En el cuarto libro de
sus Diálogos, Gregorio Magno (+604 dC) escribió acerca de la muerte y el más
allá, indicando que “la naturaleza del alma es invisible”; más “purificando el
ojo del espíritu mediante fe pura y oración prolongada, muchos han visto almas
saliendo de sus cuerpos”. Por ejemplo, cita a quien “vio que el alma de
Especioso, que estaba lejos de él, salía de su cuerpo, anunciándolo a sus
compañeros frailes y partiendo a toda prisa” (en dirección a la localidad donde
se encontraba el supuesto compañero –en este caso, Capua-); tan buen punto
llegó, “encontró a su hermano ya enterrado y se enteró de que su alma había
salido de su cuerpo a la hora en que él la había visto”.
Incluso explica cómo “al atardecer, espíritus de monjes se pusieron a salmodiar en voz alta e inteligible, llegando a oídos corporales”-cuarto libro, capítulo 22-.
San Gregorio nos
querría hacer ver aquí que el alma del finado, en relación a aquella que media
entre el espíritu y la carne, podría así quedar “expuesta” a ser
contemplada, mediante un episodio de éxtasis. Según el Padre de la Iglesia, “Dios
todopoderoso creó tres espíritus vitales. Un espíritu no recubierto por la
carne (el de los ángeles), otro recubierto por la carne, pero que no muere con
la carne (el de los hombres) y otro recubierto por la carne y que muere con la
carne (el de todo animal o cosa)” –cuarto libro, capítulo 9-.
Así pues, de
comprometerse el hombre con su elevada condición de intermediario entre Dios y
su creación, podría avalar la función del santo espíritu o clásico daimôn, más
allá de cual soporte del aliento vital.
Este segundo espíritu
sería igualmente aquel del que, por ejemplo, puntualmente se haría servir el chamanismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario