miércoles, 18 de enero de 2017


El conocimiento salvífico o auto conocimiento -enseñado por el Espíritu Santo- nos permite aligerar el peso del alma extraviada. Pero dicho conocimiento no se encuentra fácilmente en la Letra, a causa de innumerables contradicciones y malentendidos; la metafísica, de hecho, difícilmente entroniza debidamente con la Letra. Otras artes, en cambio, podrían manifestar también dicho conocimiento; la alquimia, por ejemplo, que aunque tenga igualmente un origen espiritual, sólo pueda ser estudiada bajo una adecuada influencia. Y es que nuestra misma existencia ya sería un acto alquímico, cual transmutación de la transmigración de nuestra propia alma, donde pasado y futuro no existirían. Y ello, porque la doble naturaleza del Hombre, como intermediario macro-microsmos, le permite una labor teúrgica de la que sólo él sería heredero. No obstante, se hace esencial una previa peregrinación interior, hoy en día auspiciada excepcionalmente por un maestro interior, o exterior básicamente desde una orden gnóstica de sabiduría hermética. En la antigüedad clásica, el Nous o Noos, era el Espíritu o alma elevada; y el Corpus Hermeticum indicaba que la Inteligencia platónica iluminaba, como mediadora, hacia el Nous (la gnosis se revela emanando recíprocamente desde el propio Nous). O por mediación de la Cábala (Árbol sefirótico), desde donde los seres pueden volver a su propio Nous, desde su origen increado. Sólo Dios lo es todo; pues un solo Ser, Ein Sof cabalístico, es quien da forma al universo, creándose éste desde su propia emanación. Y hacia Él hemos de volver nuestros corazones. 

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