martes, 14 de enero de 2014

 
Mi encuentro de esta tarde con una afable mantis religiosa, me ha llevado a indagar un poco más sobre este hermoso insecto dotado de tan alargado cuerpo y del que cuelgan sus amplias “manos” con las que, cuando se detiene, simula un gesto de súplica; por ello, ha sido llamada “lou prego Dio” -“la que reza a Dios”- o “mante prie Dieu” –“la religiosa-devota-guía”-. Y es que la mantis, que se alimenta de presas vivas, llega a devorar la cabeza del macho durante el acto sexual (cual Kali destructora - ésta llevando un collar de cabezas cortadas, al tiempo que se alza sobre unos cuerpos, blandiendo su espada sacrificial-). Igualmente, fue en la antigüedad griega donde llegaron a atribuirle el poder de adivinación “manteia” y de ahí el nombre de mantis –“adivina-profetisa”-, pudiéndose otrora advertir con su gesto seguro, la dirección adecuada que debía tomar el viajero que deseaba evitar los peligros del camino. Mas volviendo a la faceta voraz de la mantis, ciertamente es su beso mortal de necesidad, al devorar así a su amante (y es que, de entrada, ya fonéticamente amor y muerte -mors, en latín, aún más- se nos antoja harto semejantes). Por otro lado, cuando el macho es devorado por la hembra –a semejanza del niño por la bruja en mitad de la noche- se rememora aquel caos primordial del que nada sabemos, algo advertimos y todos tememos, afín al otrora desmembramiento ritual habido en numerosos cultos mistéricos, con el que disociar los elementos “viejos” antes de absorber mística y plenamente al dios ancestral, tras la posterior recomposición. Mircea Eliade, en referencia a las iniciaciones chamánicas, se refirió a la obligada observancia por parte del futuro chamán de su propia desmembración, donde “los espíritus le cortaban la cabeza, que dejaban a un lado”; tras ser totalmente descuartizado, un nuevo cuerpo sobrenatural permitiría al nuevo chamán moverse entre mundos, hallando así curas a las enfermedades o encontrando las almas perdidas. De hecho, en numerosos ritos de diferentes épocas, dicha “muerte” provocaba la posterior fertilidad. Recordemos, por ejemplo, el mito griego de Urano, donde fue su cercenado falo el que creara a Afrodita o Dioniso, personificando el frenesí desmembrador del propio éxtasis. Por no hablar de las múltiples referencias bíblicas sacrificiales. Por todo ello, el proceso arquetípico del sacrificio o la desmembración, como una descomposición inicial con el necesario fin posterior de transformación regeneradora, parte de la obligada muerte iniciática con la que dejar de pertenecer a este mundo y poder así nacer a otro… Por último, hay un versículo del Cantar de los Cantares que cita: “Que me bese con los besos de su boca”; la muerte del beso o “Mors Osculi” (muerte iniciática a diferencia de la física) que buscaría la “preciosa presencia del Señor que es la muerte de los santos” (Sal 116,15).
“En una muerte viva vi una vida muerta- Me mató Amor y, con tal muerte, ¡Ay!- que me encuentro a la vez privado de vida y de muerte” (Giordano Bruno).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...