo reformado). Será el Budismo Mahayana quien desarrolle el papel del bodhisattva (Bodhi). De hecho, el número de mahayanistas empieza a sobrepasar al de hinyanistas, cuando el Budismo se extiende ya por China, Japón y Tibet.

El adepto del Gran Vehículo rechaza el estrecho límite personal y se consagra al bien de todos los seres. El bodhisattva experimenta el vacío de todas las cosas. La luz que ilumina el paisaje exterior es perfecta, desnuda de amor y odio, porque es no-dualidad.

El despertar es una metamorfosis del cuerpo y del espíritu, en el instante mismo en que se elimina la ilusión. El bodhisattva es encargado de llevar a los demás a la Vía del despertar. Es un ser compuesto de sabiduría y compasión. En su sabiduría, él no ve personas; en su compasión, está resuelto a salvarlas antes que a él.
El Budismo Mahayana respeta el Kannon Gyo. En Japón, los dos grandes templos de Asakusa y de Sanso-ji están consagrados a Kannon. 

En el Budismo Amidista, Amida está siempre acompañado de dos bodhisattvas: Kannon y Sensi simbolizan energía y dignidad. Kannon puede ser tanto hombre como mujer. Despertarse significa cambiar de valor. Es el satori. No debemos buscar a Kannon en el exterior, sino volvernos nosotros mismos. 

Por la postura de zazen podemos resolver los problemas de la vida y sus contradicciones. En el mundo de los fenómenos, todas las existencias son una ilusión. Nuestra vida es efímera. Los hombres sufren sus ilusiones. La raíz del sufrimiento es la ilusión; se sufre por exceso de pensamientos. El rico sufre igual que el pobre. 

En la vida erramos, siempre a la deriva, atados al ego, a las cosas materiales. No podemos soportar a cierta persona, huimos o perseguimos. Nuestra vida no tiene orientación, acechándonos el demonio. Los demonios son los movimientos de nuestra espíritu, que no debería moverse. Siempre estamos calculando. Siempre queremos una retribución. Tenemos miedo a ser criticado o a los perjuicios. El ego nos hace caer en el infierno. En cuanto uno se disocia del orden cósmico tiene que caer en el fondo de la oscuridad. Las personas egoístas caen en el infierno. Los que ayudan a los demás son felices y libres. Por el contrario, la gente egoísta tiene que sufrir. Olvidar el ego, conduce al satori. Igualmente si se crea buen Karma, si se practican buenas acciones. Zazen es el estado de serenidad.

Cuatro sufrimientos fisiológicos: de vivir, de vejez, de enfermedad y de muerte.

Cuatro sufrimientos psicológicos y espirituales: estar separado de quien amamos, soportar a los que no amamos, no obtener lo que deseamos, por demasiados deseos/pasiones/ilusiones.

Es en ku, en la vacuidad, en el abandono total del yo donde se encuentra la más alta realización del ser.

Buda obtuvo el satori en el mundo donde habría sufrido. La gente que desea y anhela la felicidad, debe sufrir. Si uno se contenta con una felicidad simple, el sufrimiento desaparece: es el satori.

El hombre busca la felicidad buscando la satisfacción de sus deseos, creyendo que va a conseguir la felicidad. Pero ésta no depende de lo que se recibe sino de lo que se da. Desembarazarse de los deseos, olvidar la felicidad, nos aproxima a la auténtica felicidad. Comprender esto es tener la sabiduría.

Muriendo para uno mismo, abandonando el ego aquí y ahora, se encuentra la Vía y la libertad. Si se abandona todo, no hay nada que perder o ganar. 

Ser mushotoku es tener el espíritu desembarazado de todo apego (a las sensaciones, a los sentimientos, a los pensamientos, a las opiniones, a los deseos...) permaneciendo en la libre vacuidad: la intuición y la sabiduría se manifiestan simplemente.

Las cuatro Nobles Verdades son:

  • El mundo está lleno de sufrimiento: enfermedad, muerte, amor, odio.

  • El sufrimiento está enraizado en los deseos.

  • Cuando el hombre llegue a deshacerse de sus apegos, pondrá fin al sufrimiento.

  • Justeza de visión, pensamiento, palabra, conducta, vida, esfuerzo, atención y concentración.

Las palabras vehementes, apasionadas, falsas son semillas del mal Karma.La vida en nuestra sociedad no favorece esta serenidad. La práctica justa de la Vía necesita una vida regular, ordenada y concentrada. Hay que concentrarse en los propios asuntos con un espíritu generoso y altruista. 

