El alemán Jacob Boehme fue considerado, ya en vida,
profeta y visionario (a pesar de sintomáticas divergencias con la Iglesia
luterana –a la que pertenecía-). Admirador confeso de Paracelso, dijo estar en
posesión de la “lengua primordial” pudiendo, de esta manera, conjugar la Biblia
de Lutero, con la mística y el hermetismo; facultades con las que, según él, pudo
hacerse eco de la naturaleza dual del mundo en que vivimos, como base de dos
principios eternos que estarían cimentados en la luz y en su ausencia. Y es
que, según Boehme, el Génesis relataría un principio anterior a la nada
preexistente, cual cosmogonía de un tiempo primordial o pleroma inicial, con el
que pasaría a conformarse el Hombre universal (o Antrophos), primer mundo lleno
de luz basado en la naturaleza original (o arquetipo del alma humana). Ante semejante
perspectiva, Dios habría creado en primera instancia las tinieblas y a
continuación la luz como principios con los que darse “amorosamente” a conocer.
Y aunque Dios sea inaccesible e inefable para nosotros -en la línea cabalística
del En Sof- y del que sólo obtenemos un reflejo a través de los diferentes planos
de manifestación, su naturaleza original se hallaría oculta en todo lo que nos
rodea, aun cuando nuestros sentidos sólo puedan asumirlo como material y
perecedero. Por otra parte, la “caída del ángel” conformaría un tercer
principio, compuesto por los dos anteriores, cual arquetipo del mal y entronizando
con la aparición de Adán y su falta que nos habría condenado al ostracismo del purgatorio
en vida. Por tanto, la revelación habría comenzado con las tinieblas y, por
ende, con la “ausencia” de Dios o una voluntad que ya no fluiría directamente
de Dios, sino de un “doble” de Dios. ¿Y cúal sería nuestra labor? Recuperar la
unidad perdida, a pesar de la dualidad que representan la luz y las tinieblas
en la que nos hallamos sumidos. Aunque puédasenos antojar Boehme maniqueo, pues
ciertamente mantuvo un discurso dualista, éste no consideró el bien y el mal
como principios eternos, sino como el resultado de un verdadero principio
eterno (la naturaleza original de Dios, el Absoluto, sin principio ni fin,
eternamente perfecto). En definitiva, se trata de combatir a las tinieblas en
las que nos hallamos sumidos mediante la beatitud –según Boehme-, pues somos
puestos continuamente a prueba por Dios con la condición de que podamos recuperar
nuestra auténtica condición de luz, encarnando debidamente un alma que Dios engendró
“in illo tempore”…
Homero mencionó a la Siria primitiva (cual "tierra solar" donde se hablaría la lengua siríaca o adámica), situándola allende Ogigia (lo que nos permitiría asociarla con la Thulê hiperbórea), isla en la que pasó prisionero Odiseo/Ulises siete años de su vida, en manos de la ninfa Calipso. Plutarco escribiría también sobre la isla de Ogigia, indicando que allí el sol era visible veinticuatro horas, pues disfrutaba de días más largos...
jueves, 16 de enero de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...
-
"Harás el tabernáculo con diez cortinas de lino fino torcido, y tela azul, púrpura y escarlata; las harás con querubines, obra d...
-
"'Aun aquel que es nombrado por Mi Nombre, pues lo he creado para Mi Gloria, Yo lo he hecho: en verdad lo he formado' (Isaía...
-
Sufí es una palara que deriva bien del griego “sof” –sabiduría- o del árabe “suf” –lana- (en base a la prenda que vestía inicialmente ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario