jueves, 20 de marzo de 2014


El mundo exterior se desacraliza; habrá quien dirá que esto es un progreso, a través del cual se precipita el espíritu laico, aplicado primero a lo exterior, lo que acaba refluyendo hacia el interior –o sea, el alma-, trastornando la noción espiritual. Así, el deseo siempre insatisfecho de una ‘pureza’ exagerada desemboca en el resultado diametralmente opuesto (Jean Hani).

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