lunes, 14 de julio de 2014


Debemos encomendarnos a la transmutación espiritual, con el fin de desentendernos del hombre exterior carnal influenciado por su contingencia intrínseca. El hombre de luz, tal como nos recuerda constantemente Henry Corbin en su magnífica obra, se halla actualmente “cautivo en la sombra”. Hace más de 800 años, Sohravardî ya relacionó la Naturaleza Perfecta del místico con la del Ángel arquetípico de la humanidad, de donde la primera no podría manifestarse “en persona” más que a aquel cuya naturaleza fuese perfecta; y donde, cada uno de los dos, asume simultáneamente la posición de yo y tú, cual imagen y espejo contrastada. Cuando acaece tal suceso, con fe asevero que es mi imagen perfecta la que entonces me mira –a través de mi propia mirada-. “Lo primero que tienes que hacer por ti mismo es meditar atentamente tu entidad espiritual que te gobierna y que está asociada a tu astro, a saber, tu Naturaleza Perfecta”. ¿Cual es pues la Naturaleza Perfecta? Aquella unida al astro que nos gobierna; y “reencontrarnos” con nuestra Naturaleza Perfecta, entonces devendrá cual revelación iniciadora, ya sea en sueño o vigilia.

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