Acostarse, dormir, levantarse, comer, pasear, reposar, hacer deporte, distraerse, pero no concentrarse solamente en los entretenimientos, esa es la Vía justa. Con creatividad, hay que asumir las tareas repetidas cada día, mirando de diferenciarlas mínimamente.

El esfuerzo es muy importante. La facilidad envilece al hombre. El estudio de la Vía no es fácil; abandonar el ego no es fácil. No significa estar tenso, sino estar atento, vigilante.

Cuando el espíritu es apacible, la atención es natural. No hay que olvidar que la vida es siempre cambiante. Conociendo estos, los tormentos se apaciguan, los apegos se deshacen, el miedo se desvanece. Es inútil temer por la propia vida. Ésta no tiene una realidad propia. Es inútil atormentarse. Vivimos por el poder cósmico. Yo y las otras existencias somos idénticas, tenemos la misma raíz; estamos en unidad.

Durante zazen, después de un período más o menos largo, la concentración que acalla nuestros sentidos, aparece donde todo se olvida, el cuerpo y el espíritu, el pasado y el futuro. La calma se instaura, pudiendo accederse al completo samadhi.

Algunos dormitan; eso no es el samadhi, el cual supone una completa vigilancia.

Las semillas del karma se perpetúan después de la muerte. Se formarán entonces los caracteres hereditarios del recién nacido desde la misma ovulación.

El mal karma aparece liberándose en el subconsciente, y por la acción de la consciencia de zazen, este mal karma puede acabarse, transmutarse.

Para la mayoría de religiones, aproximarse a Dios significa traspasar la condición humana, resultado de sus esfuerzos, lo que acaba no teniendo ninguna relación con la auténtica realización. En el Zen, la simple postura sentada y la respiración profunda determinan el estado de conciencia justa. Que aparezca Dios o el demonio, no tiene importancia; no es necesario prestarle la menor atención, pues son fenómenos, ilusiones mentales. En la postura zazen, toda dualidad es inmediatamente resuelta. La ignorancia, causa del sufrimiento, es la fuente de todas las ilusiones y de la transmigración. Ilusión es el polvo que viene a visitarnos. Un factor exterior que juega un papel catalizador.

Los principios fundamentales de la enseñanza de Buda es que todo es impermanente, que el ego es sin sustancia y que todo es vacuidad; son las tres leyes representativas del nirvana, la serenidad perfecta del cuerpo y del espíritu.

Quien se olvida por un instante del yo y de lo mío, se entrena en la meditación.

Durante seis años de mortificación, Buda pasó con los yoguis numerosos estados de conciencia, dudas y preguntas en su mente, como ¿por qué debo sufrir? ¿por qué nacer, envejecer y morir? El objetivo de sus meditaciones fue desenmascarar el sufrimiento. Sentado en zazen bajo el árbol de la Bodhi, a fuerza de concentración y observación, resolvió el problema obteniendo el satori.

Tras la muerte, los elementos constitutivos del cuerpo retornan al cosmos. Desgajada la conciencia del ego, vuelve a la conciencia cósmica. Los granos del Karma, llegado el momento, se manifestarán nuevamente por medio de la fecundación en un nuevo individuo.

Las construcciones de las stupas indias, tienen una forma cúbica en la planta inferior de color amarillo que simboliza la tierra; una cónica dorada encima que simboliza el fuego; un sombrerete de color negro que simboliza el aire y, rematando la cúpula, una gota azul que representa al éter.

El abandono de los pensamientos y las metas, no intentar obtener ningún tipo de sabiduría, son rasgos de la Vía. La sabiduría más alta es aquella sin meta, más allá de la consciencia. No será el resultado del pensamiento, sino emanando de las profundidades inconscientes del espíritu. Por este simple término, todo es negado: toda doctrina, idea, concepto, teología, budismo.

Fijarse una meta nos aleja de la autenticidad de zazen.

Satori equivale a una pérdida absoluta, la muerte de sí mismo, la extinción de toda búsqueda.

En la vida, la gente siempre calcula ganancia-pérdida. Se debe olvidar a quién se da y lo que se da. Esta acción debe ser sin meta. En el Budismo Mahayana, el bodhisattva es el ser del satori que se compromete con el mundo para salvarlo. Concederse importancia no es libertad y, a causa de ello, aparecen dificultades. Si existe un apego al propio ego, el hombre se vuelve ansioso. Se vive con el miedo, con el deseo. Mas todo es impermanente, relativo, sin realidad; todo cambia, todo desaparece. 

El hombre se encamina hacia la muerte ¿qué se puede retener? Conformándose con el orden cósmico, puede realizar la verdadera libertad, sin guardar lugar para ninguna complacencia. Las satisfacciones de este mundo son fugaces, nada más que pálidos reflejos de la verdadera felicidad. Los deseos se empujan entre ellos y entrañan insatisfacciones. Hay que entrenarse en olvidarse del ego.

Creerse superior a los demás es un error. Si estamos concentrados aquí y ahora, los deseos se disipan rápidamente; nace un deseo, después muere; pasa sin afectarnos, sin dejar rastro. La vida es no-fijación. Todo recuerdo es una célula cancerosa que atrofia la vida, poniendo obstáculos a la corriente de la energía cósmica.

El espíritu en calma no se ata a nada. Los conocimientos se convierten en un muro. Hay que liberarse, superarlos, usarlos con moderación en todo caso. Sólo la sabiduría intuitiva aparece cuando el espíritu es libre.

Durante zazen nos volvemos Buda. Cada mañana debemos postrarnos no solamente ante la imagen del Buda, en el centro del altar, sino para todos los budas vivientes que practican zazen.

Para llegar a ser seres plenamente realizados, es necesario escapar intermitentemente de la sociedad con el fin de sumergirse después en ella más eficazmente. De la vacuidad total emerge esta sabiduría.

El satori, el verdadero conocimiento de uno mismo, es el verdadero dharma. Zazen se sitúa más allá de toda costumbre, toda tradición religiosa o regla social. Es universal. Debemos encontrar la verdadera libertad interior en nosotros mismos. Cuando se practica zazen con atención, se alcanza un estado de armonía con el universo y en uno mismo. Es bueno escuchar la opinión de los otros, pero si uno toma una verdadera decisión, hay que ir derecho adelante.

En el verdadero zen es suficiente con las ceremonias shoko, encender incienso; raihai, salutaciones; nembutsu, plegarias a Buda; kito, ceremonias de exorcismo; dokyo, lectura de sutras. No obstante, más que las plegarias o sutras, lo importante es liberarse del ego por zazen. El espíritu de los que hacen zazen es tranquilo y apacible. Hay que hacer zazen sin meta, sin conciencia personal, tranquilamente. No hay que distinguir el satori de la práctica de zazen, pues la práctica misma de zazen es satori. No obstante, si se tiene conciencia de satori, ese no es aún satori.

La influencia de zazen y el satori no dura solamente durante su práctica, sino que continúa como la resonancia tras un golpe del gong. Los beneficios del zazen son ilimitados. En India y China, todos los maestros han enseñado que zazen es la puerta principal; y todos ellos conocieron el verdadero dharma, obtuviendo el satori por la práctica del zazen.

Zazen debe ser el centro de todo y la recitación de los sutras y plegarias de Buda deben acompañar al zazen. Los templos y edificios no encuentran su verdadero significado más que cuando se hace zazen en ellos.

No hay que dejarse cautivar por la pompa de las palabras. Hay que creer en el dharma. Nuestra meta no es un método para buscar la verdad, sino la práctica para llegar a la verdad. 

Hay que escoger un verdadero maestro que haya recibido la transmisión (shiho) verdadera y las ceremonias tradicionales del verdadero Zen, el verdadero Budismo. El maestro y el discípulo estarán solos a medianoche, y será entonces cuando el maestro transmitirá al discípulo sus enseñanzas secretas, así como le dará el certificado. 

En China, la escuela del Yin-Yang y de Lao-Tse se han convertido a zazen, y en Japón los discípulos de la escuela Shinto. 

El Zen es un alimento espiritual por el que un ser humano puede encontrar la felicidad suprema. En otras religiones no hay equivalente igual. El verdadero Budismo debe proteger a la gente de la inquietud, de la impaciencia, de la irritación y de la desesperación.

El cuerpo y el alma son una unidad, en oposición al dualismo.

Si seguís la educación de Buda sobre los ocho satoris del Gran Hombre, podréis volveros totalmente libres y completamente felices:

  • Tener pocos deseos, no siendo ambiciosos. Aquellos que limitan sus deseos, no tendrán necesidad de correr detrás de ninguna cosa y no sufrirán tanto.

