lunes, 21 de octubre de 2013

 
La cruz, inversión del árbol paradisiaco, nos sirve para contrarrestar nuestra condición caída (conjugando así los contrarios), sirviéndonos su eje “del mundo” para condicionar debidamente nuestro propio crecimiento espiritual. La cruz es símbolo de expiación, de lucha y sacrificio como condición indispensable para recuperar la dignidad perdida; en ella se unen el Cielo y la Tierra. Y es que, sin la cruz, no hay resurrección posible. 

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