Caín y Abel, Osiris y Set, Cástor y Pólux, Rómulo y Remo, de
hecho, pasan por conformar aspectos aparentemente opuestos de un mismo
principio, cuales fuerzas iguales pero contrarias, que anuncian la Unidad
indisoluble que subyace a toda dualidad; fuerzas relacionadas con lo masculino
o femenino, lo solar o lunar y que, en definitiva, una vez unificadas sirven
para conferir la idea trascendente de dicha Unidad. En el caso específico aquí
expuesto de los gemelos -tomados como ejemplarizantes figuras alegóricas-, en
su eterno afán de aparente conflicto, son traídos a colación de toda oposición
en el marco del Hermetismo. Considerada la misma desde el plano dualista de las
fuerzas constitutivas de la vieja imagen Macro y Microcósmica, se encuentran
reunidas homogéneamente, allí donde toda dualidad cesa; y ésta se da en la
fuente de ambas (y que, al ser gemelos, tienen el mismo origen su estirpe: el
Principio Supremo o Unidad). De hecho, la verdadera homogeneidad se realiza
donde cesa la dualidad y, por ello, los gemelos representan las fuerzas
adversas que, no llegando hasta el extremo que buscan, aunque siempre "contrariados" (por así
decirlo) por la acción del otro, mantienen cierto equilibrio (básicamente, cuando
no sólo atendemos las apariencias). Por ello, son complementarios, puesto que no podrían existir sino al objeto alegórico -no literal- de aquellas fuerzas
que, siendo iguales pero contrarias devienen desde un mismo origen, cual
reflejo dual de una sola realidad. Así pues, las arquetípicas parejas de
gemelos, de no oponerse y ser posteriormente reconciliadas bajo nuestra mirada
interior -a modo de las serpientes sobre el Caduceo de Hermes-, no tendrían
razón de ser; de lo contrario, continuaríamos viendo solo la caótica
multiplicidad y no el Principio Supremo que antecede y subyace a dicha manifestación.
Homero mencionó a la Siria primitiva (cual "tierra solar" donde se hablaría la lengua siríaca o adámica), situándola allende Ogigia (lo que nos permitiría asociarla con la Thulê hiperbórea), isla en la que pasó prisionero Odiseo/Ulises siete años de su vida, en manos de la ninfa Calipso. Plutarco escribiría también sobre la isla de Ogigia, indicando que allí el sol era visible veinticuatro horas, pues disfrutaba de días más largos...
sábado, 15 de febrero de 2014
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