viernes, 4 de septiembre de 2015


Para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, nuestra mente ha de supeditarse a nuestro corazón; de lo contrario, la acción iría acompañada de cierto interés o beneficio, a pesar de su altruista apariencia.
Cristo dijo: "Quien quiera salvar su alma, la perderá".

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