jueves, 29 de diciembre de 2011

Para mí ha sido básica una experiencia: la angelical. Antes de nada, deben intentar ser lo menos excépticos posible con lo que pueda decir a continuación.
El Ángel puede "individualizarse" con los rasgos físicos de una persona; y su anunciación corresponde al grado de experiencia o pureza del alma a la que se anuncia. Esto, de entrada, a mí ya me permite creer en Dios y la vida que me espera tras el umbral de la muerte física.
Pero para ello, hay que integrar un mundo que no pertenece a éste, por así decirlo, lo cual implica también lo que uno se ha "sacado" de sí mismo, para poder entronizar con éste "celeste". Y entonces, el alma necesita experimentar lo que se entiende por "tomar consciencia de sí misma". Pero ello comporta, a priori, una contradicción: hay que salir para poder entrar, dejar de lado la superficialidad del mundo exterior (salir del mundo de los sentidos) para asumir la sacralidad del interior (interiorizar en el mundo Imaginalis), pero no como si este mundo fuese donde estuviésemos cautivos, sino confiriéndole la importancia que supone dicho soporte para nuestra misión. Los procesos psíquicos (alquímicos, dirían los adeptos a la Obra) remiten a la Imagen del alma y, a partir de ahí, el cosmos deja de ser un objeto exterior, pasando a ser el objeto experimentado como una sucesión de etapas de un éxodo (a modo de la "salida de Egipto", más o menos peligroso con el que hay que comprometerse pues, de lo contrario, el alma puede volar a merced de las psicosis más temibles, ya que no todo el que se adentra en el mundo sensible está suficientemente preparado). Así pues, es preciso "orientarse" (Mundo de exilio= mundo de Occidente contrapuesto al de Oriente=Mundo del Ángel). De aquí los mitos de la cueva, la anunciación, el nacimiento, o de que por encima de la tierra, el cielo se curva como una cúpula que la encierra (lo que está arriba es como lo que esta abajo), puesto que el reino de la Luz comienza más allá, allí donde termina el aparato del poder cósmico.
En todo despertar, el alma del adepto descubre dónde está y presiente de dónde viene y a dónde ha de volver (la idea del eterno retorno); por eso, el alma despertada a su individualidad no puede ya satisfacerse con las reglas comunes o preceptos colectivos (como pregona Julius Evola, por ejemplo). Desde el momento en que el alma se descubre como extranjera y solitaria en el mundo, comienza a perfilarse un horizonte "personal", que permite ir sincronizándose con la visualización del Guía. Para ello, hace falta una fuente de energía psíquica potente para que la actividad de ese nuevo "mundo Imaginalis" cree un campo de libertad interior suficiente (llamada inmanencia), que manifieste la Imagen del Yo (llamada transcendencia), y que preexiste a la condición terrena y anticipa la sobreexistencia. Dicho acontecimiento se produce como una visión mental o sueño despierto en la vigilia. Y dicha visión es la contrapartida al ángel caído (que somos nosotros mismos) destinado al gobierno del cuerpo físico. Avicena y Sohravardi (mis principales referentes en este tema vital) pudieron ver ante ellos a un ser de enorme estatura, todo él de luz serena y gozosa (entre nosotros, es probable que algún día haga una confesión de similares características -aunque insinuada ya al principio del texto...-).
Y todos los libros sagrados de la historia han intentado explicarnos esta experiencia simbolicamente, de una u otra manera como, por ejemplo, en los relatos avicenianos o sohravardianos, en el encuentro con el Ángel y su mundo o las imágenes arquetípicas del Hermes alado o Gabriel, como Mensajero del Rey.
Nuestra misión básica en esta vida es "sencilla": alcanzar el pleroma arcangélico como puro espacio espiritual, a modo de progresiva escala de Jacob. Yo soy del pensamiento que éste es "el sentido de la vida"; no es otro que el de acceder al Conocimiento de nuestra esencia, gracias al cuerpo físico, aplicándole una muerte y resurrección metafóricas, que regenerarían nuestra alma en la misma Fuente de la Vida. Egípcios, hidues, primitivos cristianos, neoplatónicos, sufies, etc...todos ellos nos remiten a una operación mental previa, para conducirnos al contexto cósmico en el que está encarcelada el alma; dicha exégesis espiritual abriría el paso al Guía (exégeta). Y, gracias a Dios, existen para ello tres vías: la del del guerrero, la del contemplativo y la del Conocimiento (Conocimiento que, a veces, puede ser espontáneo y marchar igual que ha llegado; o auspiciado por un maestro exterior o interior...). Yo, por mi parte, no desfallezco y, aunque todavía no me he decantado por una sóla, sospecho que la última -cual"Vía del Medio" - es la más adecuada, siguiendo en la compleja y árdua, sencilla y amorosa tarea.
Acabar diciendo que, sobre todo, no hay que olvidar que dicha tarea siempre será autárquica. Nadie, sólo tú, puede alcanzar tu meta. Espero haber ayudado, en la medida de mis limitadas posibilidades, con mi propia experiencia (pues esa no es otra que mi tarea).

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