jueves, 19 de enero de 2017


Al poco de nacer, mis padres estuvieron preocupados durante casi un mes, al verme llorar lágrimas de sangre; sin recibir una explicación lógica facultativa, una vez adaptado mínimamente a este mundo, dichas lágrimas desaparecieron de mi rostro. Tal anécdota me hace recordar que en la Puerta del Sol de Tiahuanaco, perteneciente a la cultura Inca, se representa a una serie de seres míticos alados con cuerpos antropozoomorfos, que rodean al Dios Viracocha. El centro del friso, ocupado en parte por la geométrica cabeza de Viracocha, y de cuyos ojos brotan unas pequeñas lágrimas, es envuelto por una corona de rayos alrededor de su insigne cabeza –algunos convertidos en cabeza de jaguar-. Con dos cetros, de cuya parte inferior se representa la cabeza de un cóndor invertida, sobre su pecho cuelga un pectoral en forma de jaguar-cóndor, mientras se yergue en pie sobre una pirámide escalonada, en cuyos extremos unas cabezas de jaguar miran hacia arriba. En el interior de la pirámide, se encuentra un embrión de jaguar, pues Viracocha es el creador de los tres mundos, simbolizando así la unión de todos ellos: Cielo, Tierra e inframundo, cual metamorfosis del sol nocturno (jaguar) en sol diurno (cóndor), y donde sus lágrimas de sangre simbolizan el sacrificio necesario para la creación del universo. 

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