  • Estar satisfecho con lo que se tiene. Quien lo comprende, aunque tenga que dormir en la intemperie, se sentirá en paz. Esforzaos en entender y practicar.

  • La alegría de la calma. Debe huirse de las calles atestadas, de las muchedumbres, de las ciudades. Se debe vivir en un sitio tranquilo, apacible, lo que no quiere decir vivir sólo. Algunos se retiran a la montaña, deviniendo uno con ella -la montaña quiere decir lo profundo-; pero, aunque uno viva en Paris, si el espíritu permanece tranquilo, esa será una paz verdadera, y sería inútil cambiar de lugar. Pero, en general, es difícil alcanzar la serenidad en esas circunstancias. A quienes les gusta frecuentar lugares atestados, padecen muchos sufrimientos.

  • El esfuerzo permanente y continuado debe ser. No obstante, si se actúa con la voluntad, la fatiga acabará apareciendo rápidamente. Es el hábito lo que es necesario. Hacer postura zazen una hora al día es suficiente. Los que practicamos zazen hace mucho tiempo, no actuamos con la voluntad, sino que es el propio cuerpo quien quiere hacer zazen.

  • No hacerse ilusiones. Si vuestro poder de conciencia es fuerte, no podréis ser penetrados por la gula, el sexo, los deseos, etc... En la época actual, mucha gente vive en la ilusión, causa de problemas y enfermedades. Cuando hablo de ir más allá del pensamiento, no estoy hablando de levitar; es en relación al no-pensamiento. Pensar pero no pensar. No crearse ilusiones es como llevar una armadura. La no-ilusión es el gran satori, la conciencia justa.

  • La práctica del zazen, con espíritu libre y sin complicaciones. No hay que tener meta, ni buscar los efectos de una religión. Los méritos proceden directamente de Dios o de Buda.

  • La sabiduría profunda que pasa por el cuerpo. Las enfermedades aparecen a partir de deformaciones del cuerpo y del espíritu. A través del zazen, se pueden corregir. Zazen significa comprender el propio ego, el mal karma y los malos hábitos del cuerpo y del espíritu. Cuando practicáis zazen, surgirán deseos y pensamientos del subconsciente. Si sentís ciertos puntos dolorosos o un desequilibrio entre un lado y otro, puede ser causa de enfermedades en el futuro. Durante zazen, podríes reequilibrar estos puntos débiles. El Zen significa practicar a partir del cuerpo. ¿Cuándo hay que acostarse, comer, lavarse, ir al baño, desayunar? La hora, el tiempo, son importantes. Si uno se equivoca con los horarios, aparecen deformaciones. Los animales siguen el orden cósmico. Hay que concentrarse y ser exacto en cada gesto de la vida cotidiana.

  • La no discusión. Si discutimos con los demás, surgirán problemas. No tenéis que abandonar el satori y sí las discusiones, accediendo a la tranquilidad.

Estos ocho satoris son interdependientes. Así, existen ocho por ocho, sesenta y cuatro satoris. Si se los estudia profundamente, se vuelven una enseñanza infinita. Tenéis que comprender que nuestra vida y nuestro mundo no son más que impermanencia. No sufráis, no os pongáis tristes. Practicad zazen, obtened el satori que incluye los ochos satoris. Nuestra vida es peligrosa y frágil, aunque lleguemos a ser ricos. El hombre sabio puede corta este karma. Concentraos siempre en la búsqueda de la Vía más allá de la sociedad del mundo vulgar. No hay que discutir. No habléis, directamente; permaneced en silencio. El tiempo pasa...

El buen karma disminuye, aumentando el malo. En la época de Buda, los discípulos practicaban y estudiaban todos. Ahora, en Japón, ni siquiera hay una persona entre mil. Es una pena. Recibir un cuerpo humano es difícil. Ahora podemos comprender y estudiar los satoris. Aunque, resumiendo, el satori es rechazar nuestro cuerpo y el propio espíritu. Abandonarse y seguir el orden cósmico, actuando inconscientemente.

¿Qué es la Vía del Buda? Es estudiarse a sí mismo. Cuando se incinera un cuerpo, el espíritu no se extingue. En la actualidad, materialismo y espiritualismo se combaten. La verdad no reside en un sólo lado. Hay que abrazar las contradicciones. Debemos practicar nuestro no-apego al cuerpo y al espíritu. Nuestra naturaleza pura, nuestro espíritu está manchado de ilusiones; nuestro karma, nuestro entorno nos han hecho perder la condición normal de nuestro espíritu. No hay que tener pensamientos discriminatorios. Pero es muy difícil acabar con las impurezas.

La Vía del Buda se estudia a través del propio cuerpo-espíritu. Una mala acción nos traerá un mal karma. ¿Cómo estudiar y practicar durante zazen? Durante zazen, no caed en pensamiento relajado o difuso, pero tampoco en no-pensamiento. Tenemos que cambiar por completo la dirección del espíritu y volverlo limpio y puro. En el Zen, esto quiere decir despertarse. La mayoría de la gente tiene un espíritu dividido y contradictorio, fatigándose su cerebro. Durante zazen, no es necesario cortar las ilusiones del karma cuando aparecen, puesto que acabarán desvaneciéndose. Debéis seguir tranquila e íntimamente la respiración, captando la dimensión de Buda, pero sin ataros a la misma.

Los tres mundos existentes son el de los deseos innobles, el de los deseos nobles (artísticos, intelectuales o filosóficos) y el mundo espiritual, sin deseos de ningún tipo.

Tenemos que aceptar las cosas como vienen, momentáneas. Si bien lo grande y lo pequeño existen, finalmente no tienen existencia propiamente dicha. Cuando morimos, el espíritu no va a ninguna parte. Lo único que hace es volverse invisible a nuestros ojos. La mayoría de la gente intenta escapar de la muerte. Uno no debe apegarse ni a la vida positivamente, ni a la muerte negativamente. Nuestro cuerpo -espíritu entero- es vacuidad, ku. Es muy difícil abandonar nuestra casa y encaminar nuestro espíritu al estudio de la Vía. El maestro y uno mismo es una unidad, como el anverso y el dorso de una hoja.

Incluso si sois criticados e insultados por el maestro o discípulos, hay que dar prueba de paciencia y aceptarlo como una enseñanza entre las marañas de nuestros deseos de reconocimiento. Nuestro zazen purifica el entorno. No tenemos que depender del prójimo, ni dejarnos influenciar por nuestro diabólico entorno. A través de la práctica del zazen, se puede comprender que nuestro cuerpo-espíritu está ligado al cosmos. En esta vida están incluidos desgracias, sufrimientos, dificultades, tristezas y la felicidad de las alegrías; pero el verdadero espíritu del despertar suele manifestarse más a menudo en los sufrimientos que en las dichas. La felicidad es como una burbuja.

Todo el mundo tiene el espíritu del despertar, pero sin una fuerte decisión interior, no podrá ser realizado. Si creamos un buen karma, se manifiesta; si creamos un mal karma, lo mismo. La mayor parte de la gente vive en contra del orden de las cosas. El cerebro humano crea continuamente contradicciones. Las ciudades donde vive están contaminadas, intoxicándose al respirar profundamente. No debemos hacer categorías como “esto está bien, esto está mal”. No tengáis apegos. No hay que escapar ni perseguir. No hay necesidad de autoinmolarse o deprimirse, buscando la melancolía del pasado. La verdadera sabiduría nace a partir del equilibrio.

Si creáis un espíritu artificial, la vida se os complicará. La gente se deja influenciar por los demás, por sus críticas y, por eso, miente y disimula, creando impureza y karma.

Hay que ser sin artificio, sin pretensión, sin intención, inconsciente, natural. No hay bien ni mal, ni nada que perder o ganar, ni santo ni vulgar. Estudiar la Vía de Buda es estudiar el ego. Y estudiar el ego es abandonar el ego. El cuerpo y el espíritu no existen separadamente. El ochenta por ciento de las enfermedades provienen del espíritu y el resto del cuerpo. El estudio cotidiano del cuerpo, sus excesos, los caracteres hereditarios, sobre todo ello hay que ejercer un difícil control.

He escrito “Zen y autocontrol”, relativo a todo esto. Es necesario tener un cuerpo sano, no ingiriendo cosas perjudiciales para el cuerpo. Si os portáis bien con él, creáis buen karma, al hacerlo santo (nuestro cuerpo puede ser dios o demonio). Hay que concentrarse sobre el cuerpo, cuando se hace zazen. Si se actúa en contra del orden cósmico, se enferma. Si se le sigue, uno se cura. La civilización moderna está enferma. No hay que estancarse en los mismos pensamientos durante zazen. En un sentido ordinario, el mundo humano es dualista: yo y los otros. Pero todas las cosas están relacionadas, siguiendo el orden cósmico.

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