jueves, 25 de abril de 2019


El zen es una disciplina de principio espiritual que, a pesar de ello, no da la espalda al sutil pragmatismo del intelecto analítico para afrontar los diversos aspectos cotidianos. Si bien es cierto que el camino del zen es diferente al discurso lógico, basado éste exclusivamente en cotejar una realidad exterior a nosotros, como base comparativa de todo lo que nos rodea. 
El zen, en cambio, nos invita a replegarnos en nuestro interior y buscar allí un reposo que, por contra, no encontraremos nunca fuera. El camino de múltiples diferenciaciones basado en la lógica del tiempo y espacio, deviene un tedioso camino plagado de trampas; y, por eso, el zen insta a dejar de creer en ella. 
La experiencia del zen implica instalarse en un presente absoluto, más allá de donde podamos o no encontrarnos, sin dicotomías conceptuales de ningún tipo; allí donde no haya objeto, cosa observada ni observador, sino únicamente nuestra propia naturaleza. ¿Cómo hacerlo? El profesor D.T. Suzuki nos dio una pista mediado el siglo XX: "La forma de disolver los conceptos contradictorios consiste en crear un tercer concepto que armonice a los otros dos".

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