viernes, 4 de septiembre de 2015


Entre los mitraicos, que se reunían en grutas (llamadas “mitraetum”), se compartía la comunión por el pan y el agua, e incluso el vino, como parte de un ritual –análogo así al cristiano-, en la iniciación (a modo de bautismo) del adepto –o recipiendario- que era igualmente empapado con la sangre de un toro o cordero (previamente sacrificado y cuya sangre discurría por una claraboya hasta descender a la fosa donde éste se encontraba).

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