La cruz, inversión del árbol paradisiaco, nos sirve para contrarrestar nuestra condición caída (conjugando así los contrarios), sirviéndonos su eje “del mundo” para condicionar debidamente nuestro propio crecimiento espiritual. La cruz es símbolo de expiación, de lucha y sacrificio como condición indispensable para recuperar la dignidad perdida; en ella se unen el Cielo y la Tierra. Y es que, sin la cruz, no hay resurrección posible.
Homero mencionó a la Siria primitiva (cual "tierra solar" donde se hablaría la lengua siríaca o adámica), situándola allende Ogigia (lo que nos permitiría asociarla con la Thulê hiperbórea), isla en la que pasó prisionero Odiseo/Ulises siete años de su vida, en manos de la ninfa Calipso. Plutarco escribiría también sobre la isla de Ogigia, indicando que allí el sol era visible veinticuatro horas, pues disfrutaba de días más largos...
lunes, 21 de octubre de 2013
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