viernes, 4 de septiembre de 2015


Elías escuchando a un cuervo posado sobre una palmera (con la inscripción árabe "¡Santo, santo es el Señor Sabaoth!"), lo que no sería de extrañar, teniendo en cuenta que los antiguos ya habrían discernido hasta cuarenta y seis inflexiones en su voz.
Por su color, el simbolismo del cuervo (hereb -nombre relacionado con el infierno, Erebe, según Hesíodo) está asociado a las tinieblas primigenias, poder demiúrgico de las fuerzas espirituales, que se precisan asumir solitaria y voluntariamente, al vivir en un plano superior. Su regia capa es representativa de la estrecha relación entre Dios y su profeta, mostrando la propia autoridad con la que otorgar la adecuada unción a su sucesor “cuando Elías echó sobre los hombros del joven Eliseo el manto…señal de que Dios lo llamaba a ser sucesor de Elías”. Por otra parte, sus cabellos denotan ya la condición del fuego como elemento de la divinidad inherente en Elías, poco antes de su teofánico arrebato hacia el cielo. Y, por supuesto, la inscripción es harto peculiar, teniendo en cuenta que es árabe, aún cuando Elías -Ilyas- es citado por el Corán entre "los justos" (6:85). (Este icono es de procedencia presumiblemente etíope).

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