lunes, 31 de marzo de 2014


MUDRAS, MANTRAS Y MANDALAS. 

Los mudras, mantras y mandalas son referentes básicos de Oriente. De entrada diremos que un mandala es un  círculo de meditación para experimentar lo divino, un mantra es una fórmula de carácter sagrado y un mudra, un simbólico gesto sacrosanto. Y así, nos percatamos que todos ellos, dentro del Hinduísmo y el Budismo, son sagrados.

Un mandala, cual diagrama ritual, pretende llevarnos más allá de las simples apariencias y hacernos comulgar con nuestra esencia interior mediante la meditación de un diagrama, redondo -por lo general- o multilateral, basado en una particular representación cósmica y espiritual.

Mandala significa literalmente "círculo" y sus figuras concéntricas y geométricamente confrontadas, buscan cristalizar una experiencia cosmogónica. De hecho, un mandala consiste en una representación cosmogónica y, después, una reintegración en el Centro.

Por ello, el mandala simboliza el universo y nos remite a la paulatina unificación del conjunto de las imágenes que nos muestra, con la intención de reflejar un orden buscado por nuestro insconciente dentro del caos, cual aspiración de unión mística con dicha esencia.

Y es que un mandala siempre alude a la idea del centro, al que se llega tras superar ciertos obstáculos (el simbolismo del mandala nos recuerda así al del laberinto, por ejemplo), con el fin de reunir allí lo que previamente se hallaba disperso: el mandala como "imago mundi". De hecho, ya estamos buscando insconscientemente elevar nuestro espiritu y un mandala tendría esa función: percatarnos de que el buscador y el buscado son lo mismo, dentro de un recinto o espacio sagrado.

Cuando el mandala se traza en el suelo, por lo general para ritos iniciáticos, contiene círculos y lotos, imágenes y símbolos divinos; unas puertas, provistas de guardianes, suelen trazarse en relación a los puntos cardinales y, adentrándonos paulatinamente en su dibujo, podemos ascender hacia nuestro interior espiritual (lo que, a todas luces, puede parecernos una contradicción). Diferentes grados de consciencia, una vez transmutada y purificada ésta, nos permitirán alcanzar el centro del mandala que, como proyección de un mundo espiritual, nos conducirá a la extinción del yo y a la reintegración en la Unidad.

La vibración de una cosa es su nombre; y el nombre de la cosa es su sonido. El mantra es aquella fórmula repetitiva con las que nos identificamos con la deidad (y, para ello, se suele ayudar del simbolismo estatuario, la iconografía o el mandala). Igualmente, se precisa un extremado rigor en la concentración mental, así como en el acento, ritmo o tono. Om pasa por ser el sonido primordial que, mediante la vibración del prana, origina el universo. Y son tres las técnicas de recitación mántrica: en voz alta e invocando las bendiciones divinas; apenas murmurándola, audible únicamente para quien la recita. Y mentalmente, articulando mantra y espíritu junto con el aliento del practicante. Todo ello, igualmente, requiere del gesto y de la visualización operativa como previa ofrenda del mantra.

Aquel que lo consigue, hace brotar energías positivas a su alrededor; un aura especial. Cornelius Agrippa, en su Filosofia Oculta, declaró que "cuando se sepa conjuntar los nombres de la palabra, que son naturales, y aquellos divinos y no temporales en una misma consonancia, podrán realizarse maravillosas operaciones...Sin embargo, no hay que creer que el milagro pueda cumplirse pronunciando el nombre con labios impuros, como si fuera el nombre de un hombre cualquiera, sino que hay que tener el espíritu purificado, un gran fervor y poseer sobre todo la comprensión perfecta".

El sonido "Aum" (Om) es el mantra original (aunque también pueden ser frases completas como "Om mani padme hûm"), reflejo sonoro de la Trimurti hindú: Brahma, Vishnú y Shiva que, en realidad, forman Uno. El previo silencio configura al mantra, cual creadora cristalización en la manifestación desde la no-manifestación. Y es que, en numerosas teogonías, la creación comenzó con el Verbo.

Mudra es un lenguaje de signos que revela lo sagrado. Literalmente, significa sello, símbolo o gesto simbólico. Aunque hay más, los principales mudras son siete: samâdhimudrâ (de la meditación), vitarkamudrâ (de la argumentación), dharmacakramudrâ (de la puesta en marcha de la rueda del Dharma), bhûmisparsamudrâ (de toma como testigo de la tierra), abhayamudrâ (del refugio contra el miedo), varadamudrâ (del don altruista) y añjalimudrâ (de saludo).

En el Vajrayâna (Budismo tibetano), las mudras suelen reflejarse en la iconografía y estatuaria, como simbólicos e inmóviles referentes de características divinas, así como acompañando al yogui en sus diversas etapas del Sâdhana (práctica que consuma la elección de la deidad), representándole así de manera armoniosa corporalmente.

Las mudras, que pueden ir acompañadas de objetos rituales al uso (como la campanilla o el vajra) se ejecutan pronunciando los mantras apropiados, uniendo la palabra al gesto y permitiendo la unión de la palabra y el espíritu ("El Espíritu que vivifica", pues "la letra mata, pero el Espíritu da vida" -2 Corintios 3:6-).

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