sábado, 25 de junio de 2016


Dice Gaspar de la Figuera, en su libro "Vida de San Jorge", que las pinturas recurrentes del Dragón, la doncella y el Santo son puramente simbólicas -y nada históricas-; y que "errará el que no descorra la cortina y con juicio o examen, diferencie de la apariencia exterior la sutil inteligencia, que bajo aquellas figuras ocultaron los antiguos cristianos", donde los "contrarios" se hallan en una guerra intelectual, siendo el Dragón el demonio que sale de la oscura caverna y el Santo hace con el Dragón, lo que éste quería hacerle a la "Doncella".
"Había de tener Jorge un alma, que ayudaba con el riego de la Gracia divina, y se había de transformar en un jardín ameno de todas las virtudes, sin permitir con su cuidado que espina ninguna de vicio se arraigase en la bien labrada tierra de su corazón; antes si desvelado en el provecho de otros, había de procurar con sus acomodadas exhortaciones, y dulces reprensiones, apartar a los otros del vicio e inclinarlos en la virtud".

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