lunes, 20 de agosto de 2018



La desacralización que caracteriza al hombre no religioso de las sociedades modernas, enfatiza la actual dificultad para reencontrarse con las dimensiones existenciales del otrora arcaico hombre religioso, cuya tendencia era vivir mayormente en lo sagrado o íntima cercanía de los objetos consagrados para tal finalidad. Y todo ese esfuerzo del hombre religioso, contrasta con la del actual hombre privado de cualquier sentimiento religioso, pretendiendo vivir en un mundo totalmente desacralizado, profano en su totalidad.

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