viernes, 4 de julio de 2014


Con el paso de los años llegamos a contemplar, en algunas circunstancias, cómo este devenir promueve la agitación ordinaria en nuestras vidas, en paralelo a una necesidad convulsiva que nos imponemos a nosotros mismos de estar hiperactivamente pendientes de todo lo que nos rodea, como si fuera imprescindible para nuestra subsistencia saberlo todo en todo momento...y, en consecuencia, hacerlo todo en todo momento. Lao Tsé nos instó a la quietud en su Tao te king, la cual comienza por asumir la "simplicidad", ya no en la simple ausencia material de movimiento, sino cual directriz de la que debe ser nuestra existencia, parte intrínseca de nuestro modelo vivencial para con los demás, altruista y desinteresadamente; pues cuando nuestro interés pasa exclusivamente por nosotros (o nuestra imagen), no podremos volvernos adecuadamente hacia nuestra auténtica esencia (alejada, como se halla ésta, de todo lo exterior). Con dicha simplicidad, podemos encarar más favorablemente cualquier vicisitud ante los trances o dificultades que nos puedan ir sucediendo. 

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